PERFIL
Silvia Grijalba, orbitando entre planetas
Después de 10 años ausente en las librerías, la también periodista, directora del Cervantes de Albuquerque, publica 'Aquellas noches eternas', una novela que lleva larvando desde que saltó a la literatura en 2002

La escritora Silvia Grijalba, directora del Instituto Cervantes de Albuquerque (EEUU). / Luis Gaspar
Siempre imaginó vivir en otro planeta, de sorpresa en sorpresa, como un pequeño príncipe mujer. Uno de los recuerdos más vívidos de su infancia de contrastes son los vestiditos de pechera nido de abeja que le obligaban a ponerse cuando desde Torremolinos la familia subía a Madrid a visitar a la abuela. En la Costa del Sol quedaban las camisetas desteñidas, los pantalones shorts, los biquinis y demás indumentaria impensable en aquel país franquista.
Despuntaban los 70. El recuerdo del vestido nido («picaban una barbaridad») tal vez condense lo que Silvia Grijalba (Madrid, 1967) viene a contar después de 10 años sin publicar (no sin escribir): una novela que lleva larvando desde que dio el salto a la literatura en 2002. Aquellas noches eternas dibuja «el extraño planeta» en el que vivían las «hijas de Torremolinos» y que mayormente ocultaban al resto del país.
Mujeres que, nunca se ha contado («esta es una novela histórica»), fueron las promotoras de esto que hoy aporta el 13% al PIB nacional, o sea el turismo. Sus personajes son trasuntos de Gunillas, Furstenbergs, Regines y en este plan, y por sus páginas desfilan celebridades allí tan asiduas como John Lennon, Sean Connery y Deborah Kerr, a quienes el señor Grijalba, el padre, vendía Rolls Royces y Jaguars.
Porque así empieza su historia. Hija única en aquel universo transgresor que era la Costa del Sol, estudiante en el Opus Dei porque no había otra, con 13 años leía el New Musical Express y escuchaba a Joy Division, y así encontró a la tribu, los siniestros: «Era horrible ser siniestra en Torremolinos, el polvo facial blanco resbalaba en churretes por tu cara y el pelo se te rizaba».
Con 17 años ya estaba en Madrid estudiando Periodismo y en cuarto de carrera se le ocurre, coraje siempre por escudo, llamar a El Mundo recién nacido para ofrecer entrevistas en Londres con Julian Barnes, Martin Amis y Kazuo Ishiguro (la cuadra de Herralde) y decir a Anagrama que era colaboradora del diario. Poco tardó el diario en ofrecerle un puesto fijo. Grijalba tenía 21 años y hasta los 35 va a soportar el rigor de ser asalariada (jornadas de hasta 12 horas); eso sí, siempre en la crema del rock and roll, de gira con las grandes bandas y entrevistas a Mick Jagger y por ahí.
Mediada la treintena, añorando la juventud no vivida, se atreve con la distancia larga y una editora de Plaza & Janés le publica Alivio rápido. Tal fue, eso, el alivio, que dejó su puesto en el periódico y se lanzó a la incierta aventura del colaborador a peso, para seguir escribiendo, guiada por su vena lectora, heredada del padre. Grijalba se alzó con el Premio Fernando Lara en 2011.
La literatura le lleva a la gestión cultural y tras unos años dirigiendo la Fundación Gerald Brenan y otras, de nuevo en una pirueta antiortodoxa se postula para el Instituto Cervantes. Dirige la institución en El Cairo, Alejandría y, ahora, Albuquerque, destino que elige ella misma porque «este lugar en el medio de la nada es el epicentro oculto de la historia contemporánea», y de los ovnis.
Publica por entregas en Zenda un dietario que titula Adobe y que va del Nilo a Río Grande, lleno de ese humor ácido y un punto surrealista que tan bien caracteriza a Silvia Grijalba, que nunca dejará de ser periodista «porque es como ser sacerdote: una forma de ver la vida». Lleva bien abiertos los ojos la escritora atravesando 2nd Street, una especie de universo homeless/fentanilo, el camino que elige para ir diariamente a su despacho de directora del Cervantes, donde coordina Nuevo México, Arizona, Texas y el Caribe, sin dejar de imaginar otros planetas distintos.

Aquellas noches eternas
Silvia Grijalba
Ediciones B
400 páginas
22,90 euros
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