Crítica de 'La historia de Souleymane': un drama migratorio en forma de 'thriller' frenético

Las películas que contemplan las luchas de los inmigrantes indocumentados por sobrevivir en Occidente se han convertido casi en un subgénero, y el nuevo trabajo de Boris Lojkine esquiva con brillantez sus clichés mientras explora cómo el coste humano de la llamada "economía bajo demanda" afecta a la experiencia migrante. Para ello se centra en un par de jornadas en la agónica vida de un repartidor guineano que pedalea diariamente a contrarreloj en una ciudad que no es sino una prisión al aire libre para quienes se encuentran en su situación, y que entretanto se prepara para trampear la entrevista que decidirá sus opciones de quedarse en Francia; llegado el momento, el joven deberá decidir entre hacer lo conveniente y hacer lo correcto.

Lojkine permanece siempre al lado de su protagonista, dotando su avance entre un obstáculo y el siguiente de ritmo implacable y la tensión propia de un 'thriller' en el que cada movimiento es una batalla por la supervivencia y la dignidad. En el proceso lo enfrenta a oportunistas y explotadores, pero aquí el verdadero enemigo es un sistema que perpetúa relaciones de dependencia y abuso, y la ausencia de un antagonista visible abre un espacio en el relato para la calidez y la compasión. A esa riqueza emocional contribuye el impecable trabajo del actor debutante Abou Sangare, que insufla una mezcla de desesperación y esperanza a un personaje que fácilmente podría haber quedado atrapado en el mero estereotipo.