Entrevista
Rebecca Solnit, escritora: "La gente está muy cabreada con Trump. Y cuando te cabreas, pierdes el miedo"
La escritora y activista estadounidense publica 'El camino inesperado' (Lumen, Angle en catalán) sobre el valor de la esperanza en momentos de crisis y los logros del feminismo 15 años después de popularizar globalmente el término 'mansplaining'

La escritora y activista Rebecca Solnit, fotografiada en Barcelona. / JORDI OTIX


Leticia Blanco
Leticia BlancoCoordinadora de Cultura y Ocio
Periodista de la sección de cultura. He trabajado en El Mundo, donde coordiné durante una década el suplemento de cultura emergente Tendències.
¿Cómo han sido los primeros meses de Trump? ¿El alud de medidas ha sido paralizador?
Nunca estuve de acuerdo con la tesis de la doctrina del shock. La gente común no es frágil ni está abrumada. Sé que la sensación ha sido la de 100 pequeños incendios. No puedes apagarlos todos, pero puedes elegir el tuyo. Algo que me pareció muy alentador fue que, al día siguiente de las elecciones, descubrí que los dos grupos climáticos en cuyas juntas directivas participo habían elaborado planes por si Trump ganaba. Así que estábamos preparados. Todos entraron en vigor.
¿Diría que existe una resistencia fuerte frente a Trump?
Se han presentado cientos de demandas y la gente de Trump ha perdido la mayoría, porque gran parte de lo que intentan hacer es ilegal. Hubo resistencia popular y también de los demócratas en el Congreso. Las protestas contra Tesla, a las que he asistido en San Francisco, comenzaron casi de inmediato y creo que han tenido un éxito extraordinario. Las ventas de Tesla han caído drásticamente en todo el mundo, la marca probablemente esté contaminada para siempre. Tesla está en serios problemas, lo cual es un ejemplo del poder que podemos tener cuando actuamos. La gente está muy cabreada. Y cuando te cabreas, pierdes el miedo.

La escritora y activista Rebecca Solnit, fotografiada en Barcelona. / Jordi Otix
¿Cree que veremos mucha más resistencia?
La historia no es lineal. Black Lives Matter pasó varios años organizando protestas, pero nadie esperaba que, después del asesinato de George Floyd, se multiplicarían por cien y se convertirían en las protestas más grandes de la historia de Estados Unidos. Así que no sé qué pasará, pero me anima no solo la resistencia, sino ver también a gente que nunca ha hecho esto antes. Mis padres me llevaron a marchas por la paz contra la guerra de Vietnam. Vengo de una familia de izquierdas. Llevo haciendo activismo desde la década de 1980. Pero en las protestas de Tesla conocí a mucha gente haciéndolo por primera vez. Fue súper emocionante.
¿No le parece que la brecha entre generaciones no era tan pronunciada desde los 60? En asuntos como el clima, por ejemplo.
Una de las dos organizaciones climáticas de las que formo parte se llama Third Act. Está dirigida por uno de los grandes líderes climáticos del mundo, Bill McKibben. Él se dio cuenta de que las personas mayores de 60 años estaban desatendidas. Hay una tontería que se ve mucho en el mundo anglosajón: dicen que los jóvenes son increíbles, que son el futuro y deben ser los líderes. Así que Bill fundó un grupo específicamente para personas mayores de 60 años porque, a menudo, están jubilados. No temen ser arrestados. Si tienen hijos, a menudo se han ido de casa, así que tienen más tiempo. Así que ahora hay más de 100.000 miembros muy activos políticamente. Creo que también estaba tratando de cerrar esa brecha generacional con algunos de los movimientos climáticos juveniles.
Lo que la crisis climática necesita de nosotros no es que nos quedemos en casa, seamos perfectos y reciclemos nuestras latas. Necesita que salgamos al mundo
En su ensayo defiende la importancia del relato en el discurso del clima. ¿Cuáles son las historias que paralizan?
Una historia que se oye mucho es la que dice que gente común no tiene poder. Que no podemos detener a la industria de los combustibles fósiles. Otra es que no tenemos las soluciones, cuando de hecho las tenemos. Y son hermosas, extraordinarias y realmente revolucionarias. La energía renovable era muy primitiva hace 25 años. Ahora, realmente podríamos alimentar casi todo con electricidad obtenida del viento, el sol, el agua, la energía geotérmica, de fuentes limpias. Algunos dicen que es demasiado tarde. Nunca será demasiado tarde. Siempre hay algo que vale la pena hacer.
Otro de los relatos extendidos es el de la huella climática.
Las corporaciones y la industria de los combustibles fósiles promovieron la idea de la huella climática, que consistía en ser puro, perfecto y virtuoso, ya sabes, consumir con mucha cautela. Pero podemos hacer mucho más. Lo que la crisis climática necesita de nosotros no es que nos quedemos en casa, seamos perfectos y reciclemos nuestras latas. Necesita que salgamos al mundo a unir fuerzas para impulsar el cambio. Necesitamos ser activistas, no solo consumidores. También hay otra idea que surgió al principio del movimiento climático: que hacer lo que el clima exige requiere austeridad, sacrificio, renunciar a cosas. Porque el consumismo promueve que la vida ahora es maravillosa y abundante. Pero la mayoría de las personas en la Tierra no viven estas vidas maravillosas y abundantes.

