REPORTAJE
Nueva York, el destino literario que nunca pasa de moda
Son muchos los autores españoles que han ubicado alguna de sus obras en las calles de la ciudad estadounidense, protagonista de la 84 edición de la Feria del Libro de Madrid, que ayer abrió sus puertas en el parque del Retiro

Elvira Lindo, fotografiada durante el tiempo que estuvo viviendo en Nueva York. / Xavi Menós
En 1985, la escritora Carmen Martín Gaite pasó en Nueva York uno de los peores agostos de su vida. Su hija Marta había fallecido hacía poco y cuando el Vassar College la contrató para dar un curso sobre el cuento español contemporáneo, metió la tristeza en la maleta junto a sus enseres personales y cruzó el Atlántico. Un mes antes del comienzo de las clases, compartió apartamento en la ciudad con Juan Carlos Eguillor, a quien dedicó Caperucita en Manhattan: “por la respiración boca a boca que nos insufló a Caperucita y a mí, perdidas en Manhattan a finales de aquel verano horrible”.
En ese tiempo se gestó la historia de Sara Allen, una niña de diez años que tiene una abuela en esa isla que parece un jamón con un pastel de espinacas en el centro llamado Central Park. Es uno de sus trabajos más conocidos, posiblemente porque para muchos lectores ha sido y es la primera toma de contacto con el universo gaitiano.
La autora ya había residido con anterioridad en la Gran Manzana. Fue por primera vez en 1979 y se maravilló, así que en 1980 aceptó de buena gana la invitación de la universidad de Columbia para ser profesora visitante durante una temporada. Alquiló un apartamento en la calle 119, en homenaje a su admirado pintor Edward Hopper, donde trabajó en su ensayo El cuento de nunca acabar (notas sobre la narración, el amor y la mentira) y en unos collages que la editorial Siruela publicó en 2005 reunidos en el volumen Visión de Nueva York.
También escribió numerosas cartas a su progenitora y a Marta, que este mismo año han llegado a los lectores gracias a la antología De hija a madre, de madre a hija de la misma editorial. Además, en esa estancia descubrió que las boinas le favorecían y que en Estados Unidos “lo de escribir puede dar una pasta fina”, según apuntó en uno de sus blocs.
Precisamente, esa ciudad que tanto inspiró a Martín Gaite es la protagonista de la 84.ª edición de la Feria del Libro de Madrid bajo el lema Nueva York se escribe en español. Coincide con el centenario del nacimiento de la escritora, a la que Jorge Herralde –jefe supremo de Anagrama, otra de sus casas editoriales– consideraba como "la reina" de dicho evento. La longitud de las colas que formaban los lectores para que esa salmantina les firmara ejemplares es parte de la mitología de esa cita literaria.
Escenario perfecto para la ficción
Resulta fácil elaborar una lista bien nutrida de escritores españoles que hayan ubicado alguna de sus obras en las calles de la urbe estadounidense. Para Gonzalo Torné es un ejercicio relativamente ligero porque por un lado “es la capital del mundo, como Roma en su momento”, y, por otro “ha sido filmada tantas y tantas veces que a veces la conocemos mejor que nuestra propia ciudad”.
Nueva York está tan viva en el imaginario colectivo que “nos parece más sencillo situar una ficción allí que en cualquier otro lugar”, señala. Él lo hizo en su novela Los años felices (Anagrama, 2017), donde intentó escribir “un cuento de hadas sobre la amistad” en el que el aspecto monetario modifica las buenas intenciones de los protagonistas. “Nueva York era como la ciudad ideal, porque podía superponer a la ciudad real una inventada y transferirle al libro todo su ansia, toda su pujanza y su ambición”, expone.
Care Santos comparte esa idea sobre el halo de fantasía que irradia la metrópoli. La escritora se trasladó al Nueva York de la segunda mitad del siglo XIX en su libro El loco de los pájaros de Shakespeare (Destino, 2023) para recuperar la figura del ornitólogo Eugene Schieffelin. “Esa ciudad viene sublimada por décadas de cine, por muchas historias que hemos interiorizado, por un paisaje urbano que sentimos nuestro aunque no lo sea ni remotamente”, sostiene. Como es un escenario de deseo, comenta, la convierte en irreal aunque no lo sea: “Lo literario tiene siempre que ver con eso: con la capacidad de lo existente de convertirse en territorio de los sueños”.
