CRÍTICA DE LIBROS
'Todo empieza con la sangre', de Aixa de la Cruz: búsqueda y trascendencia
La autora bilbaína repiensa el amor más allá de los códigos habituales en su última novela, una obra compleja y arriesgada
Aixa de la Cruz: "En nuestra sociedad la locura, la depresión y la ansiedad son constructos sociales"
Marina Garcés: “La amistad en sí es poco épica, pero su ruptura es muy traumática; genera una desnudez bastante insoportable”

La escritora bilbaína Aixa de la Cruz, autora de 'Todo empieza con la sangre'. / RICARD CUGAT


Anna Maria Iglesia
Anna Maria IglesiaPeriodista
"La exaltación del amor romántico en nuestra sociedad ha causado y sigue causando insondables pozos de desdicha. Ningún prójimo puede dar nunca esa seguridad radical que buscamos; no puede ni debe darla", escribe Pablo D’Ors. Casualidad o no, Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) compartió en sus redes estas palabras de D’Ors, a las que es inevitable regresar tras la lectura de 'Todo empieza con la sangre'.
Esta exaltación del amor romántico es la que siente Violeta, la protagonista de la novela. Es una lectora apasionada de 'Cumbres borrascosas', una especie de Catherine contemporánea deseosa de vivir un amor total como el que la protagonista de Emily Brönte siente por Heathcliff. Paul representa para Violeta este amor total, pero también ese amor imposible al menos en términos románticos. Es esta imposibilidad del amor romántico y su inevitable desdicha el punto de partida de una novela que reflexiona sobre la posibilidad de repensar el amor más allá de los códigos habituales: sexo, género, pareja, contrato matrimonial.
Dos aproximaciones
Para ello, por un lado, la autora retoma el imaginario romántico a través de 'Cumbres borrascosas' y 'Drácula', con ese pacto sanguíneo al que se apela desde el título y que define esa búsqueda por parte de Violeta de un compromiso total que rompa con las férreas estructuras que atrapan la relación amorosa: la monogamia, la pareja, la condición sexual entendida como única e inalterable.
La escritora retoma el imaginario romántico a través de 'Cumbres borrascosas' y 'Drácula', con ese pacto sanguíneo al que se apela desde el título
Por otro, desde una perspectiva filosófico-política, dialoga con las reflexiones de autores como Pablo D’Ors, Marina Garcés –su último ensayo sobre la amistad se puede leer paralelamente a 'Todo empieza con la sangre'– y Pol Guasch, que en 'La parte del fuego' señala que pensar el amor entre dos, tres o cuatro personas, abre puertas, tiene algo de transgresor en cuanto es una forma de transformar el mundo, incluso de negarlo.
Y es hacia esa negación a la que tiende Violeta en su indagación, en la que, a veces, los referentes románticos y, otras veces, Selma y otras parejas de la protagonista funcionan como uno de los vértices del triángulo. Los otros dos vértices son Paul y la propia Violeta. Como señaló René Girard, el deseo es siempre triangular, está mediado por la imitación y, a su vez, la imitación puede estar motivada por la envidia, por la insatisfacción, por el anhelo. En Violeta hay insatisfacción y hay frustración, pero nada tienen que ver con las que podían sentir las heroínas románticas; la insatisfacción de Violeta tiene sus raíces en la realidad material: la precariedad económica y laborar tiene su reflejo en las relaciones.
Giro religioso
Nada es sólido, todo es inestable. Los cuerpos se consumen y autoconsumen con la misma rapidez e inestabilidad que todo lo demás. Y la búsqueda de Violeta tiene que ver con colmar este vacío y, al mismo tiempo, con hallar un sentido, una razón. De esta manera, la pregunta sobre el amor se convierte en una interrogación sobre el sentido de las relaciones y de la propia existencia que se encarna a través de la experiencia de Violeta al entrar en un convento como externo.
La pregunta sobre el amor se convierte en una interrogación sobre el sentido de las relaciones y de la propia existencia
No hay nada de forzado en este giro religioso de la protagonista, todo lo contrario: la autora rechaza así toda expresión de cinismo y convierte la búsqueda de sentido en la razón principal de una existencia. El convento encarna el rechazo al mundo y a sus lógicas –de consumo, de tiempo, de goce–, pero es algo más: es un espacio-punto de inflexión, pero no un punto final y el giro religioso de Violeta es, parafraseando a Blanca Llum Vidal, la constatación de que el amor no es uno y de la necesidad de una trascendencia, ante todo de las relaciones.
Repensar el amor y, por tanto, las relaciones más allá de las estructuras, más allá de lo puramente contextual, es un gesto transgresor como lo es también rechazar ese relativismo posmoderno que para algunos todavía tiene prestigio y reivindicar la búsqueda y el deseo como experiencias transformadoras. Con 'Todo empieza con la sangre' encontramos a la mejor De la Cruz, que firma una novela compleja y arriesgada, a la que una sola lectura no le es suficiente.

'Todo empieza con la sangre'
Autora: Aixa de la Cruz
Editorial: Alfaguara
224 páginas. 19,90 euros
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