PERFIL

Salvador Sabrià, cuando "el padre de mi padre" se convirtió en "mi abuelo"

El periodista y escritor egarense relata la historia de Jaume Sabrià Roca, asesinado en octubre de 1936 y cuyos restos nunca han aparecido, en 'L'escriptor de la Seu', obra galardonada con el Premi Carles Rahola de ensayo

"Tanto ahora como entonces, tener a un desaparecido en la familia es un drama. Siempre albergas esperanzas, muchas veces infundadas”, afirma

Pilar Rahola y Salvador Sabrià, Premis Literaris de Girona 2024

El escritor y periodista Salvador Sabrià, autor de 'L'escriptori de la Seu'.

El escritor y periodista Salvador Sabrià, autor de 'L'escriptori de la Seu'. / FERRAN NADEU

INMA GONZÁLEZ

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“Un hombre fuerte, muy alto, el más alto de La Seu d’Urgell decían. Muy querido por sus vecinos, afable, fiestero, pero también trabajador. Y confiado, quizá demasiado, incluso incauto, como demostraron los hechos”. Así describe Salvador Sabrià Pau (Terrassa, 1960) al padre de su padre, Jaume Sabrià Roca, a quien no llegó a conocer, pues murió asesinado en 1936, pero a quien ha logrado ponerle alma –rostro ya tenía gracias a algunas viejas fotos- tras años de indagaciones. Un arduo trabajo que ha plasmado en un libro, 'L’escriptori de la Seu', y que ha sido recompensado con el Premi Carles Rahola de ensayo.

La historia de Jaume Sabrià es la de tantas personas anónimas que estaban en el lugar equivocado en el momento erróneo. A principios de octubre de 1936, en plena revolución anarquista, fue arrestado en La Seu d’Urgell (Lleida) junto al menos otras 150 personas sin motivo claro. “La Guerra Civil había estallado tres meses antes. El que quiso huir ya había huido, al que quisieron matar ya lo habían matado y la gente que se quedó en el pueblo quizá presenció situaciones complicadas y vivía en alerta, pero no atemorizada”, cuenta el autor egarense. 

"En octubre de 1936, el que quiso huir ya había huido, al que quisieron matar ya lo habían matado y la gente que se quedó en La Seu quizá presenció situaciones complicadas y vivía en alerta, pero no atemorizada”, cuenta el autor

Veintitrés de aquellos detenidos, entre ellos Jaume, fueron trasladados al cementerio de La Seu y fusilados de forma clandestina en la tapia del camposanto la noche del 10 de octubre. Un año después, en una investigación promovida por la Generalitat, que llegó incluso a celebrar juicios por aquellos hechos, se exhumaron los cadáveres pero solo aparecieron 22 cuerpos: faltaba el de Jaume. ¿Qué fue de él? ¿Quizá fue asesinado en otro lugar? ¿O logró escapar de la muerte y empezar una nueva vida lejos de su hogar? 

Una losa en la familia

“Su figura siempre ha estado presente en mi casa. Porque, tanto ahora como entonces, tener a un desaparecido en la familia es un drama. Siempre albergas esperanzas, muchas veces infundadas”, revela hoy su nieto. De hecho, su abuela, Josefa Bellera, nunca dio a su esposo por muerto, pero sola y con un niño a su cargo -Jaume Sabrià Bellera, que entonces tenía 13 años- no dudó en huir de posibles represalias: se trasladó a Sant Adrià de Besòs, a casa de su hermana, que estaba casada con un miembro de ERC, con la intención de pasar después a la zona franquista. Durante casi todo el conflicto armado, madre e hijo se refugiaron en San Sebastián y no volvieron a Catalunya hasta 1939. Entonces Josefa removió cielo y tierra, nunca mejor dicho, para encontrar los restos de su marido –no volvió a casarse–, pero sin éxito.

