Opinión

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Javier García Rodríguez
Javier García RodríguezEscritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo
Dos orejas y rabo: entretenimiento y cultura
Del uno a la otra creemos movernos como pez en el agua, pero no sabemos muy bien si esto es agua

David Broncano, con su bombo, en ‘La revuelta’. / EPC
Resulta que la novedad es que un tipo se sube al escenario a golpear un bombo con los colores de la bandera de España, un bombomanolo o bombonolo. El entretenimiento es una vuvuzela camuflada de flauta travesera, es un pedo en sordina lanzado a traición en el silencio de un dormitorio en un campamento de verano, es una concentración de frikis que no podría superar ni la recua de rarezas que sacaba de debajo de las piedras la tribu de Pepe Navarro.
El entretenimiento es unos tontos de feria que juegan a no ser tontos, que practican el onanismo chistoso y bobino, que se dejan insultar, aplaudir, jalear porque la tontuna es el estado líquido de la supervivencia, es unas maniobras militares donde tú eres el objetivo, es un dame pan y llámame tonto. El entretenimiento es hacer gracia casi en 'prime time', casi en 'access', casi en exceso.
No todo es tan sencillo
Y mientras, el ministro Ernest Urtasun les niega la mano a los toreros porque la cultura es lo que él quiere que sea. O les niega el aplauso. Por decreto decidirá lo que es asumible, humano, defendible, correcto, subvencionable. La mano de los toreros está ensangrentada, ensucia las cosas bonitas de la vida, deja manchas indelebles. El torero es un verdugo, decreta el gabinete del ministro. Su arte es un estoconazo hasta la bola, diría, si supiera.
El ministro Ernest Urtasun les niega la mano a los toreros porque la cultura es lo que él quiere que sea. Por decreto decidirá lo que es asumible, humano, defendible, correcto, subvencionable
Pero Leila Guerriero y el resto del jurado del Festival de Cine de San Sebastián premian 'Tardes de soledad', la película de Albert Serra. Y el Kursaal enmudece un poco, se incomoda, aplaude por compromiso, agacha la testuz tras ese tercio de varas. Y todo el mundo, incluidos el ministro y su gabinete, al rincón de pensar, a volver a la casilla de salida, donde no todo es tan sencillo como decir "de oca a oca y tiro porque me toca".
Mi primera ficción
Del entretenimiento a la cultura creemos movernos como pez en el agua. Pero no sabemos muy bien si esto es agua (ay, Dave Wallace, cada vez más olvidado), si podemos caminar sobre las aguas milagrosamente, si el agua purifica, si el agua que no has de beber, déjala correr o si hemos de dar el ¡Agua! a voz en grito como los trileros cuando ven que se acerca la pasma.
Andábamos todos como una moto cuando nos ha pillado la bronca de manera inesperada. En fin. Nada te turbe, nada te espante, como nos enseñó la santa. Y si me apuran, dejémonos llevar por la publicidad, que es la marca de lo real: "Quien a Dior tiene, nada le falta". De niño, había en el comedor de mi casa –no había salón ni cuarto de estar– unas banderillas reales a manera de adorno. Las retiró mi madre con cierto escándalo. Las echo de menos. Fueron mi primera ficción. El aviso de lo que nunca llegaría a ser.
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