Entrevista |
Magí Garcia: "La lucha contra lo 'woke' es una obsesión americana que aquí han copiado los más idiotas de la clase"
El cómico, guionista y miembro de 'La Sotana' se consolida como un puntal de la escena de comedia 'stand up' catalana con el espectáculo 'Quanta dignitat'
Manel Vidal Boix: "El precio moral que pagamos por ser de un equipo de fútbol a veces es insostenible"

Magí Garcia, en la plaza d'Osca, en el barrio de Sants. / Macarena Pérez


Rafael Tapounet
Rafael TapounetPeriodista
Cómico, guionista y miembro de esa exitosa 'boy band' de la guasa llamada 'La Sotana', Magí 'Modgi' Garcia (L’Hospitalet de Llobregat, 1983) lleva desde octubre del año pasado coleccionando 'sold outs' con su segundo espectáculo de larga duración, 'Quanta dignitat', un afiladísimo monólogo que lo consolida como uno de los grandes puntales de la pujante escena de comedia 'stand up' catalana.
Su primera experiencia profesional con un micrófono frente al público fue como guía del Bus Turístic...
Sí, sí [risas]. Yo estudiaba Sociología, pero, en un momento clásico de crisis personal posadolescente, pensé que necesitaba un cambio, hacer algo práctico en un sector en el que hubiera trabajo. Y me pasé a Turismo. Antes de acabar, ya empecé a trabajar en el Bus Turístic, primero como guía, con el micrófono y tal, y después ya en oficinas.
¿No se le pasaba por la cabeza que podía ganarse la vida con el humor?
En ese momento, no. A mí de pequeño me flipaba mucho lo que hacía [Andreu] Buenafuente, pero nunca se me ocurrió que yo me pudiera dedicar a eso. Nunca fui el gracioso del grupo ni nada parecido. Yo era más bien la persona que se quedaba un poco al margen, observando. Cuando, en la época de los blogs, descubrí que existía el trabajo del guionista, ya pensé que eso igual sí lo podía hacer: escribir algo para que lo dijera otra persona. Y empecé a buscar curro de guionista. Hasta que me dieron la oportunidad de trabajar en 'El Jueves', escribiendo ideas para las páginas y llevando la web y las redes sociales. Así fue como entré en el mundo del humor de manera profesional. Con una excedencia en el Bus Turístic, eso sí, porque tampoco iba a fliparme y a confiar en mi talento.

Magí Garcia, alias 'Modgi' / Macarena Pérez
Antes de todo eso había tenido otros trabajos.
De repartidor de pizzas, de teleoperador, de encuestador, de vendedor en el Massimo Dutti…
No suele utilizar esas experiencias en sus espectáculos de comedia. ¿Por qué?
Bueno, es que me parece muy guarro cuando alguien a quien le van bien las cosas hace alarde de ser de clase obrera. Es una manera muy chunga de intentar conectar con la gente. Es una farsa. Yo he tenido épocas de comer mierda a nivel laboral -ahora, por suerte, ya no es así- y no creo que sea un motivo de orgullo. Y tampoco tiene sentido reírse de quien lo hace. No hay material ahí.
¿Cómo descubre la comedia 'stand up'?
Por Youtube. Empiezo a ver a cómicos americanos que me flipan, tíos cuyo estado de ánimo se parece a como yo me siento; que no son el típico gracioso enrollado, sino el raro del grupo o el que siempre está enfadado o deprimido. Yo no sabía que se podía hacer comedia a partir de esas emociones y es como una revelación. Pero tampoco me acababa de ver haciendo eso. Entonces empecé a ir al Medi [el Pub Mediterráneo, donde se celebran veladas de micro abierto] y vi que allí iba gente que trabajaba en los medios. Y pensé: "Si salgo al escenario y esta gente ve que, aunque no sea bueno como cómico, escribo bien, igual me fichan de guionista". Así empecé. Y, para mi sorpresa, Ignasi Taltavull y Roger Rubio me propusieron ir como colaborador al 'Està passant'.
"Para ser divertido, necesito crear un poco de incomodidad; generar una tensión para después liberarla"
¿Tenía entonces algún referente local?
Como te decía, Buenafuente y Berto [Romero] me gustaban mucho. Pero yo no creía que pudiera hacer lo que hacen ellos, porque ellos tienen la capacidad de resultar muy graciosos sin llevar al espectador a lugares donde se sienta incómodo. Yo, para ser divertido, necesito crear un poco de incomodidad; generar una tensión para después liberarla.
¿Disfruta cuando percibe que el público se ríe y se avergüenza de reírse al mismo tiempo?
Eso mola mucho. A los técnicos de los teatros les pido que el público quede lo más oscuro posible, porque cuando no hay luz la gente tiene menos vergüenza de reírse de cosas de las que cree que no debería reírse. Y esa es la risa que a mí me interesa más. ¿Sabes cuando en el colegio te entraba un ataque de risa por cualquier cosa y te intentabas controlar para que el profesor no te pillara? Para mí, esas son las mejores risas de mi vida y siempre intento que el espectáculo se parezca a eso.
Hacer 'stand up' en un país sin apenas tradición de humor en clubes, ¿es una forma de apropiación cultural?
Tiene algo de eso, sí. Pero creo que ese fenómeno de apropiación se ha dado más en Madrid, con el canal Comedy Central, 'El Club de la Comedia' y todo eso, que aquí. Ellos vieron que el 'stand up' funcionaba en EEUU y pusieron a un grupo de guionistas a escribir monólogos para que los recitaran unos actores en televisión, y el resultado era algo muy prefabricado. Y muy inofensivo. En Catalunya, la gente que salimos de iniciativas como El Soterrani o L’Altre Mic sí empezamos en los bares, con un palé y el público sentado en el suelo, y pienso que se nota en la diferencia de tono, en la sensación de riesgo... Yo he visto a cómicos españoles que vienen y piensan que es arriesgado hacer un chiste de Vox o del PP, cuando eso aquí ya ni lo tocamos porque está superadísimo. Aquí lo arriesgado es meterte con el PSC, que, como se ha visto, es lo que de verdad te puede traer problemas.
"La libertad de expresión no sirve para reivindicar tu derecho a ser un hijo de puta"
¿Se impone algún límite cuando prepara el material de un espectáculo?
Para mí el límite es que no haga reír. Si una cosa no hace reír es que no está bien hecha. Por ejemplo, puedes hacer humor sobre el racismo. Pero es posible que el chiste que se te ocurre no haga reír porque no pasa de ser un comentario racista. Ahora bien, si sobre la idea de racismo construyes un chiste con un contexto en el que quede claro que el racismo no mola, entonces es otra cosa.
A la estela de Joe Rogan, proliferan en EEUU los cómicos 'trumpistas' que utilizan la bandera de la libertad de expresión para reivindicar su derecho a decir las burradas más atroces.
De entrada, podríamos discutir si lo que hace Joe Rogan es comedia. En cualquier caso, la libertad de expresión no sirve para reivindicar tu derecho a ser un hijo de puta. Esa gente se llena la boca hablando de libertad de expresión y después se dedica a quitarles los fondos a las universidades porque consideran que lo que ahí se enseña es 'woke'. Esa lucha contra lo 'woke', que es una obsesión americana que aquí han copiado los más idiotas de la clase, es una lucha contra la libertad de expresión de las minorías. En EEUU está todo mucho más roto, sobre todo en las redes sociales, que ya no tienen nada que ver con lo que ocurre en la vida real. Lo que mola de los clubes de comedia es que ves que aún es posible la comunicación. Que salga alguien que es más de derechas o más 'punky' que tú y consiga hacerte reír está muy bien. Es lo que hacen los buenos, porque la risa es un punto de conexión entre las personas. Pero hay por ahí mucho cómico que cree que no está triunfando por culpa de la supuesta dictadura 'woke' y lo que pasa es que es malísimo.

