CRÍTICA

‘No hay épocas tan malas’, de Andre Dubus: amar en la debilidad

La fuerza de estos relatos del autor norteamericano se sitúa en la tensión entre lo real y lo verdadero

El escritor norteamericano Andre Dubus, autor del libro de relatos 'No hay épocas tan malas'.

El escritor norteamericano Andre Dubus, autor del libro de relatos 'No hay épocas tan malas'. / EPE

Sergi Sánchez

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El día antes de su muerte, el 23 de febrero de 1999, un periodista le preguntó a Andre Dubus (Lake Charles, Luisiana, 1936- Haverhill, Massachusetts, 1999) cómo conseguía que sus diálogos sonaran tan reales. Él le respondió que no intentaba que lo fueran, que buscaba en ellos su propio ritmo poético. «Son mejores que reales. Son verdaderos». En la tensión entre lo real y lo verdadero se sitúa la fuerza de los relatos de No hay épocas tan malas.

En algunos el conflicto está fuera de campo, ya ha ocurrido, pertenece al pasado, es la patata caliente con la que hay que sobrevivir: pienso en Bendíceme, padre y Adiós, en los que la precisión chejoviana de Dubus parece invocar la literatura de John Cheever, atravesada por adúlteros desencantados, borrachos con los pies aún mojados por los aspersores e hijos que intentan perdonar mientras huyen de su mezquindad moral. Mezquindad no sería la palabra, porque por muy despreciables que resulten algunos personajes dubusianos, siempre tienen sus razones. Mezquinos son los hijos, por resignarse a que sus padres vivan instalados en el error y la tristeza, y lo son los padres por resistirse al cambio, a veces con una cierta crueldad de espíritu.

Amar en la debilidad, ahí radica la verdad del ser humano, y ahí está el hilo conductor que une a todas las criaturas de Dubus con el lector

En otros relatos se nos brinda un modélico estudio de personaje, que puede servir como descripción arquetípica del antihéroe favorito de Dubus. Anna sería un buen ejemplo de ello. Nadie de nosotros repararía en esta cajera que envidia en secreto a las chicas de la sucursal de banco que entran en su tienda, que acaba su jornada presa de «esa fatiga que se produce cuando el cuerpo se confina sin que este ni la mente tengan nada en que ocuparse», y que, un buen día, al salir del trabajo, hará la vista gorda cuando su novio roba un drugstore a punta de cuchillo.

Cosas poco corrientes

Gente corriente que hace cosas poco corrientes; que, probablemente, deberíamos juzgar, o si lo hiciéramos, ese sería nuestro desliz, nos dice, muy sabio, Dubus. Porque lo que importa no es «lo real» de Anna sino «lo verdadero», y ahí entenderemos por qué bebe tanto tequila, por qué llora después de una resaca, por qué observa su ropa y la de su novio «dando vueltas frente a ella como si fueran niños saludando desde una noria» (¡qué hermoso!).

En los cuentos más largos, que podrían considerarse novelas breves, Dubus pone toda la carne en el asador. Tal vez sea una decisión estratégica que los excelentes La chica bonita e Historia de mi padre abran y cierren respectivamente esta magnífica colección titulada No hay épocas tan malas, publicada antes del atropello que lo dejó inválido. El primero es una lección de cómo construir una voz narrativa, o, mejor dicho, varias, alrededor de un hecho especialmente perturbador (una violación), sin ahorrarnos a ninguna de las partes implicadas (el violador habla en primera persona: no nos extraña que Joyce Carol Oates admire el relato).

El segundo es ideal para calibrar la perfección de un crescendo dramático, que se cuece a fuego lento para revelarnos una verdad, otra vez, insondable: la de un padre que descubre la esencia de la paternidad cuando tiene que cometer un acto indigno a los ojos de Dios. Amar en la debilidad, ahí radica la verdad del ser humano, y ahí está el hilo conductor que une a todas las criaturas de Dubus con usted, lector. 

No hay épocas tan malas

Andre Dubus

Traducción de David Paradela

Gallo Nero

268 páginas

19 euros