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Opinión | Nobel de Literatura

Adan Kovacsics

'Cuatro frases al día: mi viaje en la traducción de László Krasznahorkai', por Adan Kovacsics

El traductor del Premio Nobel de Literatura al castellano desde hace décadas, Adan Kovacsics, reflexiona sobre la obra de Krasznahorkai, llena de "frases serpenteantes, llenas de ritmo y musicalidad" y cómo la literatura del escritor se abrió desde una Hungría profunda a escenarios del mundo como Barcelona, París o Kyoto

El Premio Nobel de Literatura László Krasznahorkai.

El Premio Nobel de Literatura László Krasznahorkai. / Pablo García

Han pasado muchos años desde que comencé a traducir la obra de László Krasznahorkai. Di los primeros pasos en la Casa del Traductor de Balatonfüred, a la orilla del lago Balaton. Allí fui traduciendo la novela 'Melancolía de la resistencia'. Y se dio la circunstancia de que por esas mismas fechas estaba alojada en aquella Casa una traductora dedicada a verter al búlgaro una obra del mismo autor: 'Tango satánico'. Así que al terminar el día, al anochecer, nos encontrábamos en la cocina, y yo decía: “Hoy he traducido cuatro frases”. Y ella: “Yo, cinco.” Sí, la narrativa de Krasznahorkai se caracteriza por esas frases largas, llenas de subordinadas, que sin embargo atrapan al lector, lo llevan. Y con el tiempo ha cobrado tal maestría que se puede decir que ha encontrado definitivamente su lenguaje, un estilo transparente que fluye y lleva al lector. Me decía él que desarrollaba primero en la mente esas frases serpenteantes, llenas de ritmo y musicalidad, y sólo cuando las consideraba acabadas las pasaba luego al ordenador.

En la obra de Krasznahorkai aparecen fundamentalmente dos escenarios. El primero, una Hungría profunda, de caminos embarrados o de calles cubiertas de hielo, de un cielo plomizo y de personajes que viven en el abandono y en la miseria, de otros que se alejan y se marginan voluntariamente de la sociedad en busca de lo absoluto o de la belleza, y de hombres violentos o ávidos de poder. Y luego está el otro escenario, que es el mundo. Puede ser Nueva York, puede ser Kyoto, puede ser Barcelona como en uno de los relatos de 'Y Seiobo descendió a la tierra', o París o una pequeña ciudad alemana. La narrativa de Krasznahorkai, que se iniciaba en la periferia de su país, se abrió al mundo. Y entonces nos muestra los momentos en que lo bello y lo divino irrumpen a través del arte, sea el de la Alhambra o el de unos jardines de Kyoto.

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