Política y moda
Las sombras de Pedro Sánchez
En su propósito de exagerar la pesadumbre por la supuesta traición de su hombre de confianza, el presidente acabó pidiendo perdón con dos manchones en la cara sin matizar

Pedro Sánchez, el jueves antes de su intervención en la sede central del PSOE / José Luis Roca


Patrycia Centeno
Patrycia CentenoExperta en comunicación no verbal.
El 'contouring' es una técnica de maquillaje que utiliza luces y sombras para esculpir y definir los rasgos del rostro, creando una ilusión óptica de profundidad y dimensión. Pero al presidente del Gobierno español sólo le interesó remarcar las sombras. Dos líneas marrones claramente marcadas descendían desde la sien al pómulo. El propósito era dramatizar y exagerar un rostro apesadumbrado, abatido por la traición de su entorno más próximo. Sin embargo, tal vez por las prisas o porque Isabel Díaz Ayuso se infiltró como maquilladora en Ferraz, Pedro Sánchez acabó pidiendo disculpas por confiar en Santos Cerdán con dos manchones en la cara sin matizar. Era maquillaje, no tinte. Y el sudor en el líder socialista, por el calor, los focos y el bochorno político mediático, apareció más tarde y en su bigote. Sin embargo, cómo no acordarse de la mítica escena final de 'Muerte en Venecia' cuando el chorreo de su protagonista señala la muerte, la decadencia y el descontrol del personaje. Pero podría haber sido peor, o no, y haberse dado un abuso de colorete que lo hiciera sonrojarse de vergüenza permanentemente.
No obstante, Pedro Sánchez cuenta con ciertos recursos escénicos y gestuales que le funcionan para presentarse como víctima. Serio, cabizbajo, caída cronometrada de párpados, trascendencia en cada silencio… Pero las comisuras hacia abajo (tristeza) no se correspondían con la mirada de enfado. Porque con la boca se puede fingir fácil, pero no con la mirada. Y el cabreo, ante una traición es una emoción totalmente válida y legítima; más cuando te juegas la mitad de la legislatura. Por eso el presidente fue hábil en disculparse en diversas ocasiones ante la ciudadanía. El primer perdón lo pronunció mirando a cámara (sinceridad), sin embargo sólo pudo sostener la mirada tres segundos. Ya con la cabeza baja (responsabilidad, culpa), volvió a arrepentirse pero apretándose los labios (frustración, ira contenida).
Tragar saliva
Al asegurar que hasta la misma mañana del jueves creía en la inocencia de Santos Cerdán, el presidente tragó saliva. Lo hacemos cuando nos cuesta digerir lo que estamos verbalizando (el cuerpo no entiende por qué mentimos y tiene decenas de fórmulas para hacer explícita su disconformidad ante el engaño). Gestualmente, el día anterior en el Congreso, el secretario de organización del PSOE y el presidente del ejecutivo ya habían dado señales de que no estaban en su mejor momento al producirse el “no saludo”. Santos Cerdán llega al hemiciclo y alarga la mano para tocar la espalda de Sánchez, pero de repente aborta el impulso y pasa de largo. El presidente, al verlo pasar por su lado, le dedica una mirada de desprecio.
Una diminuta mueca de asco (disgusto) también aparece en el labio de Sánchez (aunque no llega a ser explícita porque no involucra a la nariz) cuando en la comparecencia desde Ferraz revela que ha sido él mismo quién le ha pedido la dimisión a Santos Cerdán. Y aunque frunce el ceño (preocupación, gravedad) solo aparecen unas finas líneas en su frente (esa manía de infiltrarse tantas cosas en la cara que luego dificulta la expresión facial básica…). Niega taxativamente adelantar las elecciones, pero en ese momento desordena las hojas de su discurso (para eso no hay guion, ya se verá: a ver cómo puede manejar la crisis). Ahora bien, cuando más enfadado se muestra es al referirse a los dos votos supuestamente robados en las primarias. Ahí enseña los dientes (ataque).
Santos Cerdán era asiduo a los toros, suficiente motivo para muchos para sospechar de la moral y ética de alguien. Pero a veces, aun siendo las sombras muy descaradas, o no las vemos o hacemos la vista gorda.
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