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Tándem experimental

Niño de Elche y Raül Refree advierten de la obsesión con el algoritmo: “Estamos perdiendo a gente valiosa que cae en ese hoyo”

Ambos músicos se alían en su primer álbum conjunto, ‘Cru+es’, una inmersión en la trascendencia espiritual con un tratamiento electrónico enrarecido, porque “lo roto y lo sucio puede ser bellísimo”

El Niño de Elche y Raül Refree, juntos ahora en el álbum ‘Cru+es', en Madrid el pasado 10 de octubre.

El Niño de Elche y Raül Refree, juntos ahora en el álbum ‘Cru+es', en Madrid el pasado 10 de octubre. / Xavier Amado

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

Barcelona
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Cuando el Niño de Elche y Raül Refree tocan juntos perciben “una sensación de trance, de abandonar el ego, el propio y yo, y pasar a formar parte de algo difícil de explicar”, cavila el guitarrista barcelonés, aun asumiendo “el riesgo de que eso suene new age”. De esa confluencia en aras de algo más grande sale ‘Cru+es’, el álbum que apunta a más allá del mundo terrenal y que, añade el cantaor, “trata de la idea de trascendencia, de la vida y la muerte, y de la conjunción de las pequeñas cosas”.

Ambos han llegado hasta aquí tras un largo camino de conocimiento mutuo, que arrancó cuando ambos coincidieron en el álbum ‘El niño’ (2014), de Rocío Márquez. “Ahí, tuve la sensación de estar viendo alguien haciendo algo que no había visto antes”, recuerda Refree en referencia a la intervención del Niño, Francisco Contreras, en un tema con música de los tres, ‘Los esclavos’. “Hizo una enumeración medio cantada, medio susurrada, y chillada, que fue una locura. Ahí pensé que teníamos que hacer cosas”. El vínculo se desarrolló, sobre todo, a partir de la ‘Antología del cante flamenco heterodoxo’ (2018), del Niño de Elche. “Un trabajo arduo, estrepitoso, complejo, que gracias a Raül salió a flote”.

Imaginería religiosa

Les une una visión de la música ajena a virtuosismos. “Ni él se siente un cantante, ni yo, un instrumentista. No nos interesa la técnica por la técnica, y el demostrar nada, ni el qué dirán. La idea de hacer algo bien o mal no existe para nosotros, porque es algo muy relativo. Pensamos primero en el concepto, en la unión y en lo que queremos transmitir”, medita Raül Refree. En ‘Cru+es’, un álbum que tiene como precedente el espectáculo ‘Ecstasis’, con abundante improvisación, ambos se propusieron articular un repertorio “en formato canción”, de “composición más fotografiada que pautada”, dice el Niño, a partir de “la espiritualidad, la música sacra y la imaginería religiosa”.

El Niño de Elche y Raül Refree, juntos ahora en el álbum ‘Cru+es', en Madrid el pasado 10 de octubre.

El Niño de Elche y Raül Refree, juntos ahora en el álbum ‘Cru+es', en Madrid el pasado 10 de octubre. / Xavier Amado

En ‘Cru+es’ sientes la resonancia de los siglos de pensamiento trascendente, desde los místicos de otro tiempo hasta pensadores contemporáneos como el húngaro Péter Nádas, a través de texturas electrónicas de tendencia rugosa y enrarecida. “La mayoría salen de un sintetizador polifónico, pero fue básico que lo pasáramos todo por una mesa antigua que saturaba el sonido muchísimo”, destaca Refree. Un “sonido roto”, subraya, “no de válvulas, cálido, sino casi de un transistor que puede ser molesto”, al que solo en ocasiones se dejó espacio para el timbre de la guitarra. Definitivamente, esto no es música new age. “Lo roto y lo sucio puede ser bellísimo”, añade el Niño de Elche. “La música sacra, el réquiem de Ligeti y las obras de compositores como Messiaen o Stockhausen están llenan de eso, disonancias, fricciones y telarañas”.

La impronta flamenca

¿Y dónde queda el flamenco en esta propuesta? “Ni yo sé dónde está, ni el flamenco sabe dónde estoy yo. Persiguiéndonos, como siempre”, bromea seriamente el Niño de Elche. Es perceptible una formación y un eco en su cante, si bien, “en un sentido material, solo en la canción ‘La escalera’ hay un acercamiento al archivo flamenco”, explica. “En lo demás está la impronta. Pero yo siempre digo que, en este disco, es más flamenco Raül que yo”.

Aunque el tándem estrenó el álbum en el último Sónar (y tiene una cita este invierno, el 26 de febrero, en el Auditori, ciclo Sit Back), lleva tiempo girando por los escenarios europeos. “Paco y yo hemos sido muy conscientes de que queríamos tener una carrera internacional. Hemos picado piedra y nuestros conciertos son más a menudo en Francia, Bélgica o Escandinavia que en España”, cuenta Raül Refree. El circuito de auditorios y teatros les ampara. “Ahora que parece que, si no llenas un Movistar Arena ya es un fracaso, poder hacer nuestros conciertos de música compleja, que no es para todos los públicos, y somos muy conscientes de ello, y tener un día a 300 personas y otro, 1.500, es un éxito y estamos contentísimos con ello”, apunta el Niño de Elche. “Existen otras formas de funcionar”.

Se trata de ponerle “paciencia, tesón”, y de “tener gente que te acompaña y crea en ti”, añade el cantante. Y de no obsesionarse con los indicadores ordinarios de lo que se considera éxito. “Veo muchos músicos obsesionados con los algoritmos y con Instagram, que hipotecan años de su carrera para intentar llegar a un espacio más grande, y se arruinan, y caen en depresión. Es terrible, porque estamos perdiendo a mucha gente muy valiosa, que cae en ese hoyo”.

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