Festival Guitar BCN
Sílvia Pérez Cruz y Salvador Sobral sacan punta a su sintonía total en el Palau
La ampurdanesa y el lisboeta deleitaron en la puesta en escena de su primer álbum conjunto, cruzando géneros musicales y lenguas

Sílvia Pérez Cruz & Salvador Sobral en el Guitar BCN / Manu Mitru


Jordi Bianciotto
Jordi BianciottoPeriodista
Sílvia Pérez Cruz y Salvador Sobral no han tenido que forzar las cosas para encontrarse en un territorio común. A ambos les une una noción delicada de la música, así como el arraigo en la canción popular y el don multilingüe. En directo todo fluye, las voces, las canciones y las miradas recíprocas de complicidad (“estamos al principio de nuestra relación”, bromeó él este lunes, manejando su conocido catalán mallorquín y su español venezolano), y de esa serena manera capturan un auditorio como el Palau (festival Guitar BCN) rompiendo las reglas del atronador espectáculo moderno, conectando a través del arte y la artesanía.
Recorrieron el álbum ‘Sílvia & Salvador’ con sus tres músicos, sentados todos en un semicírculo, y levantándose uno y otro para ciertas escenas de protagonismo: en el arranque con ‘Recordarte’, cara a cara, dulce choque de sus gargantas, y en la enredadera de ‘Hoje já não é tarde’, bella pieza de la hermana de Salvador Sobral, Luisa. Pero en este proyecto no se perciben tanto unos cantantes con su ego y su divismo como unos músicos al servicio de la canción.
Sílvia Pérez Cruz fue guitarrista en ‘Ben poca cosa tens’ (texto de Martí i Pol) y Sobral ocupó un segundo plano en ese vals con formas de ‘chanson’ llamado ‘L’amour reprend ses droits’. Hubo escenas en solitario: ella, en un fogoso ‘Pequeño vals vienés’ (Cohen, Lorca y Morente en ondulación), y él, recreando ‘A case of you’, de Joni Mitchell, al teclado, como una miniatura preciosa. Y cuando se juntaban todos, la sutileza era extrema. Ahora que tantas capas de sonido se le ponen a todo, era casi prodigioso asistir a un concierto en el que cada instrumento emitía las notas justas y ni una más.
Las guitarras de Darío Barroso y Sebastià Gris (este, también banjo y mandolina), y el violoncelo de Marta Roma tendieron la telaraña, frágil y poderosa. Aunque el parloteo, simpático pero algo excesivo y autocomplaciente, encalló algunos momentos, todo fue escalando: Sobral se creció en ‘Este presente’ y ambos cogieron ritmo en la chacarera ‘Minhas marcas’ y en ‘Muerte chiquita’ (guiño a Carlos Cano: ‘María la portuguesa’), con toque de percusión de Juan Berbín (productor del álbum). El bis nos llevó hasta ‘Tempus fugit (plor per Palestina)’, pieza de Marco Mezquida que conectaron con ‘Abril 74’, de Lluís Llach, culminando así su travesía por el océano de tonadas. Pero, más allá de las canciones, el ‘hit’ son ellos.
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