La caja de resonancia
Oasis, El Último de la Fila y la nostalgia delegada
Se suponía que hoy en la música las cosas pasan en TikTok, pero luego llenan estadios artistas cuyo público natural está en otro planeta y que contagian entusiasmo a los más jóvenes por un extraño carril subrogado

Liam Gallagher (izq.), vocalista, y Noel Gallagher (der.), cantante y guitarrista de Oasis, en el concierto inaugural en Cardiff de su esperadísima gira de reunión. / AFP


Jordi Bianciotto
Jordi BianciottoPeriodista
Dicen las crónicas que, el viernes en Cardiff, Liam Gallagher dedicó ‘The masterplan’ a los recién llegados al fenómeno: “Esta es para todos los veinteañeros que nunca nos habían visto y que han mantenido la llama”. El regreso de un grupo famoso tras una larga pausa, en el momento justo, ni un minuto antes, ni un minuto después, precipita el pelotazo más deseado del ‘show business’. ¿Un plan maestro? Ni siquiera una panda de fanfarrones como Oasis podía dar por hechas las dimensiones de este retorno, con estadios vendidos en países como Brasil, México o Corea del Sur.
El ‘star system’ se ha regenerado de un modo aparatoso en pocos años y en paralelo, la nostalgia incide por el flanco opuesto. Extraña pinza: furor por lo nuevo y fascinación por lo que se percibe como mítico. Se suponía que ahora, en la música, todo, o casi, pasa por TikTok, pero luego se reúne Oasis o, más cerca, El Último de la Fila, grupos que están en otro mundo, al igual que sus públicos potenciales, y venden todas las entradas y más. Con admiradores de su quinta y, llamativo, audiencias frescas que ni siquiera habían nacido cuando vieron la luz ‘Wonderwall’ (1995) o ‘Insurrección’ (1986), a las que se supone embobadas con Sabrina Carpenter y las coreografías de quince segundos.
Está la nostalgia tradicional, la de transformar tu pasado en una versión mejorada, y ahora, otra que se abre paso en las franjas Y y Z: la melancolía interpuesta, delegada, por algo que no viviste. Hay un agujero negro en los mecanismos predecibles, un punto de fuga. Tal vez la generación nativa digital sienta una necesidad de tocar episodios incontestables, validados por el paso del tiempo y por la acumulación de testimonios emocionados en una época anterior, remota. Ni los propios fans de los ídolos pop actuales pueden poner la mano en el fuego respecto a la durabilidad de fenómenos del momento, todo es explosivo y veloz, y no descartemos una intriga por la antigua civilización anterior a internet, envuelta en misterio.
Oasis o El Último aparecen a sus ojos como sujetos tal vez excéntricos pero indiscutibles, incluso en el caso (más probable de lo que parece) de que hayan sabido de su existencia solo diez minutos antes de abalanzarse sobre el móvil para tratar de conseguir un par de entradas. La muchachada hoy puede sentirse con derecho a todo, también a disfrutar de una nostalgia que no le corresponde, y de entregarse, en fin, al gran evento, a la experiencia, al aquelarre de emociones. ¿Y quiénes somos nosotros para discutírselo?
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