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Literatura

Mariàngela Vilallonga publica los poemas que escribió en Nueva York hace 20 años: "Es el retrato interior de mis 50"

La catedrática emérita de filología latina de la UdG, ex consellera de Cultura y actual presidenta de la Fundación Prudenci Bertrana debuta como poeta

La escritora Mariàngela Vilallonga.

La escritora Mariàngela Vilallonga. / EPC

David Pagès i Cassú

Girona
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La latinista Mariàngela Vilallonga (Girona, 1952) es una persona a la que, a la hora de atribuirle una etiqueta profesional, podemos definir de muchas maneras debido a su condición polifacética. En esta ocasión, la palabra que le corresponde es «poeta», ya que la ex consellera de Cultura de la Generalitat y actual presidenta de la Fundación Prudenci Bertrana acaba de publicar su primer poemario, 'Retrat interior' (Proa), con poemas escritos entre Girona y Nueva York entre 2003 y 2009.

'Retrato interior' llega en su madurez. Ha hecho caso a la escritora Aurora Bertrana cuando decía: «Lo primero que hay que hacer con la vida es vivirla y después, por si acaso, escribirla con conocimiento de causa»

De hecho, lo escribí entre los años 2003 y 2009, lo que significa que es el retrato interior de mi cincuentena. En un ejercicio de distorsión de los tiempos, aparecen publicados ahora que he vivido mucho más. Pero esos años fueron intensos y los escribí, sí, con conocimiento de causa.

También ha tenido presente a Horacio, que recomendaba que los textos deben guardarse nueve años para ver si merecen ser expuestos a la luz pública...

Ahora me he dado cuenta de que he sido fiel, por exceso, a esta recomendación de Horacio a su 'Ars poetica'. Los tenía en un archivo del ordenador, como si dijéramos al baño maría, y también impresos al fondo que di en la biblioteca de la Universidad de Girona, donde continúa el manuscrito original. Para publicarlos, les di el título que les corresponde de verdad, 'Retrat interior'. Lo tomé del título de un poema de la recopilación 'Poemas franceses' de Rainer Maria Rilke, que traduje y publicé en 2011.

¿Se ha reconocido plenamente en su voz de hace veinte años?

Sigo encontrando mi voz en estos versos. Yo he envejecido, los poemas, no, tienen la frescura de cuando los escribí. Me reconozco y me acuerdo escribiendo los poemas, las circunstancias que me motivaron a escribirlos, los lugares y las situaciones. Escribir es recordar y publicar lo que has escrito hace años permite un doble recuerdo.

¿Qué razones le llevaron a la elaboración de estos poemas y a su posterior publicación?

Cada época de la vida te lleva a expresarte de una u otra forma. Aquellos años me contaba a mí misma a través de la poesía. En un momento determinado cerré y ordené los poemas. Hace un par de años se los leí a mi marido y me espoleó a editarlos. Los envié a mi amigo Lluís Muntada. Lo que me dijo, generoso como es, me afianzó en la idea de enviarlos a Josep Lluch, el editor, que me dio la alegría de querer publicarlos.

¿Qué Mariángela Villalonga encontrará al lector en este retrato interior?

La que conoce, la profesora de latín de tantos estudiantes de la Universidad de Girona, y una más íntima que dice pero no dice sus vivencias personales, sus sentimientos, sus emociones hechas literatura. La Mariángela que reflexiona sobre la vida y la muerte, el amor y el desamor, las presencias y las ausencias, las pérdidas y las ganancias, la comunión con la naturaleza.

Una comunión que está llena.

El paisaje es fundamental como persona. Nací en una casa con jardín, compramos la casa de Romanyà, y allí escribí sobre árboles. Me sabía todas las plantas no sólo del jardín, sino del camino de Romanyà a Llagostera, admiraba los cambios de las estaciones. Siempre fue una necesidad interior la que me impelió a fundirme con la naturaleza que me rodeaba. Mis padres me enseñaron a amar la naturaleza, la tierra. He pasado muchos años creando itinerarios literarios. He reflexionado sobre la relación entre la literatura y el paisaje. Hicimos un atlas literario.

Por tanto, no ha hecho poesía hermética, ni experimental. Habla de su experiencia vital.

Sí, puede ser la experiencia de cualquiera de nosotros, cambiando las circunstancias, el decorado, los protagonistas. He hurgado en los repliegues de mi alma y he desplegado mi verdad íntima, mi esencialidad, que por eso puede convertirse en universal, en el tiempo y en el espacio.

La huella de los clásicos aparece en diferentes poemas.

Es inevitable. Los clásicos latinos van conmigo, los tengo interiorizados, tantos años explicándolos en clase. Me salen espontáneamente en las conversaciones, están presentes en mi vida cotidiana.

Lluís Muntada, el día de la presentación, afirmaba que el libro recoge noventa breves poemas escritos con rima libre y con una «sencillez trabajada», lo que también nos remite a esa cita de Mercè Rodoreda: «Escribir bien cuesta. Por escribir bien entiendo decir con la máxima simplicidad lo esencial».

Cuesta, y tanto si cuesta. Mis límites son los de mi lenguaje, afirmaba Wittgenstein. Si volvemos a Horacio, en una de las odas que explica su proceso de creación y su imposibilidad de escribir poesía como la de Píndaro, dice que hace como la abeja que chupa el néctar del tomillo, vuelta por la espesura del bosque y elabora poemas trabajosos.

En relación a algunos poemas, usted dice que, pese al «Lenguaje transparente, no todo el mundo sabrá qué hay detrás». ¿A qué se refiere exactamente?

La poesía carece de contexto, a diferencia del cuento o de la novela, o de las memorias. Si hubiera querido contar mi vida habría escrito mis memorias o una autobiografía. Dejé constancia de lo esencial de las experiencias que vivía. El lector puede encontrar también sus verdades personales, a través de las mías.

El poemario está dedicado "A ella".

Desde sus inicios, el volumen ha estado dedicado «A ella». ¿La que le escribía le dedicó a la que lo vivía? Siempre me pareció un enigma. Hoy tiene más sentido que nunca esta dedicatoria. Mi nieta Brunilda nació el día 6 de octubre del 2020. Acaba de cumplir cinco años. Cuando yo los cumplí, mi madre me escribió un poema. El día 8 de octubre de 2025, llegó a las librerías este mi primer libro de poemas. Por eso, ahora, esa «ella» de hace tantos años debe ser mi nieta. La vida, como tantas veces, me ha hecho un nuevo regalo con todas las sincronicidades que me admiran y sorprenden.

Nos imaginamos que este camino emprendido tendrá continuidad.

Pues mira, sí. Me exalta y me exulta tener este libro en sus manos. Y ahora he vuelto a escribir poemas.

¿Nos puede hablar de la pared pompeyana de la cubierta?

Es una pared pompeyana, sí, la del friso de los amorcillos de los oficios de la sala grande de la Casa de los Vetii, amorcillos vinateros, amorcillos perfumistas, amorcillos orfebres. Son del cuarto estilo pompeyano, que lo llaman, y se sitúan entre el 60 y el 79 después de Cristo. Los amorcillos se pintaban en las paredes para alejar el dolor de ojo o las envidias, que tanto hacían sufrir a los escritores romanos, como aparece en sus obras. Que los amorcillos hagan su trabajo y protejan a los noventa y tres poemas que forman el volumen.

El libro es también una expresión de agradecimiento a la existencia. ¿Qué le ha enseñado la vida?

A vivirla y a querer vivirla.

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