Poco más sabía Salvador de aquellos hechos. Con los años, su padre se convirtió en un prestigioso pediatra que ejerció durante casi toda su vida en Terrassa, se casó y tuvo siete hijos, pero nunca olvidó al hombre que le había dado la vida. Hacia el final de sus días, intentó plasmar negro sobre blanco sus recuerdos, pero solo llegó a escribir “una docena de hojas en una libreta de publicidad de un medicamento”. Aunque habían pasado más de 60 años, “la herida vital seguía abierta y era muy dolorosa”.

“Mi padre apenas escribió una docena de hojas en una libreta de publicidad de un medicamento. La herida vital seguía abierta y era muy dolorosa”, rememora

El manto de silencio solo se levantó, casualidades de la vida, a la muerte del respetado médico, a los 89 años. Un día después de su funeral, cayó en las manos de su hijo Salvador un recorte de una revista andorrana que informaba de la reciente publicación de 'La Seu, 1936', obra del notario Francisco Javier Galindo. Buscó el libro y en sus páginas encontró un párrafo estremecedor: “En una de las matanzas quedó, aunque malherido, uno vivo que se le encontró el sepulturero por la mañana cogido en la verja de la puerta, donde lo remató. Se trataba del señor Jaume Sabrià Roca”.

“Aquella frase me causó un gran impacto emocional, una mezcla de rabia y tristeza. Fue como una bofetada”, subraya Salvador. También fue la espoleta que detonó su interés: se puso a rastrear archivos, leer sumarios, contactar con posibles fuentes… Utiliza la palabra 'fuentes' porque Salvador Sabrià, aún no lo habíamos dicho, es un veterano periodista. Empezó su andadura profesional en Catalunya Ràdio y 'Avui', fue uno de los promotores de la revista tarrasense 'Al Vent', llegó a ser redactor jefe en 'Diari de Barcelona' y también ejerció como jefe de las secciones de Política y Economía en EL PERIÓDICO, donde a principios de 2019 cerró esa etapa profesional ligada a la información diaria.

Descubrimientos y lecciones

“Con 60 años me vi afectado por el tsunami de despidos y también de desencanto que acarrea la prensa escrita desde hace un tiempo”, cuenta. De la noche a la mañana se encontró “prejubilado, con los hijos ya criados y con mucho tiempo por llenar” que se dispuso a llenar desentrañando la historia de su familia. Así descubrió algo que le sorprendió: "El padre de mi padre, además de botero –se dedicaba a hacer botas o pellejos para vino, vinagre o aceite- y fondista –regentó la Fonda Cadí, que requisó la CNT y explotó en febrero de 1939, coincidiendo con la entrada de los nacionales en el pueblo- fue “concejal de la Lliga Catalana entre 1922 y 1923, cuando fue destituido por la dictadura de Miguel Primo de Rivera, un breve periodo de tiempo en el que, sin embargo, participó de forma muy activa en la vida de sus vecinos, como organizador, por ejemplo, de las fiestas mayores”.

El escritorio que Salvador Sabrià heredó de su padre y este del suyo.

El escritorio que Salvador Sabrià recibió como regalo de su padre y este del suyo. / EPC

Y aprendió tres valiosas lecciones: que "nada es blanco o negro, pues en ambos bandos cometieron actos infames amparados por la impunidad"; que "la ley de la memoria histórica es necesaria, porque es el camino que tienen las víctimas de cualquier ideología para pedir justicia", y que "los archivos, los centros de información y sus trabajadores son un patrimonio a preservar y reivindicar”. Pero no descubrió el paradero de Jaume Sabrià.

Llegados a este punto, quizá el lector quizá se pregunte por qué el título 'L’escriptori de la Seu'. “Es un escritorio de madera, con cuatro cajones a la derecha y un espacio para poner las piernas al lado. Pero su principal característica es que la zona dedicada a escribir se puede cerrar con una persiana ondulada de madera –describe Salvador-. Mi abuelo, porque ahora sí es mi abuelo, no solo el padre de mi padre, se lo regaló a su único hijo el día de Reyes de 1936, meses antes de ser asesinado. Y cuando cumplí 40 años, mi padre me lo regaló a mí”.

'L'escriptori de la Seu'

Autor: Salvador Sabrià 

Editorial: Pòrtic Edicions

232 páginas. 19,90 euros