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Cultura y denuncia

Cancelación, escrache, boicot: las claves de cómo ha cambiado la protesta

La irrupción de las redes sociales ha cambiado cómo protestamos, aunque la mayoría de expertos señalan la importancia del activimo sin algoritmos de por medio, en la calle y las urnas

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Protestas en Illinois contras las redadas antiinmigración de Trump.

Protestas en Illinois contras las redadas antiinmigración de Trump. / Ashlee Rezin / AP

Leticia Blanco

Leticia Blanco

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¿Qué es la cancelación?

El Oxford English Dictionary introdujo una nueva definición coloquial del término en 2021 para cancelar: “Descartar, rechazar o deshacerse de una persona o cosa. En su uso posterior, especialmente en el contexto de los medios sociales: boicotear, excluir o retirar el apoyo públicamente a una persona, institución, etc. que se considera que está promoviendo ideas culturalmente inaceptables”. La primera vez que se escuchó la palabra fue en el reality show ‘Love and Hip-Hop: New York’ en 2014, cuando en uno de los episodios uno de los personajes le dice a su novia: ‘¡Estás cancelada!. El término se filtró en Black Twitter (el espacio en X de la comunidad afroamericana) y fue adquiriendo popularidad como un arma léxica para galvanizar la oposición a las supuestas ofensas.

¿En qué se diferencia del escrache?

El escrache tiene su origen político en Argentina, cuando en los años 90 los hijos de los detenidos y desaparecidos durante la dictadura de Videla señalaban en público a los represores, torturadores y asesinos que gozaban de total impunidad tras los indultos de Carlos Menem. En su ensayo ‘Transformar no es cancelar’, el filósofo Antonio Gómez Villar explica que a diferencia de la cancelación, la acción era una “protesta excepcional” y no un fin en sí mismo, sino un medio.

¿Y del boicot?

El boicot es una medida de protesta social a través de la presión económica (para algunos es sinónimo de consumo ético o responsable) que anima a no comprar o establecer una relación comercial con una persona o empresa que es moralmente reprobable. Tiene un largo historial de episodios de éxito: en Estados Unidos se boicotearon en el siglo XIX los productos hechos por esclavos, Gandhi promovió el boicot contra los productos británicos en la India de inicios del siglo XX y el boicot directo a varias empresas en la década de los 80 influyó directamente en la abolición del apartheid en Sudáfrica. Es la estrategia que emplea BSD (Boicot, Desinversiones y Sanciones), un movimiento propalestino que aboga por una campaña global para incrementar la presión económica y política sobre Israel, con el fin de que cumpla las leyes del derecho internacional.

¿Quién ha sido cancelado?

La lista es larga y tan variada como las acusaciones. Harvey Weinstein fue una de las primeras figuras poderosas que fue cancelado por el huracán #MeToo y hoy cumple condena en la cárcel por violación tras varios juicios. Otras figuras supuestamente canceladas como la escritora J. K. Rowling, el cómico Louis C.K. o el barítono Plácido Domingo siguen con sus carreras aunque hayan perdido presencia mediática. Las voces críticas con la cancelación argumentan que individualizar las denuncias y atacar a las “manzanas podridas” no contribuye a largo plazo a desmantelar las injusticias estructurales del sistema. Las relaciones de poder que permiten el racismo, el machismo o la desigualdad no cambiarán por el hecho de cancelar a un racista o un machista famoso.

¿Quiénes son sus enemigos?

La contraola reaccionaria a causas tan nobles como el movimiento feminista, los derechos de las personas trans o el Black Lives Matter ha sido colosal. La derecha ha hecho de su lucha contra las políticas identitarias de la izquierda (lo que muchos llaman cultura woke, que defiende los derechos de las minorías) su causa principal. Para el politólogo Umut Özkirimli, autor de ‘Cancelados. Dejar atrás lo woke por una política más progresista’ (Paidós), “la cultura de la cancelación en sí no ha terminado, y nunca terminará. La censura y la caza de brujas son fenómenos centenarios. Son un sello distintivo del pensamiento de derecha y de los movimientos fascistas. La derecha nunca ha defendido la libertad de expresión, como afirma hacer. Y lo vemos ahora. Hay personas que pierden sus trabajos, son enviadas a prisión o incluso deportadas por, por ejemplo, ser pro-Palestina o por creer en la igualdad racial y los derechos LGBTQ. En ese sentido, entramos en una nueva era”.

Y la izquierda, ¿qué opina?

Como siempre, está dividida. Ante el auge de la extrema derecha en todo el mundo, algunos pensadores de la llamada izquierda anti-woke han empezado a criticar la cultura de la cancelación. El ensayo 'La izquierda no es woke' (Debate) de la filósofa norteamericana Susan Neiman se ha convertido en un fenómeno editorial en todo el mundo, con traducciones al farsi y al tailandés. "Mucha gente está indignada por los pequeños cambios simbólicos de la agenda 'woke' en una época en la que la distancia entre pobres y ricos es más fuerte que nunca", denuncia Neiman. Pero, ¿acaso defender las causas que ha ignorado la izquierda clásica como el feminismo o los derechos de las personas trans explica el auge del ultranacionalismo en todo el mundo y la derecha más vengativa? ¿Tiene sentido culpar a la lucha por la igualdad y los derechos de los más vulnerables del retorno del autoritarismo y el retroceso en derechos y libertades?

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