CRÍTICA

‘Todo este espacio’, de Nuria Ruiz de Viñaspre: la vida como suceso

La poeta aborda la distancia entre nuestro yo y las cosas en este premiado poemario

La poeta Nuria Ruiz de Viñaspre, autora del poemario 'Todo este espacio'.

La poeta Nuria Ruiz de Viñaspre, autora del poemario 'Todo este espacio'. / EPE

Juan Carlos Abril

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Todo este espacio, de Nuria Ruiz de Viñaspre (Logroño, 1969), ganador del 20º Premio de Poesía José de Espronceda Ciudad de Almendralejo, se estructura en 31 poemas sin título intercalados de manera aleatoria por diversas citas, entre ellas de Anne Sexton, Leopoldo María Panero, Paul Celan, Ingeborg Bachmann y san Juan de la Cruz. En total, se trata de 11 epígrafes que forman sui generis las partes del libro, cohesionándolo y sirviendo de amalgama.

La poeta es consciente de la distancia efectiva entre nuestro yo y las cosas, entre el sujeto y el mundo exterior, sabiendo lo minúsculos que somos y la pequeñez de nuestra existencia: «¡Qué pensará la naturaleza cuando / al bajar la mirada nos mira!» (42). Aun así, intenta asomarse al mundo desde la finitud: «Toda grieta es una ventana indiscreta / por ella veo cómo era mi rostro antes de nacer» (58), asegura recordando al célebre largometraje de Alfred Hitchcock.

Una regresión se pone en marcha en nuestra imaginación, como una espiral infinita: «desde la ventana de mi rostro escribo al rostro del bebé que fui / la tierra se ralentiza la luna se aleja / –las palabras no son suficientes– / solo el camino que hay junto a las aguas / sabe lo frágil que es la realidad desplomada» (ibid.).

Frente a nosotros, la amplitud del espacio se asume con complejidad. Ese misterio inescrutable no posee solución, poniendo en valor el secreto de la vida, al reconsiderarla, sin dejar de ser un secreto. No hay manera de entenderlo. Ni por aproximación. Hay cosas que por mucho que las pensemos, de mil maneras posibles, nunca lograremos entenderlas. «Cosas invisibles están pasando hoy / están ahí / existen porque no las veo / van hacia otra luz donde nada tiene fin / el conejo regresa a su chistera / y la hora pasada regresa al inicio / todo parece depender de la transparencia» (26).

La historia del tiempo

Sin embargo, la historia del tiempo sucede, marcha en medio de la inmensidad de las galaxias, desde nuestra parcelita corporal («¿quién pilota nuestros cuerpos de carne?, 56) y desde nuestro cerebro humano, con nuestra conciencia subjetiva, aunque también hay sitio para la contradicción y la paradoja: «¿de verdad has visto al tiempo moverse para poder aseverar que el tiempo pasa? / el tiempo no se mueve / permanece donde está» (59).

La autora se replantea constantemente su particular composición de lugar explorando aquellas escasas vías que otorgan alguna certeza en medio del caos de la vida

De este modo, nuestra autora se replantea constantemente su particular composición de lugar, con sus dudas metódicas e imperativos categóricos, explorando aquellas escasas vías que otorgan alguna certeza en medio del caos de la vida y en la vorágine de la realidad: «escribir flecha y ver la trayectoria del dardo caer / como una manzana cabalgando en esa flecha / cayendo y rodando sin razón ni lógica» (50). La poeta sabe que se halla ante un camino antitrascendente, y por eso exclama: «oh intuición metafísica de la nada» (ibid.).

Ruiz de Viñaspre debe reconciliarse con el mundo y respirar por sus grietas. Así, por ejemplo, tras un paseo bajo la luna «azul» la vuelta a casa se convierte en una epifanía: «los objetos de la casa serán sucesos a tu vuelta» (21). La vida como suceso se concibe como una de esas pocas certidumbres del libro, pues frente a lo inasible del pensamiento especulativo hay pocos asideros excepto la cotidianidad, el quehacer diario que deberá regresar a sus rutinas. Eso no quiere decir que haya que renunciar, sino simplemente una sensibilización palmaria de las posturas que tomamos. El poema Deja tu ojo en la mesilla de noche (38) se presenta como uno de los mejores del conjunto de Todo este espacio, invitándonos a olvidarnos de esas particulares miserias humanas y adentrándonos en una cosmovisión que va mucho más allá de las menudencias locales, de las condiciones de vida y de nuestras limitaciones.

La vida como don, desde luego, podríamos concluir, y Ruiz de Viñaspre nos lo recuerda con un libro tan poético como necesario, en todo punto filosófico, en el que también se hace presente la estética: «¿de qué forma está hecho el jarrón / si toda forma es un sueño fugaz? / la representación de la realidad / es más fácil de escribir / que la realidad representada» (43). Enhorabuena.

Todo este espacio

Nuria Ruiz de Viñaspre

Algaida

64 páginas

12,50 euros