ENTREVISTA
Julia Navarro, escritora: "Cada novela es como si fuera la primera, me tengo que ganar a los lectores libro a libro"
La escritora, cuya última novela, 'El niño que perdió la guerra', ha sido uno de los libros de 2024, repasa sus 20 años de trayectoria literaria y analiza el complejo momento político y social que vivimos en una entrevista con el suplemento 'Abril'

La escritora Julia Navarro. / EPE


Inés Martín Rodrigo
Inés Martín RodrigoPeriodista y escritora
Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) es escritora y periodista. Su novela 'Las formas del querer' fue galardonada con el Premio Nadal 2022 y con el Premio de la Crítica de Madrid de ese mismo año. En la actualidad, forma parte del equipo del suplemento literario 'Abril' y escribe artículos de opinión para los periódicos del Grupo Prensa Ibérica. Es autora de la novela 'Azules son las horas' (2016), la antología de entrevistas a escritoras 'Una habitación compartida' (2020), el cuento infantil 'Giselle' (2020) y el ensayo 'Una homosexualidad propia' (2023), y ha participado en las antologías de relatos 'El cuaderno caníbal' (2018) y 'Una Navidad así' (2024). En 2019 fue seleccionada por la AECID en el programa '10 de 30', que reconoce a los mejores escritores españoles menores de 40 años.
En un mundo, el literario, repleto de egos, donde el narcisismo roza la patología, sorprende encontrarse con alguien generoso, capaz de renunciar a su yo, personal, narrativo, para hablar de ti, esa segunda persona que tanto cuesta conjugar, en la vida y en los libros. Julia Navarro (Madrid, 1953) es una de esas personas. Fiel, honesta, amiga extraordinaria, protege y acompaña a sus amigos, los cuida, entregándose a ellos con la misma devoción que dedica a su escritura, a la que lleva más de dos décadas dedicada, tras dejar el periodismo.
El niño que perdió la guerra, su novena novela y la excusa que nos reúne en una gris y fría mañana en Madrid, lleva tres meses en las librerías y, también, en las listas de libros más vendidos, de donde no ha desaparecido ni una semana, pese a contar, durante todo este tiempo, con rivales como el Premio Planeta, Carmen Mola o Arturo Pérez-Reverte. Una historia, narrada de manera excepcional, que advierte del peligro de los totalitarismos y que, pese a transcurrir en tiempos oscuros (la dictadura franquista y el régimen comunista soviético), desprende tanta luz como su autora.
P. Tres meses después de su publicación, El niño que perdió la guerra sigue estando en la lista de libros más vendidos, y usted continúa viajando, yendo al encuentro de sus lectores, los últimos en Oviedo. ¿Le sorprende, teniendo en cuenta la volatilidad, cada vez mayor, de la industria editorial española?
R. Todos los paradigmas de la sociedad han ido cambiando, entre ellos el que tiene que ver con los libros. No basta ya con escribir un libro, hay que trabajarlo, los escritores tenemos que salir a vender los libros.
P. De puerta en puerta.
R. Prácticamente. Ahora los libros hay que venderlos uno a uno. Por una parte, me produce mucha satisfacción el encuentro con los lectores, pero luego hay otra parte, menos romántica, y es que hay que salir a vender los libros.
P. Menos romántica y más agotadora.
R. Sí, porque vivimos en una sociedad en la que todo va muy rápido, los libros no se mantienen en la mesa de novedades porque todas las semanas llegan otros, por tanto, tienes que hacer un esfuerzo para que tu libro siga ahí. Son las nuevas reglas del juego, las coges o no.
P. Son ya dos décadas desde que apareció La Hermandad de la Sábana Santa, su primera novela, y usted es una de las escritoras más reconocidas y leídas en español. ¿Qué valoración hace de su trayectoria?
R. Me ha costado mucho, eh. Yo sigo insistiendo en el trabajo. Ahora, cuando voy a América Latina, nunca dejo de recordar las primeras veces. La primera vez que fui a la Feria del Libro de Buenos Aires, en la sala en la que presenté el libro había cuatro personas, y eso no se me olvida, para mí fue una lección. No es que tuviese grandes expectativas, pero sí fue una lección de decir: esto es más complicado de lo que parece y aquí no hay tierra conquistada, tienes que convencer a los lectores uno por uno. Ahora no tiene nada que ver con aquellos primeros viajes, pero no me olvido, no me olvido de dónde vengo y de dónde he partido.
