Libros
Los pájaros como alma del mundo: así es el nuevo ensayo de Elisabet Riera, 'Los alados'
Durante años, el mundo mítico de los alados ha perseguido a Elisabet Riera, que ahora le dedica el ensayo 'Los alados' (Siruela/ Males Herbes) con el que recorre, con rigurosidad y lirismo, su huella en diferentes épocas y mitologías

Elisabet Riera vive y trabaja desde hace quince años en Terrades, desde donde dirige la editorial independiente WunderKammer. / OLGA REIXAC
El Simurgh, ave legendaria y sagrada del imaginario persa, que representa la unión entre el cielo y la tierra, una leyenda que se repite en muchas tradiciones, ilustra la cubierta de 'Los alados' (Males Herbes/ Siruela), el nuevo libro de la escritora Elisabet Riera (Barcelona, 1973), un ensayo argumentativo y lírico que nos zambulle, a través de breves historias, en la representación mística de los pájaros hecha por los humanos a lo largo de los tiempos y cómo éstos se han convertido en "símbolo de la conexión del viaje de la vida hacia el otro mundo" y representación del alma.
Leyendo 'Los alados' una se da cuenta pronto de que detrás hay un cúmulo de lecturas, observaciones y reflexiones de años.
Es un libro que procede de muchas lecturas, algunas previas hechas por gusto personal o relacionadas con la editorial (WunderKammer), otras más concretas sobre el tema de los alados. La bibliografía que incluye creo que es muy biográfica. Con las lecturas que he hecho puedes ver cuáles son mis últimos intereses.
En el origen del mundo existe un pájaro. Esta idea se repite en muchas tradiciones y épocas.
Todos los alados son el puente entre los humanos y los dioses y es universal y casi infinito la de referencias y usos existentes. Y sí son símbolos universales, son parte de la esencia humana, es un arquetipo de toda la humanidad y por eso se repite. En el fondo, los humanos siempre hemos mirado hacia el cielo, hasta ahora, que creo hace poco. Existe la cosa de admirar el vuelo, querer imitarlo, lo hemos querido hacer desde siempre. Ha sido muy bonito ver cómo aparece en tantas tradiciones distintas y en tiempos tan diferentes.
La naturaleza es infinitamente más sabia que nosotros y necesitamos una cura de humildad gigante, pongámonos nosotros a su servicio
Nos remontamos a la prehistoria.
La primera figura humana que pintaron era un chamán vestido de pájaro. El chamán es quien representa la figura del alado: el vuelo, el canto, la indumentaria y cómo va en busca del alma perdida de una persona enferma, por ejemplo, para devolverle el alma y que recupere la plenitud. Para mí, esto es real, creo que es lo que ocurre y lo reivindico en el libro: que hemos perdido esa alma, ese mirar más allá del mundo físico. Del chamán hay representaciones por todas partes: imitando el canto de los pájaros, haciendo sonidos relacionados con las aves para entrar en...
Cada capítulo del libro lo abre con una vivencia personal empezando por los tiempos de la infancia cuando iba con el padre a las Ramblas a ver a los pájaros adivinos.
Tengo una tendencia natural por la fascinación, lo mágico, misterioso e inexplicable. Recuerdo con cariño a estos pajaritos de las Ramblas, pero también con una dosis importante de fe para ver qué decía de mi destino el papel que escogía. Esto enlaza absolutamente con la ornitomancia, un arte muy antiguo en el que las aves se han utilizado como elementos de predicción.
Al pájaro le llama Tiresias, un nombre nada azaroso en este relato.
No, Tiresias es uno de los grandes adivinos de la historia, era ciego y llevaba un palo con dos serpientes enroscadas -símbolo relacionado con el pájaro- y su arte era la ornitomancia. Tiresias, además, había vivido en ambos sexos y, por tanto, es la idea que puede entender todo el universo porque ha estado en ambos lados, esa unión de polaridades que simboliza el andrógino, la serpiente y el pájaro, el ciego que es visionario al mismo tiempo, quien reúne todas las polaridades, lo sabe todo.
En los últimos siglos la palabra Dios ha sido tan denigrada que, incluso, da vergüenza decirla a veces. Creo que debemos volver a creer en Dios
Platón decía que los pájaros proceden de hombres con poco peso en la cabeza.
Dice que eran ingenuos estos hombres, pero no porque fueran ligeros de cabeza sino porque pensaban que las cosas relativas en el cielo se pueden captar con los ojos de los sentidos, cuando sólo pueden entenderse con los del alma irracional. Platón abre este camino, que es el del conocimiento, no desde el mundo físico sino de esa alma irracional que habita en el hígado, que es un espejo, la adivinación pura. Es un camino al que me adscribo absolutamente contrapuesto en el que encarna a Aristóteles que hace siete volúmenes sobre la historia de la naturaleza, un entero sobre la ornitología, que abre otra línea, la del logos, mientras Platón nos abre la puerta a la historia de los mitos, que es lo que yo hago en este libro.
