Opinión | Quemar después de leer

Escritora y periodista

Laura Fernández
Laura FernándezEscritora y periodista
Escritora y periodista
Iré al psicoanalista cuando el mundo se acabe
La segunda temporada de 'The Last of Us' inventa una figura hasta ahora inédita en la narrativa 'zombie': la del psicoanalista. Y elige para interpretarla a Catherine O'Hara, actriz de culto, hermana de la cantautora aún más de culto Mary Margaret O'Hara, y habitante de casa encantada para Tim Burton, pero no tan encantada como el hotel de lujo para fantasmas de la última novela de Anne De Marcken

La actriz canadiense-estadounidense Catherine Anne O'Hara. / Laura Monsoriu
Imaginen un mundo acabado. Es decir, no imaginen un fin del mundo, sino aquello que viene después. Otro mundo. Uno en el que el ser humano es una presa más. Algo que se limita a sobrevivir en pequeñas comunidades y a no fiarse ni siquiera de sus semejantes. Una regresión a una nueva era de las cavernas. He aquí lo que propone 'The Last Of Us', el videojuego que primero exploró la culpa 'boomer' por el despilfarro de recursos adulto que ha dejado a los jóvenes, y a los niños, sin nada, en una precariedad ineludible —exacto, ese era el punto de partida alegórico de la catástrofe zombie por hongos—, y que el creador de 'Chernobyl', Craig Mazin, convirtió en admirable (y musculosa) serie de televisión. Y luego imaginen cómo sería ir a terapia en ese mundo.
Porque, he aquí algo narrativamente interesante de la segunda temporada de 'The Last of Us' —sin duda, lo más interesante—, en ese otro mundo hay, por primera vez, una psicoanalista. Las sesiones se pagan con cigarrillos, o cosas valiosas, puesto que el dinero no tiene ningún sentido en ese otro mundo. Pero son sesiones corrientes. Es decir, no se habla en ellas del fin del mundo, sino de aquello que nos duele de nuestra relación con los demás o de cómo nos hacemos daño a nosotros mismos sin querer. El que va a esas sesiones es Joel (Pedro Pascal), porque no sabe qué le pasa con Ellie (Bella Ramsey), su no hija adolescente, la única persona a la que teme perder en ese otro mundo en el que, curiosamente, ella es la única inmune al virus fúngico.
Por primera vez se da algo así en una sociedad post social, es decir, por primera vez ese otro mundo que ha emergido después del fin del mundo se ha estabilizado hasta el punto de que uno puede volver a preocuparse por lo que siente y cómo lo siente. Esto supone un avance en la propia narrativa del fin del mundo, y un paso de gigante para la narrativa zombie, que nunca había llegado tan lejos en su concepción de la convivencia con el otro, el monstruo, el infectado. ¿No están viendo las posibilidades de una serie que se ocupase únicamente de la consulta de una psicoanalista en un mundo que se ha acabado? De producirse el milagro, yo escogería a la misma actriz que ha elegido Craig Mazin. Nada menos que Catherine O'Hara, la madre de Macaulay Culkin en 'Solo en casa'.
Catherine O'Hara nació en Toronto, hace 71 años. Ha ganado un Globo de Oro y un Emmy por su papel de Moira Rose, la riquísima madre de familia súbitamente pobre en la delirante 'Schitt's Creek'. Tiene cinco hermanos mayores, y una hermana pequeña. Su hermana pequeña es una cantautora de culto. Me pasé años buscando su único disco, 'Miss America', por todas partes. Jamás apareció. El milagro del 'streaming' lo ha hecho ahora escuchable, al fin. Tiene Mary Margaret O'Hara algo de una PJ Harvey pre casi todo, y algo también de una Courtney Love digresiva y cómoda, altiva, curiosa. Su presencia es recurrente en discos de los 90, e incluso de los 2000. Cowboy Junkies, Morrissey, The Henrys, Neko Case. Michael Stipe la considera un "tesoro nacional".
Compuso, O'Hara, ese disco, y lo publicó, en 1988, y luego no compuso nada más. Radiohead, Kristin Hersh, Rickie Lee Jones hablaban de ella a menudo. De lo que había supuesto, de lo que había hecho. Una pionera del 'songwriting' femenino en una era en la que el 'songwriting' se había aparcado —los 80—. Regresó en 2001, con un segundo álbum que no llegó a enturbiar el mito porque pasó desapercibido. Estuvo, O'Hara, siempre del otro lado. Como Geena Davis en el clásico de Tim Burton, 'Beetlejuice', en el que su hermana, Catherine O'Hara, interpreta a Delia Deetz, la escultora, la artista conceptual, la mujer no fantasma que se muda con su familia a la casa en la que Geena Davis y Alec Baldwin se han convertido en un par de fantasmas de desván.
Hablando de fantasmas, hay muchos, y a todos les falta algo, empezando por el nombre —que eligen y cambian, como si fuera una máscara, el nombre de su nombre—, en la segunda novela de Anne De Marcken, algo llamado 'Dura una eternidad y en un instante se acaba' (Sexto Piso), con la que De Marcken se hizo con el Premio Ursula K. Le Guin el año pasado. A la protagonista de la novela, se le ha caído un brazo, y tiene problemas para vestirse sin él. No sabe lo que está pasando, sólo sabe que está en un hotel, y que todo el mundo está muerto, como ella. Pero la vida continúa. Es otra forma de vida, como la de los protagonista de 'The Last of Us'. Con, en su caso, múltiples psicoanalistas a la vista, puesto que todos, en ese mundo sin amenazas, sólo se ocupan de lo que sienten.
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