Ensayo cultural

Cataclismo sobre ruedas: el coche como apestado social y enemigo público número uno

El periodista Daniel Knowles disecciona en el alarmante 'Carmageddon (Autocalipsis)' el atropellado auge del automóvil y su rol central en la cultura capitalista

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Un atasco en Pekín, China, en una imagen de archivo

Un atasco en Pekín, China, en una imagen de archivo / EFE

David Morán

David Morán

Barcelona
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Estados Unidos, finales de los años 50. “En aquella época, si no tenías dinero, la única diversión familiar posible era ‘dar una vuelta en coche’”, leemos en ‘Born To Run’, autobiografía de Bruce Springsteen publicada en 2016. “La gasolina era barata, treinta centavos el galón, y mis abuelos, mi madre, mi hermana y yo recorríamos en coche las calles hasta los puntos más alejados del pueblo. Era nuestro único capricho, nuestro ritual”, añade el autor de ‘Racing In The Street’, inmortalizado en la cubierta del libro recostado en su flamante Corvette de 1960.

Más de medio siglo después de aquello, el automóvil, animal mitológico de la cultura estadounidense, pieza fundacional del capitalismo del siglo XX y protagonista de no pocas canciones y películas, ha dejado de ser la solución para convertirse en el problema. En mayúsculas y con doble subrayado. “En la mayoría de los países europeos, la gente lleva vidas que quizá no sean mejor económicamente, pero sí son más saludables. Viven más, comen mejor, hacen más ejercicio, tienen mejor salud mental y se sienten menos solos. Y, sinceramente, gran parte de esto se debe a que en Europa no se necesita tanto el coche”, teoriza al otro lado de la pantalla Daniel Knowles, periodista de ‘The Economist’ y autor del alarmante ensayo ‘Carmageddon (Autocalipsis). Cómo nos perjudican los automóviles y qué podemos hacer al respecto(Capitan Swing). 

Daniel Knowles, en una imagen promocional

Daniel Knowles, en una imagen promocional / CEDIDA (CAPITAN SWING)

No debía pensar en esto el bueno de Bruce cuando escribió ‘Pink Cadillac’ -tampoco Prefab Sprout cuando se chotearon de él en ‘Cars & Girls’; Brucito, lo llamaban-, pero el tiempo ha llevado a convertir el automóvil en poco menos que un apestado social. “No digo que debamos deshacernos de ellos por completo; simplemente necesitamos que no sean la opción predeterminada para cualquier tipo de viaje. Se puede ver en muchas partes de Europa o en Japón, donde hay personas que pueden tener un coche o acceder a uno cuando lo necesitan, pero no lo usan constantemente”, matiza Knowles. 

Coches en una autopista neoyorquina.

Coches en una autopista neoyorquina. / ANGELA WEISS / AFP

Cambio generacional y cultural

Precaución, pues, a la hora de echarse a la carretera emulando a Steve McQueen, fantasear canturreando ‘Mustang Sally’ de Wilson Pickett, o desgañitarse con el ‘Drive My Car’ de los Beatles. Todo es cuestión, en fin, de echarle imaginación y visualizar a Tupac conduciendo una bici eléctrica en lugar de un Mercedes-Benz 500 E, como canta en ‘Picture Me Rolling’’. “Hay un cambio cultural real -sostiene Knowles-. Si nos fijamos en la música o las películas de hace 40 o 50 años, que los adolescentes quisieran un coche era una idea de liberación. Pero ahora la gente quiere vivir en un lugar donde no necesite conducir, donde sus amigos estén cerca, donde estén bien comunicados. El coche ha dejado de ser algo liberador y generacional para convertirse en sinónimo de un estilo de vida poco envidiable".  

Springsteen, fotografiado junto al coche que se compró con las primeras ganancias por 'Born To Run'

Springsteen, fotografiado junto al coche que se compró con las primeras ganancias por 'Born To Run' / EPC

En su libro, el periodista no se limita a blandir el cencerro del apocalipsis sobre ruedas, sino que traza un arco de causa-consecuencia que viaja de ‘El viento en los sauces’, clásico infantil que puede presumir de haber dado al mundo uno de los automovilistas “más memorables de todos los tiempos”, nada menos que el señor Sapo, a las autopistas de 26 carriles (sí, 26; búsquenla en Houston, Texas), los tramos de carretera permanentemente congestionados, las ciudades con 30 plazas de aparcamiento por cada residente y los países en los que, como en Reino Unido, el número de coches supera en cinco millones de nada al de carnets de conducir emitidos. “El principal motivo de que conducir sea cada vez más incómodo es que cada vez lo hace más gente”, recuerda el periodista británico cada vez que alguien saca a colación la llamada “guerra contra los coches” o la cultura de quienes están en contra de la gente que depende de las cuatro ruedas. “Cada persona que viaja en coche genera costes para quienes están fuera, como la contaminación, la congestión y el espacio que ocupan, tanto en aparcamiento como en carreteras. Todos estos costes se acumulan”, argumenta. 

