Producción ambiciosa

Un día en el rodaje de 'Ravalear' (Max), la serie de Rodríguez y Lacuesta sobre familia, cocina y los dilemas de la Barcelona actual: "Es necesario que la ciudad se transforme, pero ¿a qué precio?"

Nos colamos en Can Mosques, trasunto del Can Lluís del Carrer de la Cera y escenario principal de un 'thriller' dramático que Max estrenará en primicia en 2026

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Lluïsa Castell y Enric Auquer, a la derecha, frente al director de fotografía Takuro Takeuchi, en el rodaje de 'Ravalear' el pasado miércoles, día 23

Lluïsa Castell y Enric Auquer, a la derecha, frente al director de fotografía Takuro Takeuchi, en el rodaje de 'Ravalear' el pasado miércoles, día 23 / Lucia Faraig

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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Abierto en 1929, el restaurante Can Lluís del Carrer de la Cera acogió durante casi un siglo de existencia, siempre con calidez, a toda clase de personajes, desde gitanos rumberos como el vecino Peret a escritores como Vázquez Montalbán y cineastas como Joaquim Jordà. Este último conectó allí a Isaki Lacuesta con su luego gran colaborador (codirector de la casi aspirante al Oscar 'Segundo premio') Pol Rodríguez, miembro de la tercera generación de la familia que llevó el restaurante. Tercera y última: cuando un fondo compró el edificio en que operaban, ese sueño (esa casa para tantos) empezó a llegar a su fin. "Sobrevivimos un tiempo negociando nuevos contratos, pero, al cumplir los noventa años, llegó la pandemia", explica Rodríguez. "Fue entonces cuando el grupo inversor logró tramitar un derecho de desahucio y nos echó a la calle. Todo este proceso acabé canalizándolo hacia un argumento de 'thriller', la historia de una familia que intenta defender lo que piensa que es suyo. Era una oportunidad de hablar sobre especulación inmobiliaria y el barrio del Raval y su espíritu de lucha". 

En principio, 'Ravalear' iba a ser una película, "pero como salían demasiadas tramas, demasiados personajes, acabó siendo una serie de seis capítulos", apunta Sandra Tapia, de la productora barcelonesa Arcadia ('Robot dreams', 'As bestas'). Rodríguez, su creador, se reparte la dirección con Lacuesta. Inseparable de este último, Isa Campo participa en los guiones, como el ahora en pleno auge Eduard Sola (Goya por 'Casa en flames').

Grandes talentos tratan de unir los infinitos puntos de una trama expansiva, que parte de lo preciso de una historia familiar para retratar un barrio tensionado por todas partes, con una diversidad preciosa y complicada. "Al final lo que intentamos es enseñar el punto de vista de todo el mundo", dice Rodríguez. "No solo de la familia, que es el bloque central, sino también de, por ejemplo, la gente que necesita un espacio, o por qué no, el propio grupo inversor. Me interesaba entrelazar a una tipa que trabaja con uno de estos fondos y a una niña que va a una escuela pública y ayuda a la mafia de ocupación. Si podíamos tejer todo eso, quedaría un buen retrato de cómo está el sistema hoy en día". Comprobaremos el resultado el próximo año, primero en Max y más adelante en 3Cat.

Una gran pareja artística

Rodríguez ha confiado en Enric Auquer, uno de los actores catalanes del momento, para hacer de su especie de alter ego, Àlex, el hijo mayor de la familia del (aquí) Can Mosques, atrapado entre la lealtad a un negocio histórico y las ansias de independencia; se ha hecho una vida paralela trabajando como estibador en el puerto (otra de las muy diversas localizaciones de la serie, no rodada solo en el Raval). "Es un tío muy 'encigalat', muy rápido, que no piensa las cosas y que siempre cree tener las mejores ideas", nos dice Auquer sentado en el restaurante creado casi desde cero para la serie. "Delante de la noticia de que pierden el restaurante, decide encargarse él solo de reflotarlo todo y, por el camino, empieza a hundirse en lugares turbios. Sus herramientas pueden hacer daño a gente con menos privilegio que él. Aquí se empiezan a ver intimidades y realidades diversas que hay en el barrio: inmigración, ocupación, menores no acompañados, etcétera". 

