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Fernando Giráldez: "La sonrisa de la Mona Lisa depende del que la mira y desde dónde la mira"

Fernando Giráldez, en una imagen editorial.

Fernando Giráldez, en una imagen editorial. / ANTONIO NAVARRO WIJKMARK

Daniel G. Sastre

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Barcelona
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Fernando Giráldez (Buenos Aires, 1952) es doctor en Medicina y catedrático emérito de la Universitat Pompeu Fabra. Con una carrera dedicada a la investigación en el campo de las neurociencias, ha publicado recientemente 'Un neurocientífico en el Museo del Prado' (Paidós) en el que, con una buena dosis de ilustraciones y ejemplos prácticos, revela cómo los grandes maestros de la pintura se interesaron por los secretos del cerebro.

¿Diría que ha publicado un libro de arte o un libro de ciencia?

Es sobre arte visto con un ángulo particular: el de quien quiere buscar cómo operan los sentidos. Y también cómo opera el arte. Las obras de arte no saben si son de ciencias o si son de letras.

Dice que los grandes pintores eran "exploradores del cerebro". ¿Por qué?

La pintura clásica tiene esa necesidad de representación del mundo natural, necesita crear estas representaciones a base de pigmentos sobre tablas o lienzos, crear estas ilusiones ópticas. Para ello, de alguna forma los pintores tienen que entender intuitivamente cómo percibimos el mundo, más que cómo es el mundo. Si alguien intenta 'hackear' esta conversación [la entrevista fue telefónica] no nos tiene que conocer muy bien a nosotros, sino cómo funcionan los teléfonos. Algunos fueron más o menos conscientes, como Leonardo, pero la mayoría llegó ahí intuitivamente. 

¿Miramos con los ojos o con el cerebro?

Miramos con los ojos, pero la visión es una sensación. Es algo que nos pasa dentro de la cabeza, pero el mundo de fuera está lleno de energía, que refleja luz que al final se proyecta sobre nuestra retina, que es plana. A partir de la retina ya no hay imágenes, hay impulsos y señales nerviosas. La visión es la recomposición de millones de neuronas de lo que ha caído sobre la retina. Y eso pasa en regiones del cerebro. Es un asunto muy complicado, hay muchas partes del cerebro que están maquinando para generar una experiencia del mundo exterior.

Ese dominio de "las reglas que gobiernan nuestra mirada" de los grandes maestros de la pintura, ¿es consciente o inconsciente?

Es como cuando un niño hace un mecano, que va buscando soluciones para conseguir que aquello ruede, que tenga altura. Iban explorando cómo representar el espacio en una superficie plana.

¿Quién es en su opinión el pintor que mejor conoce el sistema visual?

Leonardo, sin duda. Muchos pintores eran estudiosos o curiosos, sobre todo de asuntos relacionados con la óptica. Leonardo fue el primero que se plantea, de manera explícita, el problema de la relación que hay entre tres elementos: la realidad, la pintura y cómo las percibimos. 

¿Cómo logran los grandes maestros representar el movimiento?

El truco es haberse dado cuenta, y empieza con Leonardo, de que borrando los límites de las cosas se da una impresión de dinamismo. Es el famoso 'sfumato'. En términos técnicos hoy en día se llama 'pintar para la retina periférica', que ve con poca resolución pero es muy buena para detectar el movimiento. Las grandes escenas siempre las vemos con poca resolución. Leonardo pinta para los bastones, para la retina periférica. Tiziano y los venecianos lo exageran aún más. Uno ve una obra de Tiziano, Rubens, Velázquez, de muy cerca, y no ve más que manchas. En el barroco lo llamaban "los borrones de Tiziano".

Detecta puntos en común entre neurocientíficos y pintores, dice que ambos buscan conocer el alma humana.

El pintor necesita conseguir las claves para llegar a convencerte de que lo que él pinta es verdad. Que veas ahí a Carlos V, a una virgen, a un santo. Hay una necesidad de llegar hasta el corazón del mecanismo con el que nosotros vemos, al fondo de la mente. Y su manera de actuar también es muy científica: confirman hipótesis, y las consolidan.

¿Qué provoca que algunas personas se emocionen hasta las lágrimas con una obra pictórica?

Esto es sexo, drogas y rock and roll. Nuestros estados emocionales son estereotípicos. Todos tenemos los mismos tipos de emociones. Las tienen todos los animales. Y las obras de arte llegan hasta ahí por caminos alambicados.

"La belleza está incrustada en la evolución"

"Lo innato y lo adquirido no son variables independientes", dice.

Tenemos una dotación genética con la que nacemos, y casi todos los humanos compartimos casi todo el genoma. Nuestros cerebros son fundamentalmente iguales. Pero nada más nacer, el entorno modifica la estructura del sistema nervioso. Esa interacción de hecho modifica la anatomía del sistema. Hay muy pocas cosas que sean invariables según nacemos, casi todo está pasado por el filtro del entorno en el que nos movemos. 

Muchas de las preguntas que lanza quedan sin una respuesta clara. Por ejemplo: ¿sonríe la Mona Lisa?

Depende del que mira, y cómo la mire, y desde dónde. La sonrisa está en cierto modo insinuada. La ambigüedad está en la obra, y la incertidumbre está en el observador. Al cambiar nuestra mirada las cosas se enfocan y se desenfocan. Depende de cómo se miren las cosas pueden variar. 

¿Cualquier cosa puede ser arte, o diría que hay unas reglas, quizás sobre la belleza, que de alguna manera hay que cumplir?

El arte no es una cosa que está en alguna parte, es más bien una convención. Y más después del siglo XX. La belleza es otra cosa, está dentro de la naturaleza biológica. ¿O es que nadie había visto antes del hombre las alas de las mariposas, o la simetría de los peces, o los colores del pavo real? Hay muchos animales con ojos, y esos patrones están relacionados con la identificación dentro de la especie: quiénes son sus padres, los riesgos que enfrenta… La belleza está incrustada en la evolución. Dentro de los mecanismos evolutivos, estos patrones son parte de ellos. Lo que experimentamos como bello creo que no es arbitrario. Hay ciertas cosas que son bellas para todas las culturas. Viene alguien de cualquier cultura y se queda pasmado ante una obra de arte del barroco.

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