Aparte de Platón, también habla de Bacon, para quien ni la naturaleza ni los pájaros escondían magia. Dentro de esta línea cabe incluir la teoría de la evolución de Darwin.
También es una vía como necesaria, pero creo que aquí es el momento clave en el que tomamos un camino mecanicista que es el que estamos hoy exageradamente y nos está llevando, o nos ha llevado, al colapso porque pone la naturaleza sobre la mesa de autopsias, la abre, la disecciona y hace una concepción casi mecánica del funcionamiento. Creo que aquí hemos perdido una parte y si queremos sobrevivir como especie y como planeta debemos ser conscientes de que emprendimos un camino y nos olvidamos del otro.
Sería agradable que estos mitos formaran parte de nosotros.
Aún lo forman porque, en realidad, hace muy poco que pensamos de otra manera. La mayor parte de nuestra existencia como especie hemos utilizado otro tipo de conocimiento sobre el mundo. Es ese mundo intermedio o Imaginal, que le llaman los islámicos, el puente entre el mundo de los sentidos y el de las vidas más abstractas, la conexión entre los dos, donde habitan todos los seres alados, pero también profetas, visionarios, poetas, sueños... Y creo que debemos darle más prioridad en este mundo que ha sido absolutamente denigrado. Entiendo que hoy en día es difícil creer en algunas cosas, pero son parte de nuestro ADN. Parte de nuestro corazón está construido de historias, leyendas, creencias, fe, del mundo de la imaginación y de lo que hemos ido fabulando, de una narrativa determinada que no podemos olvidar porque sino nos lleva a ver la naturaleza de forma mecánica, no animada y le faltamos absolutamente el respeto.
Usted explica que antes la gente se enterraba con sus animales.
Se entendía que eran sagrados, más que a los humanos. Era la jerarquía inversa a la que tenemos ahora, que parece que nosotros estamos por encima de la naturaleza y que la queremos dominar, domesticar, poner a nuestro servicio y ahora monetizar y explotar. La naturaleza es infinitamente más sabia que nosotros y necesitamos una cura de humildad gigante, pongámonos nosotros a su servicio.
¿El anhelo humano debería ser reintegrarse a su origen divino?
Por mí sí, pero en los últimos siglos la palabra Dios ha sido tan denigrada que, incluso, da vergüenza decirla a veces. Pero si pensamos en la vida cíclicamente, que todo lo muerto renace, que hay una fuerza detrás de eso que está haciendo que funcione solo y nosotros no intervenimos, hay que estar al servicio de esa fuerza, que puedes llamarle fuerza, Dios, origen, fuente, pero es indispensable. Creo que debemos volver a creer en Dios.
Y acercarnos a los misterios que esconden estos mitos.
Misterios que hemos tenido, la falsa creencia de que podemos explicarlo todo a través de la ciencia y no se puede. Y es bueno que sea así porque hay una parte nuestra que debe ser de fe y entrega a lo que hay, que quiere decir, ponerse por debajo y no por encima. Éste ha sido nuestro error como especie.
Aquellos que nos han precedido sentían respeto por los mitos.
Un respeto y un entender. En el libro menciono a menudo el lenguaje de los pájaros del que ya hablaban los sufíes y el rey Salomón entendía, como sale en el Corán. Esto sólo significa comprender ese patrón invisible que existe en la naturaleza, que no podemos ver con nuestros ojos ni podemos controlar, pero podemos seguir y nos podemos armonizar.
Dista mucho con el poco respeto que se tiene a los alados hoy en día.
Y que hemos estropeado todo su espacio aéreo. Hasta ahora no existía ni la palabra ni la disciplina aerosfera, todo era biosfera, todo era tierra, la parte del cielo la hemos olvidado, incluso, ecológicamente no hemos tenido en cuenta que existe una aerosfera que hemos invadido con aviones, con luz artificial, con cables, con ondas.
El libro profundiza mucho en esta unión inseparable pájaro y alma. De hecho, todas las culturas lo han tenido en cuenta.
La cantidad de veces que se ha representado el alma como un pájaro o como una mariposa, en todo caso, como un ser alado, es constante desde los egipcios, que tienen invocaciones por cómo convertirse, una vez muertos, en pájaro y salir del cuerpo. Mercurio-Hermes, que es el dios griego con seis alas, es el mensajero e intermediario por excelencia entre el Olimpo y los hombres, pero también el que conduce las almas hacia el inframundo, es un ser con alas. La relación entre las alas y el alma ha sido siempre y es otro símbolo constante. En este pajarito Tiresias con el que dialogo toda mi vida creo que, al final, es también la representación de mi alma, como yo estoy hablando todo el rato con mi alma y cómo, en las diferentes etapas de la vida, te relacionas de manera diferente, incluso, con períodos enteros que te olvidas. Hasta que te das cuenta cuando la pierdes y después es el intento de recuperarla. Este libro es esto: el intento de recuperar el alma individual y colectiva. Para mí ha sido, claramente, decir: necesito volver a escucharla y ya sólo quiero vivir desde aquí, que vivir desde el alma sea lo prioritario en mi vida.
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