Opinión | ISLAS A LA DERIVA

Periodista y escritora

Olga Merino
Olga MerinoPeriodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Leonora Carrington, la loca con "el miriñaque de algas"
Pepitas de Calabaza edita un deslumbrante monólogo poético inspirado en la pintora surrealista

Leonora Carrington, en su casa de México en el año 2000. / DANIEL AGUILAR / REUTERS
Cuando se cumple un siglo del ‘Manifiesto del surrealismo’ de André Breton (15 de octubre de 1924), quizá viene a cuento recordar, volviendo la vista atrás, cuán poco se hablaba en el instituto, en la universidad luego, de la nómina de mujeres que engrosó aquel movimiento que, tras el cataclismo de la primera guerra mundial, quiso explorar una relación nueva con el mundo desde la libertad y el sueño. Siempre, pues, será un acto de justicia hablar de artistas como Leonora Carrington (Lancashire, Inglaterra, 1917–Ciudad de México, 2011), a quien el dramaturgo y poeta Alberto Conejero acaba de rendir homenaje con un hondo poema dramático (o monologo poético). Se titula ‘Leonora’ (Pepitas de Calabaza), como la novela que le dedicó en su día la mexicana Elena Poniatowska.
Un espíritu rebelde e imaginativo, destinada a crecer como la rica heredera de un magnate de la industria textil, supo desde bien pequeña que era ‘diferente’, que quería ser artista y que tendría que romper muchas ataduras y expectativas para convertirse en una mujer libre: "He sobrevivido a tantos naufragios que ahora el mar me pertenece". En la biografía de la pintora y escritora, británica pero de corazón mexicano, se entrecruzan los grandes avatares del siglo XX, desde el ascenso de los fascismos y la Guerra Civil española hasta el exilio en México y la emergencia del continente latinoamericano como potencia creadora.
Flechazo instantáneo
Cuando apenas tiene 19 años, conoce en Londres al pintor alemán de origen judío Max Ernst en un encuentro fortuito en el que ambos quedan atravesados por un flechazo instantáneo. Ante el asedio de la familia aristocrática de Leonora, se escapan al París de entreguerras, donde frecuentan los círculos del surrealismo (Breton, Dalí, Picasso, Man Ray) y dan rienda suelta a su creatividad. De aquellos años data una de sus mejores obras, ‘Autorretrato (la posada del caballo del alba)’, donde la artista se pinta con pantalones y chaquetilla de amazona, la cabellera suelta; detrás de su figura, un caballo–balancín de juguete; en la ventana, otro caballo blanco al galope, como representación de sus múltiples huidas; y a sus pies, una hiena hembra con las ubres henchidas, símbolo del instinto animal.
Espíritu rebelde e imaginativo, destinada a crecer como la rica heredera de un magnate de la industria textil, supo desde bien pequeña que era ‘diferente’, que quería ser artista y que tendría que romper muchas ataduras
El ensueño se trunca en 1939, cuando el régimen de Vichy arresta a Max Ernst en tanto que ciudadano alemán; Leonora consigue liberarlo pero lo detienen de nuevo. Con la invasión nazi, la artista, sola y desesperada, decide atravesar los Pirineos con la idea de conseguir que en Madrid estamparan un visado en el pasaporte de Max, pero la España de Franco, recién salida de la guerra, casi destruye por completo su mundo imaginario y afectivo.
Días de pesadilla
Un día, en un café, cuatro requetés carlistas la miran, se la llevan, la meten a empujones en un coche y la conducen hasta una casa donde la violan uno detrás de otro; luego la abandonan semidesnuda en el parque del Retiro. Leonora sufre alucinaciones, un brote psicótico. El padre mueve hilos a través de la embajada y la encierra en un sanatorio en Santander, a merced del médico sádico Mariano Morales. Le inyectan Cardiazol, la atan, la torturan. La pesadilla de aquellos días, que volcó en ‘Memorias de abajo’ (Alpha Decay), deja al lector sin aliento.
El poema de Conejero parte de ese texto libremente para hacer alquimia del dolor e imaginar cómo la artista junta sus pedazos. Leonora rota. "La bruja. La perdida. La musa de sí misma. La diosa blanca, Iris, la sin vida. La ultrajada, la gitana, la acróbata; la loca con el miriñaque de algas sollozando en los palacios oscuros". Sería un acierto ver un día sobre las tablas la dramatización de este bello monólogo. El autor vislumbra el montaje con una o varias actrices, quizá acompañadas de cinco hombres, cinco caballos —cómo no— y cinco violines.

'Leonora'
Autor: Alberto Conejero
Editorial: Pepitas de Calabaza
96 páginas. 14,90 euros
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