Estreno en HBO Max

Vivir a la sombra de Jayne Mansfield, la actriz que murió atrapada en el cliché de "rubia tonta"

La también intérprete Mariska Hargitay dirige un revelador documental sobre su madre, un explosivo 'sex symbol' de los 50 y los 60 con final trágico

Jayne Mansfield, en los años 60, en una imagen del documental 'Mi mamá Jayne'

Jayne Mansfield, en los años 60, en una imagen del documental 'Mi mamá Jayne' / HBO

Nando Salvà

Nando Salvà

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Mariska Hargitay tenía tres años cuando su madre, Jayne Mansfield, murió en un accidente de tráfico, en la madrugada del 29 de junio de 1967, a los 34. La niña estaba dormida en la parte trasera de aquel Buick Electra junto a sus hermanos Mickey Jr. y Zoltan cuando el coche chocó contra un camión que rociaba insecticida en la carretera; ellos tres solo sufrieron heridas leves a causa del impacto, que acabó también con las vidas de otros dos adultos -el conductor y un abogado llamado Sam Brody, por entonces novio de Mansfield- y con la de un chihuahua. A varios metros de distancia del lugar del siniestro apareció la peluca de la actriz, lo que contribuyó a difundir el rumor de que había sido decapitada. Durante mucho tiempo, la zigzagueante cicatriz que decora su cabeza a causa del suceso fue el recuerdo más vívido que Hargitay tenía de una mujer de la que no sabía mucho más que lo que el imaginario colectivo decía de ella: que fue un popular símbolo sexual en los años 50 y principios de los 60 gracias a su su voluptuosa figura y su don para la autopromoción, que fue portada de ‘Playboy’ en 1955, y que su vida privada siempre generó más atención mediática que sus películas.

“En un momento dado empecé a avergonzarme de su condición de ‘sex symbol’, y de todas las elecciones que hizo a causa de ella; por eso fui alejándome de la idea de mi madre cada vez más”, confiesa Hargitay al principio de ‘Mi mamá Jayne’, el documental con el que debuta como directora cuatro décadas después de hacerlo frente a la cámara y que este domingo, efeméride de la muerte de Mansfield, se estrena en HBO Max. La idea de la película surgió en sus sesiones de terapia, durante las que solía quedarse dormida de repente cada vez que aparecían en la conversación acontecimientos dolorosos, y después de que su psicóloga sugiriera que aquella extraña somnolencia quizá fuera un mecanismo de defensa contra el trauma; el resultado es a la vez un retrato íntimo de su madre, un homenaje a su padre -Mickey Hargitay, campeón húngaro de culturismo reconvertido en actor que se casó con Mansfield en 1956- y una reveladora investigación sobre sus propios orígenes.

En su transcurso, vemos a Hargitay entrevistar a cada uno de sus hermanos, y acceder a un trastero que permaneció cerrado desde 1969 y que contiene tanto un tesoro de recuerdos de la trayectoria profesional de su progenitora como montones de fotos de familia y películas caseras; también el Globo de Oro que Mansfield recibió al principio de su carrera, que hoy reposa al lado del que su hija ganó en 2005. “Las decisiones que he tomado en mi vida y en mi profesión han tenido mucho de reacción contra las que había tomado ella”, explica Hargitay, hasta ahora conocida sobre todo como la protagonista de ‘Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales’, la serie más longeva de cuantas se han emitido en ‘prime time’ en la historia de la televisión estadounidense -lleva 26 años en antena-, en la que ella da vida a una detective implacable que busca justicia para las víctimas de violencia sexual; según ha confesado, ella misma fue violada poco tiempo antes de empezar a interpretar el personaje. “Ahora, ha llegado el momento de entender por qué tomó esas decisiones”, añade.