La primera vez que fui a la Feria del Libro de Buenos Aires, en la sala en la que presenté el libro había cuatro personas, y eso no se me olvida, para mí fue una lección
P. Y gracias a eso también sabe hacia dónde quiere ir.
R. Gracias a eso lo único que sé, Inés, es que quiero seguir escribiendo y que la opinión de los lectores puede cambiar de un momento a otro, no hay que dar nada por hecho. Que hoy haya tantos lectores que me acompañan leyendo mis libros en tantas partes del mundo no significa que lo vayan a seguir haciendo mañana. Y no es un problema de inseguridad, es que la vida es así, y nosotras, que somos periodistas, lo sabemos, alguien puede estar hoy arriba y mañana no entiendes qué ha pasado para que esté abajo. Tengo muy presente que cada novela que publico es como si fuera la primera, me tengo que ganar a los lectores libros a libro.
P. Ahora que ha mencionado el periodismo, no me resisto a preguntarle por cómo ve el oficio, con tanto bulo, clickbait y fake news.
R. Lo que más me preocupa son los jóvenes que llegan a ejercer la profesión, su inseguridad laboral, la poca protección que tienen frente a las empresas de poder mantener su independencia. Ahora, el poder de las redacciones es mucho menor que cuando yo empecé. Antes, las empresas eran algo más familiar, podías visualizar quién era la autoridad; ahora, las empresas no sabes quiénes son, muchas veces son fondos de inversión. ¿Noticias falsas? En la historia de la humanidad siempre ha habido noticias falsas y han sido un instrumento de la política, lo que pasa es que ahora con las nuevas tecnologías es imparable.
P. ¿Y qué podemos hacer?
R. La censura nunca es la respuesta. La respuesta es construir una sociedad de ciudadanos formados, que tengan los instrumentos para tener un criterio propio. Que hayan desaparecido de los currículums escolares asignaturas como la filosofía, la literatura, la historia, el arte, la historia de las religiones... Para entender quiénes somos tenemos que saber de dónde venimos.
P. En ese sentido, esta novela invita reflexionar sobre la importancia de la cultura para combatir la desinformación.
R. Sobre todo, porque la cultura es lo que más nerviosos pone siempre a los autócratas y dictadores. Toda manifestación que ellos no puedan controlar, fruto del talento, de la imaginación, les desespera, la temen mucho más que el que alguien se enfrente a ellos con una pistola.
La cultura es lo que más nerviosos pone siempre a los autócratas y dictadores, la temen mucho más que el que alguien se enfrente a ellos con una pistola
P. "Pensar es un acto peligroso", dice Anya, uno de los personajes del libro. ¿Está de acuerdo?
R. Sí. Si ahora cogemos un mapamundi y vemos cuántos países son democráticos, nos tenemos que poner a llorar. El mundo no es solamente nuestro mundo, hay otros mundos ahí fuera. En algunos lugares, el mero hecho de atreverse a pensar diferente ya pone en peligro a la persona que toma esa decisión.
P. Anya y Clotilde, las protagonistas, son dos creadoras extraordinarias que luchan por su independencia, incluso enfrentándose al machismo reinante. ¿Qué tiene usted de ellas y ellas de usted?
R. Yo siempre digo a los lectores que no me busquen en mis novelas, pero, claro, son mis personajes. En este caso, son dos mujeres capaces de enfrentarse al horror de dos dictaduras porque, si dejan de hacer lo que hacen, estarían mutilándose el alma. ¿Por qué son ellas las protagonistas? Porque la Historia siempre la han contado los hombres, nosotras estábamos allí, pero nos han dado un papel secundario, de acompañantes, y no es verdad. No se puede contar la Historia de la humanidad sin la presencia y la acción de las mujeres. Yo he querido poner en valor que estábamos ahí.
P. De hecho, el Réquiem de Anna Ajmátova abre la novela. Hábleme de cómo la influyeron Ajmátova o Tsvetáyeva, esos referentes que no renunciaron a su libertad creadora.
R. Para mí son muy importantes. Yo creo, Inés, que este libro me ha costado toda la vida escribirlo, porque aquí están mis preocupaciones, mi visión de la vida y muchas de mis lecturas. La primera vez que leí a Anna Ajmátova me produjo una sacudida y, cuando me sumergí en su biografía, me sacudió todavía más al ver que era una biografía cargada de dolor, una mujer que apoya la revolución y termina siendo devorada por la revolución. El suyo es un compromiso con la libertad, es un sí a la libertad y un no a la dictadura, a la opresión, al infierno que se había construido en la Unión Soviética.
P. ¿Cree que estamos a tiempo de no cometer los mismos errores de ese pasado todavía tan reciente?
R. No. La esencia del ser humano es la que es, estamos hechos de cosas positivas y negativas. Regímenes totalitarios ha habido a lo largo de la Historia. En el siglo XX se simbolizan en dos grandes ideologías, el fascismo y el comunismo, las dos buscan cercenar la libertad e instaurar la censura, me da lo mismo que pintes un régimen de rojo o de azul, las coincidencias son brutales. ¿Hoy en días está pasando eso? Sí. ¿Va a seguir pasando? Yo creo que sí. Yo quería que los lectores reflexionaran sobre lo fácil que es decir no a la gente a la que tienes enfrente desde el punto de vista ideológico, pero decir no a gente con la que has coincidido es mucho más complicado. Es el debate entre Sartre y Camus.
