Novedad editorial
Marcos Giralt Torrente desbroza en 'Los ilusionistas' los gozos y las sombras de su familia materna
Pese a mostrar las pequeñas miserias del abuelo, el nieto del escritor gallego Gonzalo Torrente Ballester intenta reconciliarse con el pasado

El escritor Marcos Giralt Torrente, que publica 'Los ilusionistas', en la sede de editorial Anagrama. / Macarena Pérez / EPC


Elena Hevia
Elena HeviaPeriodista
Hace 15 años, el escritor Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1969) abordó un ejercicio de introspección autobiográfica muy notable con ‘Tiempo de vida’, un libro en el que hundía el bisturí en la relación con su padre, el pintor Juan Giralt, a quien cuidó en sus dos últimos años tras una relación de dolorosos desencuentros. Ahora completa ese mismo afán con idéntica potencia analítica gracias a ‘Los ilusionistas’ (Anagrama), otra ‘memoir’ que como en aquel caso camina hacia una reconciliación con el pasado. La disección afecta en este caso a seis personas: el todopoderoso abuelo el gallego Gonzalo Torrente Ballester, su esposa, la sufrida Josefina Malvido y los cuatro hijos de la pareja, entre los que se cuenta el también escritor (y estafador) Gonzalo y la madre de Marcos Giralt, María José. La única de los evocados que hoy sigue viva.
Al igual que en ‘Tiempo de vida’, que tantos premios le deparó a su autor, aquí se relatan sin pudor los gozos y sobre todo las sombras de esas vidas escrutadas. En el caso de Torrente Ballester, su nieto entra a machete a desbrozar la desigual relación que mantuvo con la abuela, fallecida prematuramente, a través de la correspondencia de la pareja. Puede resultar raro que un matrimonio se crucen tantas cartas, pero en el caso del escritor gallego, eso se produjo porque él decidió irse a vivir a Madrid a buscar la gloria mientras ella se quedaba a cargo de los chicos en Ferrol y sin embargo muchas veces se encontraron a medio camino para tener relaciones sexuales. “Tenía que mostrar a los personajes en toda su complejidad y me he permitido hacerlo porque sabía que las miserias que se mostraban eran las que todos tenemos y con las que se puede ser indulgentes. Finalmente, creo que son bien tratados sin dejar de mostrar aquello que plantea dudas”.

El escritor Marcos Giralt Torrente, que publica 'Los ilusionistas', en la sede de editorial Anagrama. / Macarena Pérez / EPC
Víctima y verdugo
Las dudas son muchas. ¿La mezquindad del abuelo puede explicarse solo por el machismo estructural que imperaba en la época? ¿Por qué dejó de hecho y de facto fuera de su testamento a sus cuatro primeros hijos, en beneficio de los siete (¡siete!) habidos en su segundo matrimonio? ¿Fue un manipulador y un tipo egoísta que sacrificó a su familia por su ambición? “Creo que mi abuelo no fue únicamente verdugo y mi abuela solamente víctima, hubo una colaboración por parte de ambos. Y lo que redime esa relación es esa historia tan encendida que tenían, ese deseo en el terreno del sexo. Cuando uno piensa en sus abuelos es difícil imaginarlos así y ese es uno de los grandes atractivos del libro porque resulta muy atemporal”.
Respecto a las prioridades del abuelo, el escritor no tiene dudas: “Yo no comprendo a esa gente que hipoteca todo en favor de su ambición, pero eso lo ves en las esferas del arte, de la ciencia y la política”. Para Giralt en relación a ello ha habido un antes y un después en su vida, el nacimiento de su hijo que vino justamente con el éxito de ‘Tiempo de vida’. “El sentir de la paternidad forma parte de una evolución personal que me ha hecho más permeable”, asegura, al tiempo que deja el libro como legado al hijo, en una suerte de autorretrato nada directo de sí mismo.

El escritor Marcos Giralt Torrente, que publica 'Los ilusionistas', en la sede de editorial Anagrama. / Macarena Pérez / EPC
El daño primigenio
Una de las grandes preguntas del libro es qué nos hace ser como somos y Giralt Torrente encuentra la causa en la muerte temprana de la abuela para la deriva de los cuatro hermanos que no supieron o no quisieron llevar una vida convencional con oficios o profesiones estables que les procuraran una autonomía económica, dependiendo esporádicamente de las aportaciones paternas. Gonzalo, el segundo, se ha dicho, fue el garbanzo negro de una familia ya de por sí poco común: estafador, sablista, se pasó diez años en la cárcel y en los últimos años, durmió en bancos públicos de Madrid. Él sólo merecería una novela, aunque su sobrino no quiera ir en esa dirección y sea el periodista J. Benito Fernández quien esté preparando una biografía de aquel. “En los años en los que vivió era más fácil engañar porque ahora disponemos de más información. Eso también favoreció el florecimiento de personalidades como las de mi tío”.
Sin embargo, el personaje esencial de ese puñado de vidas es sin duda la madre del autor, que mira insolente desde la portada en dos fotos de aires pop fechadas en Brasil antes del nacimiento de su hijo. Culta, bohemia y protagonista del que quizá sea el mejor capítulo del libro, ha leído el libro y sentenciado que está muy bien. “Y eso es algo que me hace dudar de la calidad del libro -dice riendo Giralt- porque si a tu madre que sale retratada en un libro no muy indulgente le gusta, quizá es que he fallado. Pero vamos, creo que ha percibido ese deseo de ser ecuánime”.
No se habla apenas en el libro de la segunda prole del abuelo, cuyas diferencias se hicieron más evidentes tras ese trámite, el de la herencia, que tantas familias rompe. “Yo he perdonado a muchos pero no a todos -explica el autor- por algunos de ellos hay un cariño muy intenso y les avisé que estaba escribiendo el libro. A la hermana mayor, a quien más afecto tengo, le advertí que si iban a leerlo en diagonal en busca de las cosas que les atañen sin duda iban a encontrar algo que les moleste. Por eso pedí que tuvieran la paciencia de leerlo de pe a pa para ver el esfuerzo evidente que hay hacia la reconciliación, de no ahondar en la herida y sobre todo de entender”.
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