Premi Llibres Anagrama de Novel·la
Arià Paco, escritor: "Si solo puedes follar una vez con alguien, lo más sexy del mundo será hacerlo una segunda vez. El poliamor es como una falsa apertura"
‘Teoria del joc’ (Premi Llibres Anagrama de Novel·la) es el tercer libro del escritor Arià Paco, donde aborda el sexo y el deseo masculino en la era post MeToo

“El poliamor nunca podrá ser mainstream”, opina el escritor Arià Paco. / Valentí Enrich
Arià Paco tiene fe en la literatura, pero le cuesta más encontrar un sitio estable en el mundo. Escribe, reconoce, para expulsar preocupaciones y desenredarse. Así nació ‘Teoria del joc’ (Premi Llibres Anagrama de Novel·la), su tercer libro, que aborda el sexo y el deseo masculino en la era post MeToo. La conversación se alarga media hora en una terraza del Bar Canigó de Gràcia, donde Arià encaja como un elemento más del paisaje a pesar de haber nacido en Igualada hace 32 años.
La escritora Sabina Urraca dice que le provoca mucho rechazo cuando algún lector le dice: “este libro soy literalmente yo”. Que prefiere que le digan que han sentido asco, porque lo que le interesa de la literatura es que le lleve a un lugar incómodo, ¿qué efecto te interesa más que genere ‘Teoria del joc’?
Ah, ¡qué buena pregunta! Creo que ha generado las dos cosas. Me han escrito hombres explicando esa sensación de familiaridad y también he visto gente enfadada a la que le resulta insoportable el personaje, que lo ve muy pedante y en el fondo un tramposo. Me parece muy interesante que pasen las dos cosas. Con el principio del libro buscaba una identificación porque, si no amas al personaje, no te interesará su vida durante 280 páginas y, después, ya lo vas problematizando. Ahí empieza el debate: “Ostras, ¿me parece bien lo que hace o no?” Que haya habido debate es señal de que había que hablar de estos temas.
¿La incomodidad viene de esa animalidad que se cuela en el deseo del protagonista?
No lo sé. Yo estoy bastante cómodo con el deseo. La gente me decía que era valiente escribir de ello, pero a mí no me parecía problemático. El sexo, cuando funciona bien, es como una conversación que construyes con cada persona individualmente, ¿sabes? No es como imitar un vídeo porno y hacer lo mismo con todas las personas, sino algo que tienes que ir construyendo. En el fondo las cosas más problemáticas de la novela tienen más que ver con la manera que tenemos de amar que con el sexo.

El escritor Arià Paco. / Valentí Enrich
Pero el personaje principal transmite una sensación de culpa con algunas prácticas sexuales, cómo si el deseo no estuviera alineado con sus valores…
La primera cosa que pensé en la novela era que tenemos a dos personas que se aman y se desean mucho, pero que creen que el sexo que querrían tener no está bien y además no se lo dicen. Pero luego tienen una especie de traición o de ruptura y se lo permiten; entonces hay un sexo que en el fondo a los dos les gusta mucho y que en el fondo los dos lo querían, pero no lo decían porque se sentían como culpables por desearlo.
En el libro dices: “Se tiene que repetir el sexo para que se sepa que es sexo, se tiene que repetir la violencia para que se sepa que es violencia”.
Porque yo quería escribirlo de una manera que Ernest por la mañana pensara: “ostras, a lo mejor me pasé, no está bien lo que hice”. Casi se siente un violador pero ella le dice: “¿pero no viste que nos gustó mucho a los dos?”. Entonces hay esta idea de la repetición de refutar la idea de “esto lo queríamos y no pasa nada”. Y es esta cosa de aceptar estas contradicciones, quizás de ir integrando que las cosas que te gustan en la intimidad no hablan de quiénes somos tanto cómo podríamos pensar. No quiere decir que no hablen en absoluto, pero sí que son como esferas diferentes.
Todos vamos al gimnasio, pero luego hacemos ver que no somos gente superficial. El personaje quiere debatir un poco estas cosas"
De hecho, el personaje por momentos tiene esa cosa cómica de los neuróticos. Desprende un patetismo, ¿no? La sensación es que en realidad es bastante inofensivo…
Sí, totalmente. Yo constantemente veía ficción o leía libros sobre hombres percibidos como machos activos que no tienen mundo interior. Lo iba encontrando y pensaba: “¿y los hombres neuróticos?”. Entonces quería como representar a un hombre neurótico porque hay mucho discurso afuera sobre cómo son los hombres y cómo deberíamos sentirnos. Y si eres el tipo de persona que integra ese discurso y que lo hace como el centro de su vida, pues te conviertes en alguien como Ernest que, de repente, vive las cosas con mucha culpa. Patetismo es una palabra que uso mucho para hablar de esa masculinidad que a mí me despierta mucha ternura.
Ernest aparece como un hombre deconstruido que parece haber consumido absolutamente todos los podcasts de Radio Primavera Sound y luego haber salido a buscar su sitio en el mundo…
[Sonríe]. Yo más bien lo entiendo como que lo que ha absorbido es el ambiente. Porque yo tampoco tengo la sensación de que haya hecho una investigación exhaustiva del discurso feminista. Yo no he escuchado todos los podcasts de Primavera Sound ni mucho menos. Quiero decir que creo que es más algo de su ambiente. Si te mueves en un ambiente de izquierda, si te relacionas con personas que militan, vas interiorizando todo ese discurso.