Una copia de Marilyn

El papel que Mansfield eligió para sí misma había sido creada mucho antes por otros, para otras. Mae West lo encarnó por primera vez, Marilyn Monroe fue la que lo hizo mejor, y ella siempre fue vista como una copia tosca de Marilyn, más grande, más rubia y más tonta, y más preocupada por la publicidad que cualquiera de sus predecesoras; de hecho, en Hollywood inicialmente la contrataron para presionar a Monroe, que siempre causaba problemas contractuales. Debutó en el ‘noir’ ‘La resaca’ (1985), y entre sus películas posteriores destacan comedias como ‘La chica no puede remediarlo’ (1956), ‘Una mujer de cuidado’ (1957) -adaptación de un exitoso musical de Broadway que ella misma había protagonizado- y ‘Bésalas por mí’ (1957), junto a Cary Grant. Pese a lo sugerido por la imagen hipersexualizada que ofrecía en esas y otras películas, Mansfield hablaba cinco idiomas, tocaba tanto el violín como el piano y era miembro de Mensa, una asociación de superdotados. Al principio confió en que al abrirse camino en Hollywood podría quitarse la máscara y ser tomada en serio como intérprete, pero en realidad nunca logró que vieran en ella más que sus pechos, protagonistas absolutos de la foto más célebre en la que jamás apareció durante su vida: a un lado, ella, luciendo para la cámara una gran sonrisa y un escote imposible; al otro, Sophia Loren, contemplando aquellos senos a punto de desparramarse con un gesto que mezcla repulsión y envidia.

Sophia Loren y Jayne Mansfield

Sophia Loren y Jayne Mansfield / Archivo

A lo largo de los años, los tabloides fueron dando cumplida cuenta de sus intimidades -sus tres divorcios, sus amoríos con hombres tan prominentes como John F. Kennedy y su hermano Robert, sus noches de fiesta, sus disputas legales, sus problemas financieros, su controvertida amistad con fundador de la Iglesia de Satán-, y entretanto los estudios fueron cansándose de su excesiva necesidad de llamar la atención. A principios de los 60, sus papeles ya no exigían de ella más que su mera presencia, y en 1963 explicitó su desesperación al respecto convirtiéndose en la primera actriz que protagonizaba un desnudo en pantalla desde los tiempos del cine mudo, en la película ‘Promises..... Promises!’. Al final de su vida, repudiada por los estudios y dependiente del alcohol, encontraba trabajo sobre todo en casinos y clubes nocturnos.

Un secreto familiar

“A veces guardar un secreto no honra a nadie, y me llevó mucho tiempo darme cuenta de eso”, afirma Hargitay en el documental justo antes de revelar una verdad que ha mantenido secreta cuatro décadas. Cuando tenía 20 años, alguien le mostró una foto en la que su madre posaba junto a un cantante de origen italiano llamado Nelson Sardelli y, al verle la cara, inmediatamente supo que aquel hombre era su padre biológico. “Fue como si el suelo se cayera debajo de mí”, recuerda. “Como si mi infraestructura se disolviera”. En 1963, durante una crisis matrimonial, Mansfield había empezado un breve romance con él, antes de volver a los brazos de Mickey Hargitay en los meses previos al nacimiento de Mariska. “Durante todo este tiempo he sentido que estaba viviendo una mentira”, añade la directora de ‘Mi mamá Jayne’. “¿Soy húngara, o soy italiana? ¿Fui una hija deseada, o más bien un accidente ilegítimo?”.

En cualquier caso, tal vez la cuestión más relevante de cuantas se plantea la película es otra. “¿Crees que mamá podría haber hecho las cosas de otra manera?”, le pregunta Hargitay a su hermana mayor, Jayne Marie, antes de que una sucesión de viejas imágenes de archivo, en las que Mansfield trata de defender su talento, ofrezcan una elocuente respuesta. En una de ellas, correspondiente a un ‘talk show’ de 1962, la actriz toca el violín antes de ser abruptamente interrumpida por su entrevistador con una nerviosa exclamación: "¿A quién le importa eso? ¡Bésame!".

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