Magí Garcia, en la plaza de Osca / Macarena Pérez
¿Qué ha supuesto 'La Sotana' para la comedia catalana?
'La Sotana' ha servido para demostrar que en este país hay discursos y tonos diferentes a los que salen por los medios generalistas. Y para quitarle al catalán esa etiqueta falsa, y diría que catalanófoba, de que es una lengua 'queca', de gente mayor. A veces parece que uno tenga que vivir el hecho de ser catalán con cierto recato, como con vergüenza, y, gracias a 'La Sotana' -y a muchas otras cosas-, hay gente joven que descubre que no, que la catalanidad se puede vivir de una manera desacomplejada y cachonda. De una manera natural.
"Cuando según quién dice que quiere algo 'canalla', en realidad está pensando en una Harley de 60.000 euros"
¿La experiencia de 'Zona Franca' en TV-3 es la prueba de que cualquier intento de trasladar a los grandes medios ese tono diferente está condenado al fracaso?
Yo creía que eso se podía hacer y que así es como nacen las cosas que molan. Que las cosas que salen de una subcultura o de fuera del 'mainstream' pueden ir creciendo y madurando, ganar público y acabar llegando a los medios generalistas. Y la realidad nos ha metido una palada de arena en la boca y nos ha enseñado que no. No sé si es porque la gente que manda ahora en los medios tiene miedo y, claro, tú no puedes hacer humor con miedo. Creo que el problema es que en este país, en el ámbito audiovisual, solo existe una ventana y media para hacer cosas con cierta ambición, y eso crea una disfunción. Es muy difícil que cualquier alternativa al discurso oficial obtenga visibilidad. Y cuando surge algo, se intenta canibalizar. Recuerdo que en las reuniones para hablar de lo que iba a ser 'Zona Franca' salía muchas veces la palabra "canalla". Pero cuando según quién dice que quiere algo "canalla", en realidad está pensando en una Harley de 60.000 euros y una chupa de cuero. Y eso es ridículo.
En un reciente reportaje sobre 'La Sotana', Quimi Portet dijo que se identifica con usted porque ambos comparten un sentimiento de perturbación constante. ¿Se reconoce ahí?
Ese es uno de los elogios más grandes que he recibido en mi vida [risas]. Quimi Portet es exactamente la persona que me gustaría ser de mayor. El sentimiento que uno debe seguir teniendo en esta vida es la perplejidad. Frente al mundo, no puedes mantener la confrontación durante mucho tiempo, porque eso acaba cansando, pero sí puedes seguir estando perplejo.
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