El escritor Arià Paco en Barcelona. / Valentí Enrich
De hecho, el personaje va evolucionando y acaba poniendo en duda algunos mantras de un entorno muy woke. Dice, por ejemplo: “Todos deseamos cuerpos y no hablamos de ello”.
Instagram, por ejemplo, se ha convertido en un concurso de belleza, donde constantemente todos estamos súper preocupados por el cuerpo de una manera que no lo estábamos hace 10 o 15 años. Y es muy curioso porque Ernest piensa: “nos está pasando esto”. Y a la vez parece que todos hacemos como que no. O sea, todos vamos al gimnasio, pero luego hacemos ver que no somos gente superficial. El personaje quiere debatir un poco estas cosas y le salpica a la cara querer debatirlo.
A veces el discurso del feminismo es como: “el mundo es así y a los hombres nadie les ha dicho ciertas cosas”. Quizás a los hombres hace 20 años nadie les había dicho esto, pero a mí hace 20 años que me lo dicen"
También está muy presente la culpa. Es un personaje al que la culpa se le dispara constantemente. ¿De dónde crees que le nace?
Al principio esa culpa es como un poco de, no sé, de moral cristiana arraigada. Pero a lo largo de la novela va evolucionando su culpa: hay fases con las que tiene más que ver con el sexo que desea, pero creo que la culpa más interesante de todas es la culpa por no saber amar tan bien como las mujeres lo aman a él. Creo que la culpa le viene de cómo absorbe él un discurso ambiente que dice que los hombres son sospechosos. Quería representar un mundo en el que el feminismo ya es una parte de nosotros y tiene efectos. A veces el discurso del feminismo es como: “el mundo es así y a los hombres nadie les ha dicho ciertas cosas”. Quizás a los hombres hace 20 años nadie les había dicho esto, pero a mí hace 20 años que me lo dicen.
Uno de los personajes del libro dice: “nos lo creímos bastante, ¿no crees? Que la manera era ser menos masculinos. Lo intentamos y no funcionó”.
Lo que más me interesaba aquí es sobre todo la pregunta de: ¿qué es lo que les gusta a las mujeres en el fondo? Un personaje dice medio en broma “Es que parece que al final todo esto solo lo hacemos para gustar a las mujeres”. Y eso le pasa desde el principio a Ernest. Que para él la masculinidad es casi como un truco de seducción que tiene que aprender de otros hombres, porque él no lo tiene. No es un hombre normal en el sentido de que no le gusta estar con otros hombres y jugar al fútbol. Le gustan otras cosas, pero quiere gustar a las mujeres y para conseguirlo copia unos códigos. Entonces la conversación entre Eric y Blai va por aquí: “Intentamos gustar a las mujeres pero en cuanto dejamos de hacer cosas de hombre, ya no interesamos a las mujeres”. Quieren decir: lo hemos probado y quizás no era sexy.

Arià Paco retratado en Barcelona. / Valentí Enrich
¿El hombre neurótico es sexy a los 20, pero da muchísima pereza a los 40?
Y quizás tampoco es sexy a los 20, es que no sé si el hombre neurótico es sexy, la verdad, creo que no. De hecho, es lo que le dice Aurora en el libro: “Tú tienes muchas cosas sexys, pero eso de escribir sobre hombres no es de gente sexy”. Es como si se hubiera pedido a los hombres que hicieran mucho trabajo de autoconsciencia y tal pero, cuando ves a un hombre haciendo trabajo de autoconsciencia, es más irritante que sexy. Y yo quería hablar de eso. Un amigo me lo dijo el otro día usando una frase de bell hooks: “cuando pedimos a los hombres que cambien, tenemos que estar seguras de que aún nos gustarán los hombres cuando hayan cambiado”.
Ernest parece preguntarse qué hacer con el deseo cuando llega el amor, pero tampoco parece que se arregle con una relación abierta o con el poliamor, ¿son alternativas fallidas para tu generación?
No sé si esto es un problema generacional. Yo tengo la visión de que los seres humanos no cambian mucho. Es como que nosotros pensamos que hacemos algo mega diferente de lo que hacían nuestros abuelos, pero los seres humanos siempre han tenido sus apaños, porque no podían estar 40 años deseando a la misma persona. Y el libro de lo que se ríe es de pensar eso: que encontrarás unas normas concretas que harán que todo funcione y no habrá fricción cuando, en realidad, esa fricción es inherente al ser humano y a la manera en que desea y a cómo se siente rechazado. No creo que el poliamor pueda funcionar nunca como algo mainstream porque es como darte unas normas para que no hagan daño unas cosas que estructuralmente siempre hacen daño, que son esos vaivenes del deseo.
Si solo puedes follar una vez con una persona, lo más sexy del mundo será hacerlo una segunda vez. El poliamor es como una falsa apertura"
¿Lo más irónico del poliamor es que acaba siendo más normativo que la monogamia?
Es poco genuino y, si tú pones unas normas muy claras, automáticamente el deseo apunta hacia la pared que has puesto. Si solo puedes follar una vez con una persona, lo más sexy del mundo será hacerlo una segunda vez. El poliamor es como una falsa apertura, ¿no? Es como un dibujo de una apertura, pero que está hecho dentro de un cierre, dentro de unas normas muy claras, entonces no te dan en el fondo lo que necesitabas y te lo acabas saltando.
¿Qué tipo de señoro te imaginas que serás a los cincuenta? ¿Qué mirada crees que tendrás de tu vida sentimental de estos años?
No lo sé [sonríe]. Tengo mucha curiosidad por saber qué haré con mi vida, quiero decir, en parte, escribo por esta desorientación. O sea, creo en lo que decía Gabriel Ferrater: “el tema moral de la novela no es la experiencia que el escritor tiene de los otros, sino la inexperiencia en que se siente alrededor de los otros”. Entonces escribo porque estoy desorientado. No sé quién seré dentro de 15 años pero me interesa mucho.
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