Entrevista

Albert Elfa: "Las mentiras en una sociedad infantil como la de EEUU lo pueden todo"

Entrevista a Albert Elfa, periodista.

Entrevista a Albert Elfa, periodista. / RICARD CUGAT

Luis Miguel Marco

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Durante años ha entrado en muchos hogares a través de sus crónicas para los informativos de TV3. Desde Washington, Jerusalén, Bruselas... Albert Elfa (Mont-ros, la Vall Fosca, 1957) mira ahora la vida sin la angustia del rigor en medio del caos. Y reflexiona sobre los entresijos de la profesión y de sus vivencias en 'Oh, la humanitat' (Folch & Folch). 

¿La humanidad tiene remedio? ¿Tiene perdón de algún Dios está humanidad?

Los problemas de la humanidad tienen solución. Porque son cíclicos. Ahora estamos dentro de un periodo horroroso, pero vendrá otro que será más empático y comprometido con el sufrimiento del ser humano.

Estuvo en Gaza en las guerras de 2012, en 2014. Y esta barbarie arrecia... 

Cuando hay elecciones, Netanyahu promueve una guerra, se explicaba ya cuando yo estuve allí. Le da votos. Consiguió encerrar a la población palestina y ahora quiere barrerla. Un encuesta reciente de la Universidad de Pensilvania afirma que el 82% de la población israelí está a favor de que se expulse a los palestinos de Gaza y el 43% de que los maten. Es un genocidio absoluto, lo dice un montón de organismos internacionales. La situación acabará muy mal, porque cuenta con el beneplácito de Estados Unidos. 

Siempre lo ha tenido.

Sí, incluso con Obama. Entraba Netanyahu por la puerta de la Casa Blanca y anunciaba la construcción de nuevos asentamientos y Obama se los tragaba. Pues con Trump mucho peor. Se está viendo.

Durante dos años siguió la carrera de Obama hasta la presidencia. ¿Le sedujo el personaje?

Muchísimo. Tanto que había momentos al principio en sus mítines que me olvidaba, yo y mis compañeros, de que éramos periodistas y nos convertíamos en fans abducidos por su oratoria. Es un hombre muy listo. En el 'backstage' de los mítines, el lugar de los líderes locales, recibía a los líderes estudiantiles y sindicales y les arengaba. Les llenaba de esperanza y salían de allí proclamando la buena nueva. ¿Y donde lo hacían? En las redes sociales.

También tira Trump de Truth. ¿Cómo se ha repetido este lodo?

Es increíble. Obama estuvo ocho años gobernando y era de esperar que dejara un poso. Pero estamos viendo que ahora las mentiras en una sociedad infantil como la americana lo pueden todo. Trump les promete que tendrán un futuro mejor, que expulsará a los migrantes, que hará grande América, que habrá trabajo... Es el discurso de la extrema derecha en todos lados. Va directo al estómago y al corazón. Trump propone soluciones a corto plazo. Y si después no se cumplen es culpa de Joe Biden, que lo hizo muy mal. O de los perseguidos estudiantes de Harvard. Es absurdo. Por eso es tan importante no caer en la desmemoria, ni en el olvido ni en el dejar hacer.

Articula el libro a partir de sentimientos: enfado, presión, excitación, miedo... Lo que vivió pocos días después de llegar a EEUU es una locura, el Katrina. 

Brutal. Eran centenares de miles de personas abandonadas a su suerte porque eran negros y pobres. Era la rabia y la impotencia de ver tanta injusticia. A mí ese huracán me puso en mi lugar, porque acababa de estrenar la corresponsalía, en 2005. Me quitó los miedos. Empaticé mucho con el dolor de la gente y eso se notaba en las crónicas. Y creo que me ha servido para otras situaciones complicadas, como las revueltas en Egipto.

Dice que la familia es importante para un corresponsal. ¿Por qué?

Lo primero por el apoyo emocional. Porque tienes alguien que te quiere. Y lo segundo porque te introduce mejor en la sociedad en la que vives. Yo tenía que ir a reuniones de padres de alumnos, llevar a mis hijos al médico... Así conoces mucho mejor el país.

Y de la tribu de los corresponsales de guerra, ¿mejor alejarse?

No he sido muy de tribu. Tienen sus reglas, sus códigos, su forma de trabajar... Yo iba a lo mío. Y es que como corresponsal a secas tenía que ser hombre para todo. Un día estaba con una oenegé que atendía migrantes en el desierto de Sonora y días después en los Oscar.

De su etapa en Bruselas, de 2015 a 2017, no guarda buenos recuerdos.

Cubrí situaciones importantes como el Brexit, la llegada de refugiados de Siria, los atentados de París y Bruselas y eso te hace sentir que estás en el ajo, pero el día a día no te permite reflexionar. Te entierran con comunicados de todos los organismos que están allá. Te da la sensación de que eres un vocero del poder. Y eso es fatal.

Lo preguntaba también por el 'procés'. Fueron los años en que Catalunya llamaba, sin respuesta, a la puerta de Europa. 

Los políticos que llevaron el 'procés' entraron en una vorágine de la cual les fue muy difícil salir. Venían a Bruselas y tú les preguntabas en confianza, 'off the record': ¿Qué as tenéis en la manga porque decís que la independencia de Catalunya será con el apoyo de la comunidad internacional?. Y tú sabías que el apoyo era cero.

Como jubilado, ¿cómo mira ahora los informativos ?

Me los miro menos. Es que cuando te jubilas entras en otra dimensión y tiene que ser así. Tengo un recuerdo fantástico de TV3, me lo ha dado todo, he conocidos excelentes profesionales, pero ya está. Ahora me he vuelto más crítico, lo analizas todo de forma más global. 

En su libro, si hay ajuste de cuentas, es con usted mismo.

Sí, y por eso he desplegado el abanico de las emociones, porque del periodista se espera otra cosa más neutral en una crónica televisada. Aunque eso habría que matizarlo porque el corresponsal tiene que poner también algo suyo en cada cobertura, porque está ahí, porque ha vivido el hecho noticiable y lo tiene que saber explicar. En cualquier caso esta profesión, y sobre todos las situaciones extremas, me han servido para conocerme y para ser mejor persona. Siempre he intentado, y sé que es muy manido esto que voy a decir, servir de altavoz para las voces silenciadas y ser crítico con el poder. 

Describe las emociones, pero ¿dónde está la felicidad? ¿Es que no ha sido feliz?, le ha preguntado algún lector. ¿Qué le contesta?

Que incluso en los momentos más terribles, como la rabia que sentía en Gaza bajo los bombardeos, acabas siendo feliz porque te sientes transmisor del dolor de esa gente. Y eso te llena. No sé si es felicidad, orgullo o qué es, pero sientes que ha valido la pena. 

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