Crítica musical
Colom y Morlot sellan un programa de altos vuelos entre Casablancas y Strauss en L'Auditori
La Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya recibió en su temporada al pianista catalán con un emotivo ‘Cuarto concierto’ de Beethoven y ofreció un brillante ‘Don Juan’ de Strauss

El pianista Josep Colom junto a la OBC / MAY ZIRCUS

El segundo programa de la OBC ofreció un equilibrio en un amplio arco estético que iba desde un clásico del piano hasta la obra de un maestro de la música catalana actual que arrancó la velada: los ‘Tres epigrames’ (2001) de Benet Casablancas. Obra de encargo del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, este compendio en tres partes de humor, pasión y lirismo del compositor de Sabadell ya ha vivido interpretaciones de diversas orquestas y ha entrado en los estudios de grabación, aunque la OBC es su 'alma mater', ya que acogió su estreno en 2002. En su vuelta al repertorio contó con una lectura atenta, concentrada y detallista, que puso de manifiesto texturas y colores hijas de una orquestación prodigiosa. El ‘Molto lento. Nocturn’ sonó con la densidad justa y el ‘Finale’, si alguna vez tuvo un regusto experimental, ahora pareció un ejemplo de madurez en el lenguaje en una espléndida interpretación, muy aplaudida y con el maestro presente en la sala.
La pieza sirvió como preámbulo del regreso a la temporada de Josep Colom, esta vez como solistas del ‘Concierto para piano y orquesta Nº 4 en Sol, op. 58’ de Beethoven (1806); la obra del genio de Bonn se lleva bien tanto con el solista como con la orquesta, ya que el resultado redundó en un sonido aterciopelado y rotundo. Colom, ya desde su solitaria entrada, encantó por su fraseo, la dulzura conseguida con los contrastes, la preeminencia de su digitación en los diálogos con el 'tutti' y el poderío demostrado en las 'cadenzas'. Como propina regaló un virtuoso 'Impromptu op. 90 N° 2' de Schubert. Parte del éxito se logró gracias al trabajo de Ludovic Morlot; sin ser un ejemplo de limpieza en las entradas, casi todo estuvo en su sitio si se compara con la ‘Novena’ de la semana pasada, guardando, claro, las proporciones, ante una OBC reducida. Espléndido el ‘Rondo vivace’.
Las revolucionarias ‘Variaciones para orquesta, op. 31’ (1926-28) de Schoenberg pasaron como un suspiro a pesar de su exigente escucha, culminando la velada con un Richard Strauss extraordinario, el poema sinfónico, ‘Don Juan, op. 20’ (1888) que en 20 minutos llevó al público por una aventura sonora cargada de emociones; la versión lo consiguió por su extroversión en manos de un conjunto brillante y bien preparado, con grandes aportaciones del oboe y la trompa.
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