Centenario del autor de 'Els altres catalans'

Morad, Nadia Hafid y los otros catalanes del siglo XXI, la herencia espiritual de Paco Candel

Medio siglo después de la obra que convirtió a Paco Candel en portavoz de la inmigración, los problemas son prácticamente los mismos, pero los referentes se han multiplicado gracias a catalanes de ascendencia marroquí o latinoamericana que dejan huella en la cultura, la política y el deporte

Carteles del último disco de Morad en el barrio de La Florida de L'Hospitalet de Llobregat

Carteles del último disco de Morad en el barrio de La Florida de L'Hospitalet de Llobregat / ZOWY VOETEN

David Morán

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Barcelona
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Para empezar, una obviedad. “Yo me siento catalán. Llegué aquí con dos semanas, así que es la sociedad la que ha de empezar a aceptar que nombres extranjeros también son catalanes. Es demasiado evidente como para que lo tenga que decir yo”. Lo explicaba el educador social y novelista barcelonés de origen marroquí Youssef El Maimouni (1981) durante la promoción de su novela ‘Nadie salva a las rosas’ y resume a la perfección el sentir de los herederos, continuadores más bien, de lo que Paco Candel grabó a fuego en ‘Els altres catalans’, inesperado ‘best-seller’ de 1964 y tratado sociológico sin el que no se puede entender “la configuración de la sociedad catalana, la distribución geográfica de su población, el clasismo existente por orígenes y las aristas que la marcan”.

El espejo narrativo de El Maimouni, nacido en Ksar el Kebir, criado en Coma-ruga y crecido en Barcelona, es el de la trilogía marsellesa de Jean-Claude Izzo, donde casi todos los personajes son hijos de refugiados españoles o italianos o de inmigrantes magrebíes y asiáticos, pero el entrecomillado anterior no es suyo, sino de Najat El Hachmi (1979). Catalana de origen marroquí, El Hachmi dio voz a las nuevas generaciones de migrantes, los otros catalanes del siglo XXI, cuando ganó el Premio Ramon Llull de 2008 con ‘L’últim patriarca’, su segunda novela. La primera, titulada ‘Jo també sóc catalana’, ya anticipaba toda una vida (y una obra) centrada en dilemas identitarios, choques intergeneracionales y colisiones culturales. Una suerte de heredera espiritual de Candel que, en el centenario de su nacimiento, vuelve a prologar una nueva edición de ‘Els altres catalans’ publicada hace unos meses por  Edicions 62. 

Echar raíces

“Todos aquellos elementos del proceso de configuración de la nueva sociedad catalana que, en ese momento, al autor le provocaban perplejidad, hoy en día también podrían provocarlo con esta inmigración procedente del resto del planeta; como el catalán-catalán recibe el recién llegado, la esquizofrenia lingüística que le lleva a dar por sentado que el otro nunca aprenderá la lengua y, al mismo tiempo, a no terminar de aceptar a quien la habla perfectamente (personalmente he sentido un cierto alivio al ver que esto no es nuevo); los problemas laborales, ‘la especialización’ por orígenes y el más sorprendente de todo el documento: los problemas de vivienda y el breve inciso que hace en la cuestión de la educación”, escribe en su introducción la también ganadora del Premio Nadal 2020 con ‘El lunes nos querrán’. 

En 1964, Candel fue la voz de los primeros inmigrantes que llegaron a Cataluña, la brújula de un fenómeno migratorio que, en los últimas décadas, ha experimentado un crecimiento espectacular: de seis a más de ocho millones de habitantes desde el año 2000 y un padrón en el que los nacidos en el extranjero representan el 25% de la población, algo más de 2 millones en total. “Estos hijos de no-catalanes han echado raíces en esta tierra-no-de-sus-abuelos. Echarán raíces para siempre. Absorben la savia y dejarán la semilla”, escribía Candel. Medio siglo después, las voces se han multiplicado. También los referentes. Se mantienen casi mismos los problemas, como apuntaba El Hachmi, pero donde antes había un erial, prácticamente la nada, ahora hay catalanes de ascendencia marroquí o latinoamericana dejando huella en la cultura, la política y el deporte. 

