Entrevista
Gaspard Koenig: "La ecología auténtica nos permite disfrutar más de una pera que de un parque de atracciones"
El filósofo y escritor francés traslada a 'Humus', su última novela, nuestras preocupaciones medioambientales

El escritor francés Gaspard Koenig presentó en Barcelona, donde ha presentado su nuevo libro 'Humus', una sátira social sobre una sociedad que oscila entre el desastre ecológico y la fractura social, finalista de los premios Goncourt y Renaudot y ganador de los premios Interallié, Transfuge y Jean Giono. / Alejandro Garcia / EFE


Elena Hevia
Elena HeviaPeriodista
Tiene el aspecto formal de un primero de la clase y no sorprende que el chileno Pablo Larraín le pidiera que encarnase a Ted Kennedy -con quien tiene más que un aire- en su película ‘Jackie’, pero no es actor, sino ensayista y filósofo. El francés Gaspard Koenig (Neully-sur-Seine, 1982) es ensayista, y un novelista de éxito, especialmente por su capacidad de traducir en accesibles ficciones las inquietudes del siglo XXI. Koenig es un liberal nada dogmático, profundamente preocupado por la crisis medioambiental que se concreta en ‘Humus’ (Seix Barral), una novela de aprendizaje y una sátira social que no ofrece soluciones pero sí argumentos en los que pensar. Una obra donde cristaliza su ecoansiedad y la nuestra a través de sus protagonistas, Arthur, el chico burgués decidido a recuperar un pequeño terreno arruinado por los pesticidas, y Kevin, hijo de agricultores que impulsa una star-up verde quizá no tan ética como se publicita.
¿Por qué escribir una novela y no un ensayo para hablar del futuro en peligro de la tierra en minúsculas y la Tierra en mayúsculas?
En este tema hay distintas opciones, resulta difícil tener una opinión clara y eso es más fácil de plasmar en una novela. Los distintos personajes buscan cómo comportarse frente al tema ecológico para que el lector tome su propio camino. Y además una novela te permite llevar al extremo tus ideas. Arthur acaba siendo un ecoanarquista, un pensamiento con el que me identifico, pero yo no llevaría tan lejos sus ideas, así que a través de este personaje puedo soltar lastre.
Tanto Kevin como Arthur, en un principio estudiantes de ingeniería agronómica, desarrollan una gran pasión por las lombrices. ¿Esta es una forma de decirnos que hay que volver a lo esencial?
Las lombrices son animales fascinantes y subestimados. Son imprescindibles para la vida porque en un suelo sano va a crecer la diversidad, un suelo estéril se convertirá en un desierto. Darwin ya entendió que son como los agricultores de la tierra. Junto con los hongos y las bacterias, las lombrices son descomponedores de cuerpos muertos y los devuelve a la tierra para que otros cuerpos puedan nacer. Hay más de 3.000 especies de lombrices y tienen una sexualidad curiosa porque son hermafroditas. No hay que olvidar que humano viene de humus (tierra).
La semana pasada Macron concedió una entrevista de dos o tres horas y solo le dedicó una frase al carbono y el calentamiento climático y, nada, cero, a la biodiversidad, que es el principal tema al que nos enfrentamos hoy
A pesar de que a los protagonistas les unen inquietudes ecologistas siguen destinos muy opuestos gracias a las lombrices. Uno crea una start-up de moda y el otro se sitúa al margen del sistema. ¿Son estas las dos vías posibles a las que nos enfrentamos hoy?
Diría que son las más visibles. Una dice que mi acción tiene que ser beneficiosa para el mundo, la otra que tiene que ser virtuosa. ¿Tengo que crear una empresa a gran escala y renunciar a ciertos ideales o, al contrario, tengo que ser fiel a mí mismo? Esto me sirve para que si al final, los amigos distanciados son capaces de reanudar su amistad, poder establecer la idea de que es posible tomar y combinar lo mejor de ambas posiciones.