Enric Auquer y Maria Rodríguez en un momento del rodaje de 'Ravalear'

Enric Auquer y Maria Rodríguez en un momento del rodaje de 'Ravalear' / Lucia Faraig

Después de las estrenadas con poca distancia 'Mamífera' y 'Casa en flames' (o, mucho antes, el telefilme 'El café de la Marina'), Auquer vuelve a compartir proyecto con María Rodríguez Soto, quien interpreta a Marta, mujer de Àlex, abogada de otra clase social. "Tiene algo de impulsiva, pero a la vez es algo reflexiva y eso es algo que beneficia a los dos. Tiene contacto con mucha gente de alto standing", apunta la actriz, como reforzando la idea de Pol Rodríguez de que aquí se entrelazarán todos los estratos sociales. El excelente reparto incluye, además, a Francesc Orella y Lluïsa Castell como padres de la familia central.

Realismo absoluto

El día que visitamos el rodaje, el pasado miércoles, día 23, el falso (pero creíble y funcionante) restaurante de la serie acogía una gran comida entre familiares e íntimos, aparente clímax emocional del sexto episodio. Sería fácil despistarse y entrar a preguntar si queda mesa, pero Can Mosques es una fantasía construida en un edificio esquinero (Carretes con Santa Elena) abandonado desde hace años y alquilado por la producción a una familia durante algunos meses. Aunque no se buscaba la reproducción fidedigna de Can Lluís, la directora de arte Laia Colet ha querido respetar algunos elementos, como los azulejos verdes de las paredes. Tampoco falta un recordatorio de la bomba de mano que estalló en 1946 y que mató al propietario y a su hijo Fernando, episodio recordado por Vázquez Montalbán en 'Historias de padres e hijos', como recuerda aquí una placa.

Antes de entrar a rodar un delicado plano secuencia por el interior del restaurante, Auquer parece estar tratando de poner paz en una discusión callejera. No es la primera vez y ha tenido problemas con ello. "En el Raval siempre pasan cosas, y en cuanto estás aquí día tras día, doce horas en la calle… Vas viendo cosas. Y a mí las injusticias me ponen muy nervioso. El otro día había un chaval pegando a otro chaval, pero pegándole mucho, y había mucha gente mirando, y al final fui corriendo para allá y le dije: 'Oye, tú, para ya'. Y casi me pegan a mí". Otro día tuvo un percance con los Mossos d'Esquadra, por ir en contradirección en bicicleta antes de empezar a rodar. "Me cogieron por el cuello y me pasé por la comisaría de Nou de la Rambla para presentar una queja formal. Líos, líos". 

Televisión que es cine

Si observar el desarrollo del plano secuencia pone nervioso a este simple polizón, que cruza los dedos para que todo salga bien, cuesta imaginar lo que debe ser para el director de fotografía Takuro Takeuchi (Gaudí por 'Segundo premio') o, sobre todo, el capitán Rodríguez. Le veo metido en una serie de trances con (aleluya) final feliz: una toma vibrante, fluida y rica. Él no se considera perfeccionista, pero sí obsesivo. Sabe que no existen los detalles sin importancia. "Hace dos meses que vivo en mi despacho… ¡En realidad duermo en mi despacho! Pero vale la pena si luego todo tiene sentido y no hay cabos sueltos". 

Lo obsesivo no quita lo lúdico y aquí ha querido jugar con muchos estilos. "Podemos estar usando zooms como en una película de espías y también hacer algo mucho más subjetivo, como tratando de transmitir gráficamente lo que sienten los personajes". Según Auquer, esta serie supondrá un salto de calidad para TV3. "Con todo el respeto, que sé que hay mucha calidad en TV3… Pero creo que estamos haciendo mucho cine y algo muy bueno y que eso la gente lo verá. Además, toca hacer algo de militancia política en la ficción, sobre todo en las series de televisión. Explica muchas realidades que hace falta explicar". 

Pol Rodríguez y Enric Auquer en el rodaje del sexto episodio de 'Ravalear'

Pol Rodríguez y Enric Auquer en el rodaje del sexto episodio de 'Ravalear' / Lucia Faraig

Y hace preguntas necesarias sobre progreso y memoria, dos conceptos que nos hemos empeñado en hacer antagónicos, cuando podrían no serlo. Solo hace falta ser más meticuloso y sensible en los movimientos. "El progreso es necesario, igual que mantener las raíces", dice Rodríguez. "Aquí traducimos esa lucha en el conflicto intergeneracional entre hijos y padres, pero también en los dilemas de la propia ciudad. Es necesario que la ciudad se transforme, pero ¿a qué precio? Seguramente la Barcelona de 2024 sea mejor que la de 2020, pero ¿qué hemos perdido en ese recorrido?".

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