Opinión | La caja de resonancia

Jordi Bianciotto
Barcelona

‘El meu avi’, esa canción tan malinterpretada

Bonita tonada que sorprendentemente ha burlado la cancelación pese a su fondo de loa al militarismo y al colonialismo: no debe sorprender que Vox sea ahora quien la defienda, complicándonos un poco la vida a quienes la querríamos indultar

Imagen de las habaneras en Calella de Palafrugell.

Imagen de las habaneras en Calella de Palafrugell. / TANIA TAPIA

La habanera ‘El meu avi’ está en la picota después de que el documental ‘Murs de silenci’ (TV3) acusara a su autor, Josep Lluis Ortega Monasterio, de haber sido socio de un proxeneta en cierto burdel con manga ancha para la prostitución infantil. La familia del compositor ha cursado una demanda por calumnias y difusión de falsedades, y el proceso judicial está abierto, pero eso no ha impedido que el ayuntamiento de Palafrugell haya decidido retirar la pieza de la cantada de habaneras de Calella de Palafrugell del sábado que viene. 

Lo que resulta sorprendente es que ‘El meu avi’ haya sobrevivido hasta hoy a la ola de la cancelación cuando su mensaje está tan poco alineado con las sensibilidades modernas, incluyendo detalles significativos tratándose de Catalunya: el narrador de la canción habla en términos épicos de la guerra de Cuba, por supuesto desde el bando español, señalando las “perfídies i traïcions” que condujeron a la pérdida de la colonia y honrando a los soldados que perecieron “al peu del canó”. Tal vez, el sonoro ”visca Catalunya i visca ‘El català’” (alusión a la nave, que en realidad se llamaba ‘El catalán’) confunde y quienes canturrean la habanera bajo los tenues efectos del ‘cremat’ sienten que brindan una emotiva ofrenda a la llama eterna ‘catalanesca’, cuando en realidad están lamentando que Cuba consiguiera la independencia.

Tenemos un bonito cóctel de militarismo y colonialismo que apenas ha dado señal en los radares habituales. Es, en cambio, un aspecto de la vida de su autor, de una oscuridad por demostrar, lo que coloca la canción en las listas negras. Y al propio compositor: se han empezado a cubrir placas que un día se le dedicaron y salen voces a favor de retirarle la Creu de Sant Jordi. Se tolera más la evocación del sometimiento histórico de una provincia de ultramar, un episodio militar quizá asociado a la fatalidad del destino, que un comportamiento del autor ajeno a la naturaleza de la canción y más vinculado a la esfera moral. Ahí estamos.

No debe sorprender que sea Vox quien salga ahora a defender el honor de ‘El meu avi’, un himno al fin y al cabo ‘españolazo’, que invoca viejas gestas y apela al lenguaje de los cañones y los héroes, aunque sean caídos. Fastidiando un poco a los que vemos, simplemente, en ‘El meu avi’ una hermosa composición de recreación histórica (más moderna de lo que parece: es de 1968) que la ciudadanía ha hecho suya por algún motivo: no descartemos la descabellada hipótesis de que guste porque es una buena canción.

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