Discos de la semana
Lorde vuelve a casa en ‘Virgin’: electropop turbulento y confesiones para el diván
La cantante neozelandesa recupera en su cuarto álbum el registro que la puso en el mapa y con el que marcó tendencia, un pop de sintetizadores con descarnado fondo confesional
Los nuevos elepés de Lightheaded y Joshua Redman, también reseñados

Lorde, actuando este viernes en el festival de Glastonbury / Scott A Garfitt / Invision / AP
'Virgin'
Lorde
Universal
Pop
★★★
El giro hacia las guitarras acústicas y la intimidad purificadora de ‘Solar power’ (2021) fue recibido con moderada cordialidad por la crítica, pero pinchó en el mercado, y Lorde traza ahora algo así como el camino de vuelta a casa. Regreso al pop de sintetizadores, al aparato electrónico envuelto en borrascas anímicas. Cambia respecto a sus primeros discos el fondo lírico, el punto de vista: Ella Marija Lani Yelich-O'Connor ya no vive en el tránsito de la adolescencia a la vida adulta, sino en unos 27 que, al parecer, no le dan el confort mental que esperaba.
‘Virgin’ es otro de esos álbumes en los que el relato puede hacernos perder de vista las canciones, que al fin y al cabo son lo que importa. Aquí las hay, aunque ninguna resulte tan imperial como ‘Royals’ (que lanzó cuando tenía 16 años) o ‘Green light’ (19). El disco pisa fuerte en el arranque, donde se concentran las mejores cartas. ‘Hammer’ es un pórtico robusto, de ‘crescendo’ turbio, parejo a las cavilaciones existenciales (“puede que haya nacido de nuevo / Estoy lista para sentir que no tengo las respuestas”) y donde asocia la idea de virginidad a la tabla rasa de la liquidez sexual: “algunos días soy mujer, otras soy hombre”.
Cuerdas y distorsiones
De ahí nos vamos a la celebración hedonista de ‘What was that’, de trayecto incisivo (fue el primer ‘single’ del álbum, lanzado hace dos meses), y esa marea intranquila, con sigilosos arreglos de cuerda, llamada ‘Shapeshifter’, meditación en torno a las aventuras de una noche que dan forma a una rutina. Es el punto más álgido del álbum. ‘Man of the year’ impone con su crudeza sónica distorsionada (supuesta expresión de su tormento interior: “¿quién va a quererme así?”) y ‘Favourite daughter’ funciona con ese diálogo consigo mismo en el que se pregunta si debe ser un poco actriz en sus relaciones familiares.
El álbum se oscurece en adelante y las dinámicas melódicas son más opacas y dependen de la pulsión confesional (en ‘Current affairs’ y ‘Clearblue’), al tiempo que cobran forma de artefacto opresivo (‘GRWM’, con texturas casi industriales) y derivan hacia un sibilino interiorismo épico (‘Broken glass’, reflejo de sus desórdenes alimentarios). Paisaje que remonta con una pieza más sencilla y musicalmente más inspirada, ‘If she could see me now’, para concluir con el monólogo de ‘David’ (“¿volveré a amar otra vez?”), entre texturas de ‘indietrónica’ aventurada y la guitarra eléctrica y el bajo de Justin Vernon (Bon Iver).
Lorde es una creadora importante que ha abierto camino como instigadora de un pop ‘mainstream’ con alma, atrevida en materia de texturas y producción, y descarnada al airear angustias íntimas (que han conectado con su generación). ‘Virgin’ hereda esas propiedades y deja en el camino algunas canciones perdurables, aunque la sombra de ‘Melodrama’ (2017) siga siendo alargada. Jordi Bianciotto
Otros discos de la semana
‘Thinking, dreaming, scheming!’
Lightheaded
Slumberland
Pop indie
★★★★
Lightheaded es un grupo formado en Nueva Jersey en 2017 que probablemente desearía haber nacido 30 años antes en Glasgow o algún sitio parecido. “Quiero montar una banda con Amelia Fletcher”, cantan en una de sus canciones. Y tiene todo el sentido, porque lo suyo es un bullicioso y estimulante jangle pop de escuela C86 que sabe eludir la cusilería y lanzar guiños al pop barroco sesentero (‘Mercury girl’) y al sonido Spector (‘Love is overrated’) sin despeinarse. Mucho encanto. Rafael Tapounet
‘Words fall short’
Joshua Redman
Blue Note
Jazz
★★★
Hay algo único en la obra del saxofonista Joshua Redman. Algo que va más allá de su imponente talento como solista, de su sonido perfectamente esculpido, de la fina arquitectura de sus composiciones. Disco tras disco, como un superhéroe con sentido del deber, Redman insiste en hacer jazz de alta graduación que llegue a todos los oídos posibles sin traicionar la naturaleza de esta música. En ‘Words fall short’ presenta una banda jovencísima y una colección de piezas nuevas que busca -y encuentra- el equilibrio entre la seducción y la sorpresa. Roger Roca
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