P. Y ya sabemos cómo acabó.
R. Sartre acabó como un héroe y Camus es denostado por todos los intelectuales de su época. Pero Camus tenía razón. El argumento de Sartre de que no se podía denunciar lo que pasaba en la Unión Soviética porque eso favorecía a la derecha en el fondo está siendo cómplice del sufrimiento y de una dictadura. La posición de Camus es ética y la de Sartre es práctica, pero hay que elegir. Eso lo vivimos hoy en día.
Si ahora cogemos un mapamundi y vemos cuántos países son democráticos, nos tenemos que poner a llorar. El mundo no es solamente nuestro mundo
P. Es evidente el riesgo que entrañan los extremismos, basta ver la polarización que hay en España.
R. Tenemos una clase política que en vez de hacer política han polarizado el país para justificar lo que hacen. La polarización en la política es una grave irresponsabilidad. A corto plazo puede que les sea rentable a unos y a otros para ganar unas elecciones o una votación en el Congreso, pero es absolutamente irresponsable y demuestra que los que hacen eso son malos gobernantes, es gente que de ética anda floja y su responsabilidad para con el país es nula.
P. ¿Y es optimista?
R. Bueno, también esto pasará.
P. Hablemos ahora de la maternidad, de su naturaleza, no siempre ligada a lo biológico, no necesariamente, como refleja en su novela.
R. Pablo, dentro de su desgracia, tiene suerte, porque tiene dos madres, la biológica y la de acogida, y las dos son igual de madres. Tenemos que empezar a cambiar conceptos. La maternidad trasciende el hecho biológico. Puedes ser una excelente madre sin haber parido un hijo. A veces, nos encerramos en estereotipos que nos impiden ver lo que hay fuera, cuando uno se pone esas orejeras se pierde muchas cosas.
P. Usted siempre dice que son los hijos quienes pierden las guerras de sus padres. Lo seguimos viendo.
R. Todos los días, esos niños que llegan perdidos a España desde rincones de África, por el camino sus padres han muerto, vienen huyendo de situaciones de violencia y de guerras. Esos niños no han elegido nada, se han encontrado en medio de conflictos protagonizados por sus padres en los que, si sus padres pierden, ellos pierden.
Las cárceles secretas que tenía Asad son crímenes contra la humanidad. Estoy esperando que Pedro Sánchez ponga una demanda ante la Corte Penal Internacional para que le detengan
P. Pero les cerramos las puertas.
R. Esa es una de mis preocupaciones constantes, cómo abordamos el problema de la gente que tiene que cambiar de país. A todos los que tienen ese corazón tan duro respecto a los inmigrantes yo los mandaba una buena temporada al otro extremo del mundo a un lugar donde no hablen el idioma, no entiendan absolutamente nada y a ver cómo se integran. Esto no es apretar un botón y ya estoy integrado. Es un proceso en el que casi tienes que desaprender quién eres para integrarte en una sociedad radicalmente distinta. A mí me irrita profundamente la respuesta y, luego, la hipocresía. Tenemos unos gobernantes de grandes discursos pero que no pueden dar ninguna lección de moral. Y la política europea hay que revisarla, el problema de los inmigrantes es un problema humanitario y hay que dar una respuesta humanitaria.
P. Mire lo que ha sucedido tras la caída del régimen de Al Asad, la mayoría de países europeos se han apresurado a decir que los refugiados sirios deben regresar.
R. Claro, y luego aquí hay también otra hipocresía: para la política internacional hay muertos de primera y de segunda, niños de primera y de tercera, refugiados de primera y de tercera. Esas cárceles secretas que tenía Asad, eso son crímenes contra la humanidad. Yo estoy esperando que Pedro Sánchez, la vicepresidenta y todos vayan a poner una demanda ante la Corte Penal Internacional para que a ese tipo le detengan. ¿O es que los derechos humanos en Siria tienen menos valor que en otras partes del mundo? Estoy harta ya de tanta hipocresía. De Siria no decimos nada, de Venezuela no decimos nada, de lo que pasa en Sudán… Hay muchas guerras terribles en estos momentos en el mundo.

'El niño que perdió la guerra' / 'El nen que va perdre la guerra'
Julia Navarro
Plaza & Janés / Rosa dels Vents
Traducción al catalán: Imma Falcó García
640 páginas
24,90 euros
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