El escritor francés Gaspard Koenig. / Alejandro Garcia / EFE
Usted, que ha fundado el laboratorio de ideas Genération Libre, se define como liberal. Como tal le pregunto. ¿Puede el capitalismo, tal como lo conocemos, comprometerse con el pensamiento ecologista?
Esa es la pregunta que plantea el libro y la dejo abierta al final. El capitalismo del siglo XXI no tiene mucho que ver con el viejo capitalismo del siglo XIX fundamentado en los bancos, el actual está basado en el capital de riesgo. El inversor no intenta financiar una empresa que vaya a sobrevivir sino una empresa que o muere o multiplica por 1.000 sus beneficios. Ese es un sistema perverso que en muchas ocasiones conduce a fraudes.
¿Es el modelo Silicon Valley?
Me he basado en una empresa que operó allí, Theranos, que tenía que producir análisis de sangre a partir de una sola gota de sangre y parecía que iba a transformar la industria. Era una empresa unicornio, dirigida por una mujer, Elizabeth Holmes, que desplegaba una moralidad empática de ayuda a los niños que al final embarrancó porque su tecnología no pudo seguir el ritmo de lo que pedían los inversores y lo suplieron con engaños. Ella acabó en la cárcel.
Un estudio realizado en el Reino Unido decía que el 63% de los insectos ha desaparecido en los últimos años. Es una locura. En Estados Unidos están transportando abejas en camiones de un lado a otro
¿Y usted, personalmente, qué es lo que propone?
Yo estoy a favor de las comunidades descentralizadas que se ocupan de una forma natural del entorno a pequeña escala. En la huerta valenciana tienen ustedes una gestión del agua modélica, desde hace 1.000 años. A mayor escala, creo en un mercado, con una buena legislación que permita ir rápido y ser eficaces en cuanto a la transformación agroecológica. Pero eso solo se puede hacer si somos capaces de generar un sistema de incentivos donde los inversores pondrán dinero para que la tierra sea más sana.
Los políticos deberían leer su novela.
En fin… La semana pasada Macron concedió una entrevista de dos o tres horas y solo le dedicó una frase al carbono y el calentamiento climático y, nada, cero, a la biodiversidad, que es el principal tema al que nos enfrentamos hoy. Un estudio realizado en el Reino Unido decía que el 63% de los insectos ha desaparecido en los últimos años. Es una locura. La ausencia de polinizadores hace que caiga la colza en Francia. En Estados Unidos están transportando abejas en camiones de un lado a otro. Es una locura, teniendo setos se solucionaría. Hoy lamentablemente creen que la desaparición de las abejas es una preocupación de poetas y bohemios.
Trump es un macaco de cola larga que no reconoce que estamos en un mundo finito en el que el crecimiento no puede ser ilimitado
En España el reciente apagón provocó que algunas voces retrogradas defendieran las centrales nucleares.
Me interesa el tema porque el apagón impulsó artículos sobre la posibilidad de sobrevivir fuera del sistema de energía supercentralizado que tenemos ahora. Donde yo vivo soy autónomo desde el punto de vista del agua, la electricidad y la calefacción y un poco también en lo tocante a alimentos. Si todo se desmorona, me permitiría sobrevivir durante algún tiempo.
¿Y en lo tocante a ir hacia atrás? ¿Tiene sentido?
El biólogo Marc-André Selosse tomó el ejemplo de unos macacos de cola larga que vivían en unas islas de coral en Tailandia, donde se alimentaban de moluscos. Cuando las almejas empezaron a escasear, en vez de ser más sobrios, inventaron instrumentos para abrir las conchas más pequeñas, con lo que interrumpieron la cadena alimenticia y la población se redujo. Trump es un macaco de cola larga que no reconoce que estamos en un mundo finito en el que el crecimiento no puede ser ilimitado. El problema es que reaccionamos con un interés a corto plazo.
¿Entonces el decrecimiento es la solución?
No exactamente. A mediados del siglo XIX el filósofo liberal John Stuart Mill propugnó un tipo de equilibrio que sin producir ilimitada y continuamente nos permita la regeneración de las cosas. Ese es un estado intermedio entre el crecimiento y el decrecimiento que cada vez está tomando más fuerza. Creo que la ecología auténtica nos permite disfrutar más de una pera o una puesta de sol que de un parque de atracciones o un viaje en avión.
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