Opinión | La caja de resonancia
¿Un Sónar amenazado, menos barcelonés y más KKR?
Los directores salientes crearon un festival que siempre fue mucho más que una gigantesca ‘rave’ para guiris y cuya credibilidad y vínculos con la ciudad fueron fundamentales para que el boicot de la última edición no fuera más lesivo de lo que fue

Festival Sónar / David Zorr | EL PERIÓDICO
Inquietud ante el futuro del Sónar después de que sus tres creadores (Sergi Caballero, Enric Palau y Ricard Robles), así como el cuarto codirector (Ventura Barba), se desvinculen de este festival que a lo largo de 31 años ha puesto un acento de vanguardia a la agenda barcelonesa. Hablar del fin del Sónar suena precipitado, pero sí es cierto que se acaba una era.
¿Qué ha ocurrido? Los directores históricos planeaban su salida desde que, en 2018, vendieran su parte mayoritaria a Superstruct, multinacional que ahora ha precipitado su cese. Aquí está la raíz de este lío: mientras que el Primavera Sound es, por ahora, dueño de su destino (conserva la mayoría en sus tratos con Yucaipa Companies), el Sónar debió asumir entonces que su control se le escaparía de las manos. Era difícil de imaginar una derivada que lo situara en medio de un asunto tan agrio como la guerra de Gaza (al quedar Superstruct, en 2024, en la órbita del muy señalado fondo KKR), pero ocurrió, y las consecuencias de tus actos no queda otro remedio que asumirlas.
Es pertinente apuntar a un agotamiento de la cúpula: el cambio de fechas forzoso y la huelga de ‘riggers’ de 2019, el lapso pandémico en 2020-21 y, este 2025, el boicot propalestino. Lo de este año fue la gota: días infernales, tratando de salvar patrocinios y con un cerco al festival que capitalizó el actor más intransigente, el movimiento internacional BDS, con el que la Comunitat Palestina de Catalunya mantuvo un pulso interno, al discrepar de la disparatada consigna flotante de “destruir el Sónar”.
Es un detalle significativo, que nos dice que el Sónar es percibido en Barcelona, por su gente, como un evento que no ganamos nada si nos lo cargamos. Durante 31 años, los fundadores se labraron un prestigio y establecieron vínculos fundamentales. Sin ellos, el Sónar lo habría tenido mucho más difícil para parar el golpe. Hicieron de parachoques. Y ahora, la marca se visualiza como “más KKR” que antes.
Al nuevo director, el belga François Jozic, lo ha puesto Superstruct (donde se sitúa el festival Brunch Electronik, que él creo), y le corresponderá reconducir esta sensación inicial de deslocalización emocional en un festival que no solo ha trabajado para el público guiri y que ha sido cómplice de artistas del lugar como Rosalía, Niño de Elche, Bad Gyal, Maria Arnal o Arca. El otro reto es el salto a Gran Via L’Hospitalet como sede única, que plantea dudas de funcionalidad. Y que no se olvide de que el Sónar siempre ha sido mucho más que una gigantesca ‘rave’.
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