CRÍTICA DE LIBROS
'Victoria', el Premio Planeta de Paloma Sánchez-Garnica: polluelos de rapaz
La obra es una mezcla de novela histórica –aunque la autora lo desmienta–, romántica y de espías que adolece de falta de tensión y que lleva excesivamente de la mano al lector
Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Planeta 2024: "El miedo es un gran instrumento en manos del poder, con él puede dirigir a la sociedad hacia donde quiere"
La superventas Paloma Sánchez-Garnica logra el Premio Planeta con una historia de amor en la Guerra Fría
Antes siquiera de empezar la lectura de este libro hay que despojarse del prejuicio, bastante extendido, que hace que nos pueda parecer impostado que una autora de Madrid escriba una novela en la que los personajes son alemanes y estadounidenses, y que suceda en Berlín, Alabama o Nueva York al acabar la Segunda Guerra Mundial y empezar la Guerra Fría. No le ponemos esos remilgos a la literatura extranjera y nos parece completamente aceptable que un autor de Arizona escriba una novela sobre la Francia napoleónica o la guerra de los Bóer.
Aunque Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) desmiente, en una larga y accesoria "nota de la autora" al final del libro, que 'Victoria', ganadora del Premio Planeta 2024, sea una novela histórica –según ella porque los personajes no son cruciales en la gran historia y porque atañe a sentimientos universales–, lo cierto es que nos encontramos con una novela que no solo es histórica, sino que rezuma un persistente tono didáctico que nos lleva desde la caída del nazismo hasta la creación del Muro de Berlín, desde la neutralidad norteamericana en la Segunda Guerra Mundial hasta el macartismo, el Ku Klux Klan y el FBI de John Edgar Hoover. Pero hay que conceder que es también una novela de espías y una novela romántica. Y además, un vehículo narrativo con el que la autora quiere mostrarnos los paralelismos entre las barbaridades nazis y el cruel racismo estructural en Estados Unidos.
Demasiado deprisa
La obra, a la que no se puede acusar de morosa, va despachando los acontecimientos a un ritmo casi vertiginoso. Una brillante matemática, Victoria, sobrevive en el Berlín dividido en sectores de la inmediata posguerra. Por si el lector no está formado correctamente o no ha frecuentado la interminable producción cinematográfica y literaria sobre el Berlín de la época, Sánchez-Garnica nos explica cómo se hizo el reparto del país y de la ciudad por parte de los vencedores. La protagonista vive con su hermana (a la que la genética, siempre tan cruel, no ha dotado con la inteligencia ni la belleza de la primera) y con su hija pequeña, producto de su relación con un militar nazi de los servicios secretos y nada menos que hombre de confianza de Reinhard Gehlen. Por supuesto, la relación se fragua y se consuma antes de la deriva nacionalsocialista de su amante.
Por si el lector tiene la tendencia de adoptar una postura moralizante, nos explicita que las fronteras morales eran difusas. Siempre nos coge de la mano, no sea que nos perdamos
Por unos vericuetos propios de las novelas de espionaje, se hace con una información valiosa (su profesor de física moribundo le entrega unos microfilmes contra la URSS que a su vez le había entregado el padre de su hija) y Victoria ve la oportunidad de salir del país hacia Estados Unidos y dejar de cantar en un cabaret para sacar a su pequeña adelante. El texto también nos muestra cómo la protagonista se ve obligada, ocasionalmente, a ejercer la prostitución para la subsistencia familiar. Pero, por si el lector tiene la tendencia de adoptar una postura moralizante, nos explicita que las fronteras morales eran difusas. Siempre nos coge de la mano, no sea que nos perdamos.
Amor pacato
Ya tenemos a Cenicienta, nos falta el príncipe azul, que en este caso es un abogado de Alabama, de origen alemán, comprometido con los débiles y que se inmola profesionalmente para defender a un hombre negro inocente acusado de un asesinato que no había cometido. Se llama Robert Norton, su hijo y su hermana (y el marido negro de esta) son asesinados por el Ku Klux Klan y él acaba en Berlín haciendo labores de inteligencia. Norton quiere los microfilmes, y ella, pasaportes a América, pero surge el amor, un tanto de cartón piedra ("Victoria, creo que estoy enamorado de ti") y bastante pacato ("Quiero pasar la noche contigo. Necesito tenerte").
Hay una falta de tensión que produce una indolencia impropia de una historia en la que pasan cosas terribles a cada página
Un amor tan fuerte que supera la distancia cuando él vuelve a Estados Unidos y también la incomunicación: la hermana, envidiosa y captada por el bloque soviético, boicotea la relación interceptando las cartas del caballero a Victoria, pero, en un giro nunca visto, no las llega a destruir, solo las esconde para que en algún momento sean descubiertas por nuestra heroína.
A estas alturas –ni la mitad del libro–, ya se acusa una de las carencias de este folletín de espionaje: la frialdad. La novelista no consigue que suframos, quizá porque abrevia demasiado las incertidumbres de la historia. Pero la realidad es que el lector debería sentir algo cuando Victoria esconde unos microfilmes por los que ya han muerto tres personas que ella conocía, o cuando su hermana desaparece un día completo con su hija. Hay una falta de tensión que produce una indolencia impropia de una historia en la que pasan cosas terribles a cada página.
Dos defectos
En la segunda parte, Victoria se traslada a Estados Unidos con su amado pero, chantaje mediante, su hija y su hermana se quedan en la Alemania Oriental. A cambio ella funge de espía desde América. Aquí vuelven a hacerse notorios los dos defectos de la novela.
Por un lado, ser espía involuntaria y ocultárselo incluso a su prometido debería hacernos sufrir, pero todo va rápido. Incluso cuando una compañera del departamento de criptografía de la universidad de Columbia le confiesa que ella también es espía y que lo sabe todo, no tarda ni 10 páginas en ser detenida y desaparecer. Nada nos hace sentir realmente. Ni las acusaciones de comunistas en pleno macartismo, ni su oscura labor clandestina, ni el pasado de Norton que vuelve ferozmente, ni acontecimientos tan violentos como una paliza que dan a Victoria y que hace que pierda a su futuro hijo consiguen emocionarnos. Solo un capítulo en el que no sabemos qué ha sido de nuestra protagonista consigue mantenernos un poco en vilo.
Nada nos hace sentir realmente. Solo un capítulo en el que no sabemos qué ha sido de nuestra protagonista consigue mantenernos un poco en vilo
Por otro, esa necesidad de deglutirnos todo antes de dárnoslo, como una madre rapaz con sus polluelos, penaliza muchísimo el libro. Si el paralelismo entre la Alemania nazi y la América racista ya estaba claro, no es necesario que los protagonistas lo expliciten también. Es un permanente llover sobre mojado e impedir que el lector ponga nada de su parte.
Para acabar, la novela tiene una coda final, una nota de la autora, en la que la ganadora del Planeta nos detalla sus intenciones al escribir esta novela. Por si no nos hubiéramos dado cuenta. Y aunque el texto es un poco pueril, parece ser que los pueriles somos nosotros, que sin sus anotaciones no sabríamos lo que estamos leyendo.
'Victoria'
Autora: Paloma Sánchez-Garnica
Editorial: Planeta
480 páginas. 22,90 euros
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