Crítica de clásica
La OBC regaló una ópera de Ravel como fin de temporada
El programa incluyó la raramente programada 'L'heure espagnole', una joya de la lírica francesa, además de contar con la actuación del violinista sueco Daniel Lozakovich

Ludovic Morlot dirige a la OBC. / May Zircus


Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-HaddadContinuando con la revisión del repertorio orquestal de Maurice Ravel por parte de la Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) –según la propuesta de su titular, Ludovic Morlot–, el concierto de clausura del curso ofrecía tres obras del músico francés arrancando con las breves ‘Sites auriculaires’ para dos pianos (1897) en un arreglo para orquesta de 2024 de Kenneth Hesketh, una instrumentación plagada de inventiva y de alto valor tímbrico. Un año antes de la obra anterior, Ernest Chausson estrenaba su ‘Poème para violín y orquesta, Op. 25’, una de las más conocidas de este músico romántico que se dejó embriagar por el wagnerianismo. Como solista se contó con el violinista sueco Daniel Lozakovich, un acreditado ‘millennial’ nacido en 2001 que mostró adecuado vuelo lírico en la obra de Chausson y mucho virtuosismo en esa intensa filigrana de Ravel que es ‘Tzigane’ (1924), una ametralladora de notas que en 10 minutos puede dejar agotado al intérprete. Lozakovich pudo con ella encantando al público, que le ovacionó y al que regaló una propina.
En la segunda parte del concierto se ofreció un auténtico regalo: el público de la OBC asistía como testigo a la grabación de la ópera raveliana ‘L’heure espagnole’, pequeña joya en un acto estrenada en 1911, la cual fue recibida sin mucho entusiasmo en su estreno parisino. Muy poco programada, su riqueza rítmica y tímbrica tuvo en la orquesta catalana una impulsiva defensora, con un Morlot detallista y atento al fraseo de los cantantes que propusieron una semiescenificación, vestuario incluido, pero el movimiento actoral afectó la proyección de las voces al no cantar siempre de cara al público.
El reparto estuvo encabezado por la mezzosoprano Fleur Barron, una Concepción de armas tomar que supo mostrar la esencia de un personaje peculiarmente sexualizado con una voz ideal para el rol. El tenor Nicky Spence dibujó al cornudo relojero Torquemada con simpatía y medios, mientras que el poeta Gonzalve, uno de los amantes de Concepción, estuvo defendido por Valentin Thill, tenor que fue repetidamente fagocitado por una OBC de oleadas explosivas desmesuradas. El Ramiro de Alexandre Duhamel no convenció por su emisión fluctuante y sí lo hizo Patrick Bolleire como el otro amante, Don Íñigo, aunque de proyección mejorable.
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