Gran parte de la idea de Manhattan (no de toda la ciudad porque, en este género, los protagonistas pasean por Central Park, no por el Bronx) está cimentada por las ficciones románticas. Películas como Cuando Harry encontró a Sally, Annie HallDesayuno con diamantes y series como Sexo en Nueva York, Friends o Modern Love han hecho soñar a millones de espectadores con grandes historias de amor normativo –y adinerado– cocinadas a fuego lento en los barrios privilegiados de la isla. De ahí que escritoras españolas superventas de narrativa romántica como Megan Maxwell o Andrea Izquierdo hayan trasladado allí sus tramas con soltura sin necesidad de residir en la Gran Manzana, ni cerca.
Care Santos tampoco tiene allí su casa, aunque ha vivido momentos cruciales en su biografía. Alguno incluso serviría de argumento para un libro de romance: “me pidieron matrimonio y dije que sí”, recuerda. Vuelve a ella (o lo desea) cuando está en horas bajas porque esa ciudad se lo cura todo, afirma. “Mi Nueva York es la de las maratones de teatro en Broadway, la de los museos, la de las larguísimas caminatas y la de los restaurantes de todas partes del mundo”, desarrolla. Prefiere ir sin compañía para estar “a solas con la ciudad”, explica, “siempre procuro pasar varias horas en algunas de mis librerías favoritas, comenzando por Strand, donde he descubierto tantas y tan inspiradoras historias y de donde he salido tantas veces preguntándome cómo voy a cargar con tantos libros”.
First We Take Manhattan
Hay al menos dos nombres en la comunidad de españoles que escriben sobre Nueva York que han roto el orden habitual del devenir editorial. Si la norma general es que los autores patrios escriban en castellano y después, si tienen suerte, sus títulos se traduzcan a otras lenguas, en el caso de Elena Armas y Virginia Feito ha sido al revés. Ambas pergeñaron sus novelas neoyorkinas en inglés, fueron superventas en Estados Unidos y después, se estrenaron en su país natal, donde también se hincharon a despachar ejemplares.
La madrileña Elena Armas autopublicó su libro The Spanish Love Deception (Farsa de amor a la española en su traducción al castellano) en Amazon y seis meses después, tras colarse en la lista de los 100 más vendidos en la plataforma, su correo se llenó de ofertas de editoriales. Asimismo, Virginia Feito, también de Madrid, desarrolló en inglés la historia de La señora March (Lumen, 2022), una mujer que pierde la cabeza en un envidiable piso del Upper East Side. Ambas triunfaron poco después en España, se dedican a la escritura a tiempo completo y han vendido los derechos de sus novelas a diferentes productoras para su adaptación al cine.
Feito conoce bien la ciudad de los rascacielos, ya que los constantes viajes familiares motivados por el trabajo de su padre, exembajador de España ante la OCDE, la llevaron en numerosas ocasiones a hoteles de cinco estrellas en la Quinta Avenida. La autora siente que esa metrópoli “es un esterotipo de sí misma, con sus escaleras de incendio, sus taxis amarillos y sus brownstones”. Todas las referencias culturales relacionadas con Nueva York han alimentado su idea de ella casi tanto como sus experiencias in situ, por lo que se encuentra cómoda ubicando una ficción allí. “Siento que es una ciudad muy agradecida porque todos la conocemos, todos la amamos y no te va a traicionar creativamente, por así decirlo”, declara.
En primera persona
Enric González, Antonio Muñoz Molina o Elvira Lindo son algunos de los grandes nombres que han escrito sobre la “la capital del mundo”, domo dice Torné, desde el plano de la no ficción. De hecho, tanto Care Santos como Virginia Feito mencionan a Lindo cuando se les pregunta por otros autores españoles relacionados con Nueva York. “Me encantó Noches sin dormir. Me pareció un libro muy especial, muy melancólico y muy optimista a la vez”, declara la segunda.
La propia Elvira Lindo comenta que Noches sin dormir (Seix Barral, 2015) es uno de sus mejores libros. Previamente había publicado Lugares que no quiero compartir con nadie (Seix Barral, 2011) otro título sobre su estancia en Nueva York y también de no ficción. “Escribí dos libros sobre la ciudad allí porque necesitaba contar algo de lo que veía y escuchaba a diario. Fueron diarios, no novelas, porque la ficción llega más tarde a asentarse en la mente como para dar rienda suelta a la creación de personajes”, especifica y añade que si se hubiese quedado a vivir dos años más allí: “seguro que habría escrito una novela neoyorquina”.
Todos y cada uno de los autores que han explicado la ciudad con sus propias palabras han acertado, porque como dice Enric González en Historias de Nueva York (RBA, 2014) esa urbe: “sigue siendo una tormenta de almas, un caudaloso río humano. Para entender ciertas cosas no hacen falta idiomas, ni experiencia, ni memoria. Basta con abrir la ventana y escuchar el rugido de la bestia”. O sumergirse en las páginas de un libro como los patos en el río Hudson.
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