Opinión | ISLAS A LA DERIVA

Periodista y escritora

Olga Merino
Olga MerinoPeriodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Tolstói, "el señor de los pepinos"
El traductor de ‘Guerra y paz’ para Alba rinde homenaje en un ensayo literario al idioma ruso, su paisaje y el gran coloso de la novela del XIX

El escritor ruso León (Lev) Tolstói, montando a caballo. / Museo Estatal Lev Tolstói de Moscú
Un buen día, en la biblioteca de casa, el niño que fue Joaquín Fernández–Valdés encontró un libro de narraciones del mundo que incluía una fábula escrita por León (Lev) Tolstói con una moraleja parecida a la que encierra el cuento de la lechera. La memoria infantil retuvo como ‘El señor de los pepinos’ una obrita que en realidad se llamaba ‘El campesino y los pepinos’. Así que, para él, durante muchos años "Tolstói no fue más que un león que había escrito un cuento sobre un señor y unos pepinos". Quién iba a decirle que varias décadas después la editorial Alba le encomendaría una nueva traducción de ‘Guerra y paz’, que llevaba más de 40 años sin volcarse desde cero al castellano. Salió publicada en 2021: un Himalaya de casi 2.000 páginas y más de 550 personajes.
Un idioma es, ante todo, sonido. Fernández–Valdés, quien además de traductor es pianista profesional, considera que la música y la traducción están íntimamente ligadas y que para traducir es necesario afinar mucho el oído y "sintonizarlo de algún modo con el alma". Su primer contacto auditivo con el ruso supuso un flechazo instantáneo que lo impelió a estudiarlo con ahínco, casi con obsesión, por su belleza y musicalidad. Un idioma caudaloso —qué tortura la endiablada gramática— del que Turguéniev llegó a escribir en 1882: "No puedo dejar de creer que semejante lengua no haya sido dada a un gran pueblo". (Dejemos aparte alguna decepción con el país de Tolstói, que no es cosa de sus gentes).
Momento mágico
El traductor de ‘Guerra y paz’ se hospedó durante ocho veranos en Yásnaia Poliana, la casa señorial donde nació, vivió y está enterrado Tolstói, una hacienda con parques y frescas alamedas, situada a unos 200 kilómetros al sur de Moscú, que acogió sucesivas ediciones de un seminario internacional de traducción literaria que organizaba la respetada intérprete Selma Ancira.
Su primer contacto auditivo con el ruso supuso un flechazo instantáneo que lo impelió a estudiarlo con ahínco, casi con obsesión, por su belleza y musicalidad
En uno de esos congresos en la finca del terrateniente, que solía vestir blusón campesino y zuecos de corteza de tilo, Fernández–Valdés consiguió un permiso especial para tocar con sus manos el piano de Tolstói, después de dos años de gestiones con la casa–museo. Interpretó a Chopin, a Mompou y un vals compuesto por el mismo Tolstói. Un momento mágico, una epifanía vital.
Fruto de esa triple pasión —el idioma ruso, el escritor y su obra magna, ‘Guerra y paz’—, Fernández–Valdés acaba de publicar ‘Traducir a Tolstói. Viaje emocional a Yásnaia Poliana’ (Báltica), que es a la vez literatura viajera, ‘memoir’ y un ensayo literario sobre el monstruo de las letras rusas y sus contradicciones, sobre todo entre su aspiración a una vida ascética y las dos pulsiones que tanto sufrimiento le causaron en su juventud: el juego y el sexo. (Dejaremos también aparte su misoginia, aun cuando supo crear algunos personajes femeninos fascinantes).
Cómo tomar decisiones
El cuaderno de bitácora de la traducción constituye una de las partes más jugosas del libro. ¿Cómo se enfrenta uno a un coloso de la enjundia de ‘Guerra y paz'? ¿Qué decisiones serán las correctas? Algunos ejemplos: qué hacer con las frases en francés, el idioma de comunicación de la nobleza rusa; dónde cotejar el vocabulario bélico y cinegético del siglo XIX; de qué forma imitar la oralidad de los campesinos o la supuesta tosquedad de la escritura de Tolstói, quien detestaba a los "peluqueros" del estilo; cómo ser fiel al texto original sin pegarse en exceso a él, sin que el resultado final suene como un "manual de lavadora".
Después de dos años de gestiones con la casa–museo del escritor, consiguió un permiso especial para tocar con sus manos el piano del autor ruso. Interpretó a Chopin, a Mompou y un vals compuesto por el mismo Tolstói
O bien cómo transcribir los parlamentos de Vasili Denísov, un militar que no sabe pronunciar las erres: "Enviag’emos a la infanteg’ia pog’ abajo, pog’ los pantanos" (en las anteriores versiones al castellano el personaje habla completamente normal, pero pierde grosor y brillo). El libro de Fernández–Valdés decanta cuatro años, quizá toda una vida, de trabajo agotador y apasionante.

'Traducir a Tolstói. Viaje emocional a Yásnaia Poliana'
Autor: Joaquín Fernández-Valdés
Editorial: Báltica
193 páginas. 19,90 euros
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