Bunbury vuelve a la cantina en 'Cuentas pendientes', sabroso reencuentro con su yo latino

Nuevo cambio de rumbo en la discografía de Bunbury: tras el ciclo de cuatro álbumes (2013-21) con vocación contemporánea, cruce de rock con sintetizadores y pulsiones 'avantgarde', el giro orgánico de 'Greta Garbo' (2023) resultó ser el paso previo al reencuentro con las tradiciones del imaginario latino que ahora nos propone 'Cuentas pendientes'. Disco en el que percibes el roce de las cuerdas y de la madera, ajeno a la máquina, con el que Bunbury retoma el hilo que dejó colgado, tal vez 'pendiente', tras aquel 'Licenciado cantinas' (2011), en el que pasaba por su tamiz un paquete de 'musts' de la música hispana.

Este nuevo álbum es otra cosa, porque se asienta en la composición original y porque no parte de un enfoque propio de músicos de rock. Están ahí, sí, los habituales Jorge Rebenaque y Ramón Gacías, pero también el contrabajista mexicano Luri Molina y el percusionista cubano Johnny Molina, así como el guitarrista chileno Sebastián Aracena (que ha sido productor de Mon Laferte, entre otras labores). Instrumentistas avezados en la canción popular, la música de frontera, el son cubano o el jazz latino, que llenan de matices sabrosos un cancionero que Bunbury presenta como la banda sonora de una cantina en la que él pone voz a una madeja de historias protagonizadas por personajes que la frecuentan.

Sentimiento y músculo

La canción que, hace unas semanas, destapó la naturaleza de este proyecto, 'Para llegar hasta aquí' (video con el grupo amenizando una escena de bar donde se insinúan pequeñas tragedias bajo radar), abre el disco a modo de introducción sinuosa, de clima cálido pero enrarecido, con pulcros punteos de guitarra y el fuelle del acordeón. De ahí a la arrolladora 'Saliendo del arrabal', con sentimiento y músculo, enfocando un repertorio que tanto se acerca al bolero ('Loco', tema compuesto con Pedro Guerra que ambos grabaron a dúo en el último trabajo del canario, 'Parceiros') como a la rumba arrebatada ('Serpiente') o a la cumbia con especias tex-mex en otra pieza álgida, 'Te puedes de todo acostumbrar'.

Aunque cuente (aparentemente) las historias de otros, le sienta bien a Bunbury ese personaje de cronista sentido, que mezcla orgullo y fatalismo, desánimo y dignidad, en piezas como la titular (a ritmo de vals arrastrado, entre trago y trago, "antes de cerrar el bar") o en la desesperada 'Las chingadas ganas de llorar'. Y realzando el alma latina de 'La hiedra', la única composición ajena, que Pachi García Alis, su coautor (con Alfredo González Gutiérrez), publicó hace cuatro años en clave de rock electrónico. Todo ello coloca al aragonés en un lugar nuevo, aunque en diálogo con aquel yo hispano que cultivó dos décadas atrás, cuando trabajaba con un grupo, El Huracán Ambulante, que ahora ha reunido para esa gira que el 18 de septiembre le traerá al Palau Sant Jordi. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

Con su cuarto trabajo de estudio, los suecos confirman que son los Devo del siglo XXI: delirantes, incómodos, brillantes. Punk ácido para tiempos difíciles, donde el sarcasmo baila con la desesperación. Un crisol de referencias salpica este divertidísimo disco, a medio camino entre el punk y el rap y todo lo que hay en medio, y confirma una respuesta absurda al absurdo de la vida moderna, una especie de último baile antes del fin del mundo. Chapó. Patri di Filippo

Desde Irlanda, con raíces estadounidenses y francesas, una cantante de voz refrescante, fina guitarrista, tradicional y sofisticada, que tanto puede recuperar un remoto canto 'a cappella' de los Apalaches como ser portadora de un eco mundano, con pellizcos de jazz y el roce de la 'chanson'. Un brillante álbum de debut que desprende expresividad y, sobre todo, canciones con aura, como 'Gamble', 'Worried' o 'Sweet papa hurry home', portadoras de un irresistible perfume antiguo. J. B.

A partir de la mitad del disco tienes una sensación extraña. ¿No hemos estado aquí antes? Gerald Clayton, pianista finísimo y compositor de paleta amplia, ha hecho un álbum audaz: 'Ones & Twos' contiene 12 piezas sofisticadas y a la vez ligeras que funcionan por su cuenta pero también por parejas, y que se podrían reproducir superpuestas al mismo tiempo, como si unas fueran el negativo perfecto de las otras. Fascinante como idea, un poco repetitivo en su resultado. Roger Roca