La caja de resonancia

¿Un concierto puede competir con un Barça-Madrid?

La música en directo apunta a cómo nos gusta pensar que es el mundo, y el fútbol, a cómo es en realidad. Concordia y pulseras luminosas, frente al deseo de fulminar a tu rival. Instagram frente a X

El Barça gana la Copa del Rey

El Barça gana la Copa del Rey / PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP

Jordi Bianciotto

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Barcelona
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Escribo este artículo bajo el efecto de ese Barça-Madrid del sábado, que, como dice el maestro Emilio Pérez de Rozas, no hacía falta ser de ninguno de los dos equipos para que atrapara y te volviera loco. Es más, ni siquiera era necesario que te gustase el fútbol. Menudas dos horas (largas) cargadas de electricidad. Y ganó mi favorito, que siempre ayuda.

El fútbol (de alta competición) es el gran espectáculo moderno, y solo la música (del ‘star system’) se aproxima hoy en día a su nivel de convocatoria y sus emociones al por mayor. Habla de ello Jordi Herreruela, director del Cruïlla, en la entrevista en este diario, cuando dice que los conciertos son “el nuevo fútbol”, porque ahora ya interpelan al gran público y han actualizado “sus valores”, propagando una vibración benéfica que no siempre se ve en el terreno de juego (la ‘performance’ de Rüdiger, la otra noche, vendría a darle la razón). 

Pero no sé si está tan claro que por ese motivo el macroconcierto pueda superar al ‘match’ de alto voltaje. Ambos se rigen por leyes distintas. En la música puede haber aquelarre, pero sin víctimas. Profundidad cultural al margen (que dependerá de cada artista), se trata de escenificar una celebración colectiva, un vínculo emotivo, que puedes exhibir luego en las redes para subrayar tu filiación, pero sin buscar el cuerpo a cuerpo con los discrepantes. 

En la razón de ser del fútbol está la dualidad, el choque de identidades y esas ganas tribales de aplastar a tu rival. Hay poesía y amor en el juego, pero también guerra y odio, aunque pueda ser incorrecto señalarlo. Es la metáfora del conflicto, con un vencedor y un vencido (y no me vengan con la cursilada de que no importa ganar o perder, sino jugar y compartir, como se oye decir a veces). Y nunca puedes saber qué ocurrirá, aun habiendo un claro favorito. En el concierto de estadios, salvo excepciones (un Springsteen), el guion suele ser el mismo, noche tras noche, y puedes hacerte una idea de lo que te espera acudiendo a la web setlist.fm. Es otra cosa: más bien se trata de constatar en persona aquello tan mágico que mucha gente ha experimentado antes.

Los conciertos son lo que nos gustaría que fuera el mundo: un lugar de concordia, de destilación emocional, curativo incluso. El fútbol vive más ajeno a la pauta moral y extrae belleza del conflicto a sangre y fuego. Instagram frente a X. Y puede haber espacio, y disposición, para ambas cosas, mientras reflexionamos sobre lo que querríamos ser y lo que somos, para bien y para mal.

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