La escritora y activista Rebecca Solnit, fotografiada en Barcelona. / Jordi Otix
Hace una década usted tuvo mucho que ver en dar a conocer el término ‘mansplaining’, hoy adoptado de forma global en la conversación. ¿Siente que se ha avanzado?
Obviamente, no hemos terminado la revolución, pero he visto grandes cambios. No se habla lo suficiente del enorme auge del feminismo que comenzó alrededor de 2013. Por eso Harvey Weinstein está en la cárcel. Pero también creo que el feminismo ha cambiado a los hombres más de lo que decimos. Se presta mucha atención a la manosfera, a Andrew Tate, a esta nueva hipermasculinidad, que me parece muy triste. Les están dando a los hombres ideas imposibles de lo que debería ser la masculinidad, realmente miserables y alienantes.
La gente común ha ejercido el poder muchas veces, cambiando el mundo para mejor. De hecho, casi todo lo bueno que tenemos se debe a que la gente común luchó por ello
La esperanza es clave en su libro. ¿La necesitamos más que nunca?
La esperanza es, en esencia, que las cosas puedan ser diferentes, la sensación de que el futuro es algo que estamos construyendo en el presente. A menudo, la gente teme a la incertidumbre y la evita mediante el optimismo, el pesimismo, el cinismo y el derrotismo, que en realidad es la idea de que ya sabemos qué es el futuro. No es así. Si comprendes los últimos 75 años de historia, verás cambios increíbles y asombrosos en la condición de las mujeres, las personas queer, la lucha contra el racismo, la descolonización de África y otros lugares, los derechos indígenas. La gente común, cuando se une, tiene mucho poder.
Frente a lo que nos quieren hacer creer.
La gente común ha ejercido el poder muchas veces, cambiando el mundo para mejor. De hecho, casi todo lo bueno que tenemos se debe a que la gente común luchó por ello. La democracia en sí misma, el fin de la monarquía absolutista en Europa, los derechos de las mujeres, la protección del medio ambiente... A nuestros enemigos les encantaría hacernos creer que no tenemos poder y que nos rindiéramos. Pero, ¿por qué demonios les daría lo que quieren? Es falso creer en esas cosas.
Y eso supondría ceder ante el enemigo.
Cuando Trump fue elegido en 2016, Timothy Snyder escribió ‘Sobre la tiranía. Veinte lecciones que aprender del siglo XX’. Y la primera es: no obedecer de antemano. Una forma de obedecer de antemano es pensar que son todopoderosos. Que no hay nada que podamos hacer. La historia está llena de gente que no se rindió: en los campos de exterminio de la Alemania nazi, en el gueto de Varsovia, en Gaza.
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