Concierto en Barcelona

Miguel Bosé saca pecho y reafirma su carrera contra viento y marea en el Palau Sant Jordi

El cantante presumió de éxitos en un espectáculo sólido y elegante, cita barcelonesa del ‘Importante tour’, su primera gira en ocho años

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

Barcelona
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de las tormentas, los titulares histriónicos y la furia, llegó la hora de la música para Miguel Bosé. Ya tocaba. Sus éxitos cubren más de cuatro décadas y procede reconocerle el enfoque de modernidad y el pellizco de vanguardia que aplicó al ‘mainstream’ español. Su querido Sant Jordi (que inauguró para la música en octubre de 1990) no se llenó este jueves: formato reducido, 8.500 asistentes (cifra, en realidad, algo superior a la de 2017, cuando actuó dos noches en el Auditori del Fòrum). Fue un concierto de afirmación de una carrera, ante un público que acudió un poco a contracorriente, ya fuera porque combrega con sus controvertidas opiniones o porque le dan igual y sigue disfrutando de su música y de su figura escénica.

Su estampa de gurú, vestido de blanco con largos ropajes y su gestualidad teatral (en sincronía con músicos y coristas) podrán parecer algo pretenciosas, pero hace mucho que Bosé hinchó el grosor filosófico y adulto de su discurso artístico. El álbum más citado en esta gira es ‘Sereno’ (2001), con cinco canciones, piezas tan defendibles como ‘Mirarte’, que abrió la noche, o ‘El hijo del Capitán Trueno’, loa a la determinación personal inspirada en las expectativas que él frustró a su señor padre, portadora de una gancho melódico con visos orientales.

Los ocho años de ausencia, y todo lo que ha pasado en este tiempo, estaban en el subtexto. “Se tardó, pero se llegó”, suspiró con solemnidad. Voz identificable, tanto al hablar como al cantar, con su grosor y su color. No tardó en sonar ‘Nena’, y luego ‘Bambú’, trofeos del cantante que en otro tiempo ya dejó atrás, muy lejos, al ídolo de adolescentes. Bosé dominador de las tablas, marcándose un admirable baile en ‘Como un lobo’. Y Bosé a punto de meterse en uno de sus jardines cuando, al presentar ‘Nada particular’ (bella dinámica melódica con motivos célticos y halo a lo Peter Gabriel), y a propósito de la guerra de Yugoslavia, pidió “no dar un puto voto hasta que nos devuelvan el derecho universal a vivir en paz”. Riendo, añadió: “Ya me corto, que a veces me caliento mucho y acabo haciendo un mitin”.

Vocalmente, aunque ayudado por los coristas en las cotas más altas, transmitió carácter y distinción en las secuencias más recogidas y desnudas: ‘Amiga’, que Luis Gómez Escolar escribió en memoria de Cecilia y que él grabó en su primer álbum (1977). El goteo de ‘hits’ creció en la segunda hora: de ‘Sevilla’ a ‘Amante bandido’, y de ahí a ‘Te amaré’ y la tontorrona pero indispensable ‘Don diablo’, que llevó al Sant Jordi a un lugar en el que las polémicas crispadas no eran mucho más que un vago, remoto, ruido de fondo.

Suscríbete para seguir leyendo