Hay una razón por la que gente de todo el mundo quiere venir a Barcelona y a Madrid: son lugares realmente maravillosos para vivir en los que se puede caminar y usar el transporte público”

Muertes y otros costes

En ‘Carmageddon (Autocalipsis)’, Knowles también refiere algunos datos espeluznantes: cada año mueren en todo el mundo más de un millón de personas en accidentes de tráfico. En Estados Unidos, detalla, la cifra anual es de 40.000, algo así como el doble de los que mueren asesinados. En Londres, cada año mueren prematuramente 9.500 personas a causa de la contaminación atmosférica. En India, la cifra de personas fallecidas por enfermedades causadas por la polución asciende al millón. “Si pagas 30.000 euros por un vehículo, querrás usarlo, por eso suele haber mucha hostilidad hacia la reducción de las carreteras y a la eliminación de plazas de aparcamiento. Pero los costes de los coches no los pagan quienes los usan”, sentencia. 

Otro apunte para la reflexión: la quinta parte más pobre de los estadounidenses, asegura Knowles, gasta más de una cuarta parte de sus ingresos en coches. “Los estadounidenses más ricos conducen cada vez menos, porque eligen vivir más en barrios como el mío -explica Knowles, residente en Chicago-. Buscan vivir en ciudades como Nueva York, Washington D. C. o San Francisco; lugares donde se puede vivir sin coche”. En este sentido, añade, conducir es también una cuestión de clase y, como casi todo, un asunto político. “Creo que las políticas de Trump solo van a forzar a mucha gente a vivir en la pobreza, de modo que no tendrán forma de desplazarse porque no habrá inversión en transporte público ni cambios en el diseño de las carreteras para incorporar calles seguras donde la gente pueda caminar o ir en bicicleta”, vaticina. 

Coches en un atasco en Moscú.

Coches en un atasco en Moscú. / AFP

Soluciones a medias

En 'How Can I Love You (If You Won't Lie Down), una de las canciones más pegadizas de Silver Jews, David Berman canturreaba eso de “fast cars, fine ass / these things will pass / and it won't get more profound”, y algo así es precisamente lo que espera que ocurra Knowles: que pase la edad dorada del automóvil y se imponga la máxima de Gustavo Petro, presidente de Colombia que siendo alcalde de Bogotá dijo que “un país desarrollado no es aquel en el que los pobres tienen coche, sino aquel en el que los ricos utilizan el transporte público”.

Hay una razón por la que gente de todo el mundo quiere venir a Barcelona y a Madrid: son lugares realmente maravillosos para vivir en los que se puede caminar y usar el transporte público”

Para conseguirlo, el autor de ‘Carmageddon (Autocalipsis)’ tiene bastante claro el camino a seguir. “Si no existieran todos esos subsidios ocultos como el aparcamiento gratuito, las carreteras sin peaje, la gasolina no gravada para compensar la contaminación y todos los subsidios directos que incentivan a comprar coches, creo que la gente podrá desarrollar una relación más sensata con el automóvil”, argumenta. Ahí está, por ejemplo, el raro de caso de Tokio, donde para comprar un coche hay que demostrar que se dispone de plaza de aparcamiento, está prohibido aparcar en la calle y tanto los automóviles como los combustibles están fuertemente gravados.

Un caso quizá extremo, sí, pero que se ha intentado replicar a diferentes escalas en algunas ciudades europeas. “En Londres tienen un impuesto para vehículos antiguos que fue muy impopular, pero el aire de la ciudad se ha vuelto mucho más limpio y la gente cambia de coche. Hay una razón por la que gente de todo el mundo quiere venir a Barcelona y a Madrid: son lugares realmente maravillosos para vivir en los que se puede caminar y usar el transporte público”, asegura. Ya lo cantó antes Paul Simon: "Las palabras de los profetas están escritas en las paredes del metro”.

'Carmageddon (Autocalipsis). Cómo nos perjudican los automóviles y qué podemos hacer al respecto'

Daniel Knowles

Capitán Swing

296 páginas

23 euros

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