Estreno de cine
Fama, afonía y alcohol: Leiva se enfrenta a sus demonios
'Hasta que me quede sin voz' es una de las películas que podrán verse en el Festiva In-Edit el próximo viernes 24 de octubre, a las 21:45 h, con la presencia de Leiva, los directores, Lucas Nolla, Mario Forniés, y el guionista, Sepia

El cantante y compositor Leiva durante un concierto en Zaragoza. / Javier Cebollada / EFE

"Ahora sólo vivo envuelto en orgías de selfies, revirtiendo depresiones post gira. No he dormido de un tirón desde hace meses, mi cuestión con el alcohol crece. Será que necesito ayuda". Son algunos de los versos que Leiva canta en ‘Hasta que me quede sin voz’, tema principal del documental homónimo sobre su vida y su carrera que acaba de llegar a los cines, y en el que reciben especial atención sus problemas para gestionar la fama. “La exposición pública me ha vuelto más y más introvertido”, nos confiesa el cantante y compositor madrileño. “He tenido que hacer mucha terapia para lidiar con la pérdida del anonimato. Yo nunca tuve grandes ambiciones respecto a mi carrera, me bastaba con vivir de la música, tal vez como batería en una banda”. En lugar de eso, Leiva ha publicado 12 álbumes de estudio que han vendido millones de copias, ha llenado estadios en España y América, ha ganado dos premios Goya, ha sido productor de Joquín Sabina y telonero de los Rolling Stones. “Sé que no puedes conseguir todas esas cosas y al mismo tiempo pretender que no te conozcan, y lo asumo, pero no lo disfruto”.

Leiva en la 73 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde el pasado 25 de septiembre presentó el documental 'Hasta que me quede sin voz'. / Javier Etxezarreta / (EPA) EFE
Dirigida por Lucas Nolla y Mario Forniés, ‘Hasta que me quede sin voz’ repasa casi dos años en la vida de José Miguel Conejo Torres -ese es su nombre real-, desde que se encontraba en medio de su más reciente gira a finales de 2023 hasta el proceso de creación de su último disco, ‘Gigante’, publicado el pasado mes de abril. “Durante el primer año de filmación, estuve muchas veces tentado de apearme del proyecto porque me sentía muy incómodo, y muchas de las escenas de la película me resultan embarazosas”, confiesa Leiva. “Valoro mucho mi privacidad, y hago cuanto puedo por preservarla, aunque sé que es imposible controlar la imagen que los demás proyectan sobre mi”. El músico asegura que dio acceso y libertad creativa total a los directores. “Solo puse una condición: el documental no podía ser una hagiografía ni dedicarse a hacerme promoción o autobombo”.

Leiva en su último concierto en Zaragoza. / CARTV / Europa Press
De hecho, y como su título indica, el relato de ‘Hasta que me quede sin voz’ gira alrededor de la grave lesión que Leiva sufre en una de sus cuerdas vocales, que desde hace tiempo lo obliga a pasar por el quirófano meses antes de empezar una gira o meterse en el estudio, y a convivir con la amenaza de la afonía. "Es obvio que yo no tengo una voz extraordinaria, y por eso desde siempre he sabido que mi gran baza como intérprete son las historias que cuento en mis canciones”, comenta. “Pero mi voz no solo es mi principal medio de expresión sino también la principal fuente de ingresos tanto para mí como para quienes trabajan conmigo y sus familias, y el problema que tengo es irreversible. Obviamente, es motivo de angustia”. A lo largo de la película, el cantante aparece en sucesivas consultas médicas, midiendo cada nota durante los ensayos, y sometiéndose a obligados votos de silencio tras pasar por el quirófano. “Me pareció importante explicar a la gente lo que me pasa, para que entiendan los ajustes que he tenido que hacer a la hora de planificar mis conciertos”.
A diferencia de tantos otros documentales musicales, ‘Hasta que me quede sin voz’ no incluye grandes secuencias de conciertos ni repasa al detalle el repertorio de Leiva, y no incorpora entrevistas de compañeros de profesión o expertos sino que mantiene la cámara pegada en todo momento al músico. Lo sigue en la carretera, en ensayos y sesiones de grabación, y lo contempla tanto en escenas familiares como en momentos de soledad, y mientras cuida su huerto o juega al fútbol con sus amigos del barrio de Alameda de Osuna. “Mi vida carece de glamur, y así es como yo quiero que sea”, reconoce el autor de ‘Terriblemente cruel’ y ‘Como si fueras a morir mañana’. “Cuando me junto a comer con mi familia, en la mesa no hablamos de mis canciones sino de cosas que realmente importan, como los problemas de mi padre o el trabajo de mi hermana”.
La película rememora los comienzos de Leiva durante la adolescencia en su primera banda, Malahierba, y repasa su etapa a bordo del dúo Pereza junto a Rubén Pozo, caracterizada por un éxito meteórico a principios de los 2000 seguido de un desgaste a causa de la presión y los excesos que acabó en amistosa ruptura. Después de eso llegaron la incertidumbre y las dudas frente a una nueva carrera como solista y, después, un lento proceso de consolidación como una de las figuras más reconocidas del pop-rock español. “Cuando tuve que empezar otra vez de cero, no lo llevé bien”, recuerda. “Y me vino bien tener que enfrentarme al fracaso, porque la verdad es que hasta entonces yo era un cretino”. Asegura que por entonces contó con la misma aliada que lo ha acompañado desde el principio: la suerte. “No creo mucho en la meritocracia, no todo se consigue con esfuerzo y tesón. Sí, yo me he roto la espalda en la carretera desde que tengo 16 años, pero muchos de los momentos que han cambiado el rumbo de mi vida han estado fuera de mi control”.
El primero de esos episodios le sucedió con solo 13 años cuando, mientras él y su primo jugaban con una pistola de perdigones que creían descargada, el otro apretó el gatillo y le voló un ojo; la fortuna quiso que no sufriera daños mucho peores. “Yo era un niño muy trasto, siempre con heridas y huesos rotos”, afirma Leiva al principio de ‘Hasta que me quede sin voz’, y posteriormente esa hiperactividad ha sido uno de sus motores creativos pero también motivo de los ataques de ansiedad que padece desde los 15 años, y que a su vez están en la raiz de otro problema. "Me bebo una botella de vino al día en casa desde hace muchos años", explica el músico. “Hoy son diarreas e inflamaciones, pero en un tiempo estaremos hablando de otra cosa”, le advierte una doctora en un momento del documental. Él es consciente de que el estilo de vida que el rock favorece no es bueno para su salud, pero reivindica su necesidad de seguir saliendo a buscar canciones en la calle, en los viajes y en la noche aunque eso signifique que un día quizá su voz no dará más de sí. “Si eso ocurre, será una faena, pero me adaptaré”, asegura. “Puedo ganarme la vida produciendo a otros artistas o componiendo para ellos, y siempre puedo volver a tocar la batería. Sea como sea, siempre seguiré haciendo música”.
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