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Cine

Clasificado S: cuando 'Sueca bisexual necesita semental’ hizo más dinero en taquilla que ‘Volver a empezar’ de José Luis Garci

El documental ‘Clasificado S: transgresión en la Transición’ recuerda un periodo en el que, bajo ese paraguas, las salas de cine españolas se llenaron de desmembramientos y decapitaciones, y en el que la representación del sexo dejó de ser un pecado para convertirse en una expresión de libertad

El cartel de la pelícla 'No me toques el pito que me irrito'.

El cartel de la pelícla 'No me toques el pito que me irrito'. / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

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Hace mucho tiempo, antes de llenar estanterías con sus premios Goya, de competir en festivales como los de Cannes y Berlín y de que sus películas fueran elegidas para representar a España en la carrera hacia el Oscar, Isabel Coixet hizo cine de destape, y de zombis, todo a la vez. A los 19 años, concretamente, la directora barcelonesa dio su primer paso en la industria escribiendo el guion de ‘Morbus (o bon profit)’ (1983), una película de muertos vivientes, científicos locos y sectas satánicas salpimentada con humor, dosis generosas de desnudos y alguna escena de frotamientos grupales. La dirigió el también debutante Ignasi P. Ferré, y hoy se considera una de las películas más inclasificables e inverosímiles entre las alrededor de 400 que, entre 1977 y 1983, recibieron en España la S, categoría del nuevo sistema de calificación por edades aprobado por el gobierno de Adolfo Suárez para agrupar todas aquellas películas especialmente explícitas en su contenido violento, sexual o político.

El objetivo era proteger la sensibilidad del espectador y, en concreto, calmar los ánimos de una parte del país que añoraba el franquismo y temía la supuesta amenaza que el fin de la censura representaba para la moral católica. Recién estrenado en España a través de Movistar+, el documental ‘Clasificado S: transgresión en la Transición’ recuerda un periodo en el que, bajo ese paraguas, las salas de cine españolas se llenaron de desmembramientos y decapitaciones, y en el que la representación del sexo dejó de ser un pecado para convertirse en una expresión de libertad.

Dirigida por Alberto Sedano y vehiculada tanto por la narración del músico Iggy Pop como por una sucesión de entrevistas con cineastas como Álex De la Iglesia o Gaspar Noé y de expertos como el historiador Luis E. Parés o el guionista Álex Mendíbil, la película recuerda que el embrión del cine S se desarrolló desde principios de los años 60, cuando la decisión del gobierno franquista de invertir en una producción cinematográfica que fuera fácilmente exportable al extranjero permitió la aparición del género conocido como ‘fantaterror’, libidinoso y chorreante de sangre. Aunque altamente vigiladas por el régimen -algunas de ellas eran rodadas dos veces, con el fin de incluir desnudos en su versión destinada al mercado internacional-, muchas de aquellas producciones se sirvieron de él para atacar entre metáforas al aparato represor.

Entre ellas destacan varias de las dirigidas por Narciso Ibáñez Serrador, como ‘La residencia’ (1969) y ‘¿Quién puede matar a un niño?’ (1976), uno de los últimos títulos censurados en España. También películas de Eloy de la Iglesia, sin duda uno de los autores más radicales y rompedores de este país, que en ‘La semana del asesino’ (1972) mostró la primera relación abiertamente homosexual del cine español y que ya en la Transición estrenó ‘El sacerdote’ (1978), crítica despiadada a la Iglesia Católica que incluía imágenes perturbadoras de desnudos infantiles y zoofilia.

Si en los primeros años posteriores a su aparición era considerada un estigma, desde el inicio de los 80 la S se convirtió en una etiqueta que atraía a un público que en buena medida entendía el consumo de ese cine como una forma de subversión. Las películas que la exhibían invadieron las carteleras con ímpetu, en buena medida gracias a sus dosis de sexo -gay o herero, de vocación reivindicativa o diseñado para señores babosos- y sin duda ayudadas por la creatividad exhibida por sus responsables a la hora de ponerles títulos como ‘El fontanero, su mujer y otras cosas de meter’ (1981), ‘No me toques el pito que me irrito’ (1983) y por supuesto ‘Sueca bisexual necesita semental’ (1981), sobre la que el documental destaca que hizo más dinero en taquilla que la ganadora del Oscar ‘Volver a empezar’ (1981), de José Luis Garci, que se estrenó al mismo tiempo.

Entre los títulos a los que ‘Clasificado S’ presta especial atención figuran rarezas como ‘Dimorfo’ (1980), que se inspiró en el Pasolini de ‘Teorema’ (1968) para mezclar nazismo y alusiones veladas a la identidad trans, o ‘Animales racionales’ (1983), relectura del Génesis que hablaba del fin de una civilización y el inicio de una nueva en clara alusión a la Transición. Asimismo, destaca a tres directores especialmente prolíficos durante el periodo.

A un lado sitúa a Jesús Franco -ganador del Goya de Honor en 2009 y uno de los cineastas esenciales de la cinematografía española- y a José Ramón Larraz -autor de ficciones como ‘La visita del vicio’ (1978), variación del mito Emmanuelle ambientada en el mundo del flamenco-, que habían ganado reconocimiento fuera de nuestro país durante la dictadura y regresaron tras el fin de la censura; en el otro coloca a Ignacio F. Iquino, que había florecido como director bajo el amparo del franquismo y que en la Transición se especializó en películas que explotaban el sexo con intención moralizante, como ‘Los violadores del amanecer’ (1978). Él, obviamente, no fue el único; el documental menciona otras producciones de la época, entre ellas ‘Bacanal en directo’ (1979) y ‘Más allá del terror’ (1980), como ejemplos de un cine lleno de sexo o violencia y claramente reaccionario.

Asimismo, en él se señala ‘Poppers’ (1984) como la más destacada de las últimas películas S. Dirigida por José María Castellví, usaba la historia de cinco millonarios que organizan una cacería humana para oponer simbólicamente la España de la dictadura de la España democrática; su reparto incluía al actor Alfredo Mayo, que en su día había combatido en la Guerra Civil en el bando nacional y protagonizado ‘Raza’ (1941) para promocionar el régimen franquista.

Cuando ‘Poppers’ llegó a los cines, ya había entrado en vigor la llamada Ley Miró -impulsada por la cineasta Pilar Miró, por entonces directora general de Cinematografía-, que sustituía la clasificación S por la clasificación X para las películas de contenido pornográfico o extremadamente violentas; también instauraba un sistema de ayudas a la producción basado en criterios de calidad puramente subjetivos y diseñado para acabar con ese cine de sangre y tetas que no era visto como una carta de presentación adecuada para un país decidido a abrirse culturalmente al mundo. ‘Clasificado S’ sostiene que, para pagar la respetabilidad que ganó con la nueva norma, el cine español perdió una forma de radicalidad y afán subversivo que nunca ha recuperado.

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