Barcelona 19.02.2025. Cultura. Nadia Hafid, dibujante de cómics, Premi Finestres de Còmic en Català 2024 por su obra ‘Mala olor’ (un cómic sobre el racismo empresarial y el acoso laboral) firmando uno de los ejemplares. Fotografía de Jordi Cotrina

Nadia Hafid firma un ejemplar de 'Mal olor', su último cómic / JORDI COTRINA

Ahí está, sin ir más lejos, el rapero Morad (1999), nacido en L’Hospitalet e hijo de inmigrantes marroquíes que el pasado enero tocó el cielo del Palau Sant Jordi y descorchó el año como el artista más escuchado de Spotify. Ídolo del barrio de controvertido currículum extramusical, Morad El Khattouti El Horami lo tiene claro desde que sus rimas empezaron a despuntar y a convertirse en referente de jóvenes migrantes. "La gente ha recibido mi música como algo que le apoya en su día a día. No la escuchan para hacer algo, sino para aprender de algo", decía.  En su gran noche en el Sant Jordi, por cierto, no faltó Lamine Yamal, hijo de madre guineana y padre marroquí y superhéroe del año criado en las plazas duras de Rocafonda. Un fan ilustre al que, para cerrar el círculo, el autor de 'Niños pequeños' y seguidor del Real Madrid prometió desde el escenario dedicar una canción en breve. 

Brechas de clase

Más. Hace un par de meses llegaba a las librerías 'El mal olor', álbum con el que la ilustradora Nadia Hafid (1990), tarrasenca de ascendencia también marroquí, ganó el premio Finestres de Cómic. Una historia-denuncia protagonizada por una mujer racializada en un entorno laboral blanco nuclear con la que la autora de 'El buen padre' explora el racismo en el trabajo y reflexiona sobre las brechas no sólo de raza, sino también de clase y de género. Y es que, como ocurría con los 'otros catalanes' de Candel, también aquí el escalafón social lo es casi todo. "Si tienes euros en el bolsillo, las puertas se te abren y la discriminación desaparece. A nadie le preocupa de dónde viene un jugador de fútbol de Primera", reflexionaba en estas mismas páginas Youssef El Maimouni.

Matías Néspolo, Rocío Quillahuaman y Youssef El Maimouni

Matías Néspolo, Rocío Quillahuaman y Youssef El Maimouni / EPC

En otros barrios pero con prácticamente las mismas idiosincrasias, los escritores Juan Pablo Villalobos (1973) y Matías Néspolo (1975), mexicano y argentino, respectivamente, afincados en Barcelona desde hace años, actualizan con sus novelas los roces y cariños entre las comunidades latinas y los barceloneses de "toda la vida", algo con lo que no se atrevieron los grandes 'expats' del 'boom'. "Podemos verlo como un conflicto, pero en realidad es un diálogo que no para nunca", explicaba el autor de 'No voy a pedirle a nadie que me crea', cuyos libros vuelven una y otra vez a la discusión sobre la identidad, el hibridismo y la asimilación. “A pie de calle jamás ha habido problemas entre el catalán y el castellano y yo quería mostrar esa vocación mestiza. Especialmente para el colectivo al que pertenezco, el de los latinoamericanos, que nos encontramos en una especie de no lugar, porque no estamos del todo aquí pero tampoco en nuestro lugar de origen”, resumía Néspolo a propósito de ‘Una fábula sencilla’, su última novela. 

Buscar la representación

Es, en cierto modo, lo que la ilustradora y escritora Rocío Quillahuaman (1994), nacida en Lima y afincada en Barcelona, define como “decisión política en busca de la representación”. O lo que ocurre cuando uno se busca en productos culturales pero no se encuentra en ningún sitio. “Para mí, la representación es importante. ¡Cómo no va a serlo cuando te intentan borrar de todas partes! Enciendes la tele, ves una exitosa serie que trata diferentes tramas de adolescentes en un instituto público, y ninguno de los protagonistas es latino. ¿Cómo puede ser eso posible? Si has estudiado en un instituto público en Barcelona, sabes que estamos por todas partes. Pero nunca nos retratarán como protagonistas! Seremos una sombra fuera de foco, al fondo, que alguna vez dirá un monosílabo”, escribía la realizadora de animación en ‘Marrón’, sus memorias de infancia y adolescencia. 

“Pienso en cuando era niña, en lo bien que me habría venido leer la historia de alguien que sintiera las mismas dudas y confusiones que yo sentí cuando llegué a Barcelona con once años. Me habría encantado ver un libro que plasmara esa historia, mi historia, en la sección de novedades de la biblioteca”, relataba con un razonamiento que está también en la base de Acció Migrant, festival que reúne proyectos de artistas extranjeros establecidos en Barcelona, o Slow Walk Music, sello discográfico impulsado para trabajar con músicos africanos asentados en la ciudad. "¿Pero los hijos de esos hijos serán catalanes con padres catalanes y abuelos catalanes, puros ya? -se preguntaba Candel hace cincuenta años-. Claro que no. claro. ¿Y los que vendrán? No, por supuesto. O sí, por supuesto. La pureza de la raza es una patraña. Como lo de la sangre azul. Los vertiginosos tiempos modernos barren muchas cosas, las más estúpidas, por lo general". 

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