Ensayo

Mar García Puig, el poder de las metáforas y por qué todos queremos que nos amen 'locamente'

La escritora publica 'Esta cosa de tinieblas', un ensayo íntimo donde reflexiona sobre el lenguaje y la omnipresencia de las metáforas en nuestras vidas

La escritora Mar García Puig, que acaba de publicar 'Esta cosa de tinieblas'.

La escritora Mar García Puig, que acaba de publicar 'Esta cosa de tinieblas'. / RICARD CUGAT / EPC

Leticia Blanco

Leticia Blanco

Barcelona
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace dos años, la filóloga, editora y ex diputada de En Comú Podem Mar García Puig debutó como autora con ‘La historia de los vertebrados’ (Random House), una aguda mezcla de narración personal y ensayo histórico sobre cómo la maternidad le arrebató la cordura hace una década, cuando dio a luz a mellizos prematuros el mismo día de las históricas elecciones del 20 de diciembre de 2015 que la convirtieron en diputada del Congreso. El libro, aplaudido por crítica y lectores, entró en todas las listas de lo mejor de 2023 y puso en el mapa de autores a los que hay que seguir la pista a esta ex editora en Seix Barral, hasta entonces en la trastienda literaria. 

“Con el segundo libro hay mucha presión, sobre todo cuando en el primero has puesto tanto de ti y ha llegado a tanta gente”, confiesa García Puig, que ahora vuelve a librerías con un ensayo “de transición”, escrito “para quitarme presión”, orgullosamente “inconcreto y contradictorio” y altamente disfrutable, titulado ‘Esta cosa de tinieblas’ (En Debate, en catalán, 'Això tan tenebrós' en La Magrana ), un breve tratado sobre la omnipresencia de las metáforas en nuestras vidas donde hay un poco de todo: casas encantadas, Jiménez del Oso, Emily Brönte, lo espectral, Jacques Derrida, el entierro de un padre, Eurodisney y la crónica de un desamor anunciado. 

“Siempre me ha llamado la atención que nadie lee libros sobre lingüística a no ser que seas lingüista de formación, como es mi caso. Es algo que no sucede con el arte o la filosofía. Sin embargo, todo el rato estamos utilizando el lenguaje y se supone que es lo que nos hace humanos”, apunta García Puig. No siempre fue así. En los 80, otras disciplinas como la filosofía y la sociología empezaron a interesarse por la lengua en la época del ‘giro lingüístico’. En ‘Esta cosa de tinieblas’, García Puig hace algo parecido: acercar el mundo del lenguaje al lector común y reflexionar sobre por qué “la metáfora es algo tan definitorio de lo humano y de la esperanza”, en la estela de sus admirados George Lakoff y Mark Johnson, autores del popular ‘Metáforas de la vida cotidiana’ que publicaron en 1986, en plena eclosión de la lingüística, cuando se pasó a considerar el lenguaje no solo como un medio de comunicación sino como una herramienta con la que construimos la realidad y la experiencia. Según los estudios, pronunciamos una media de seis metáforas por minuto, miles al día, sin darnos cuenta la mayoría de veces.

Literatura, autoayuda y pureza

Un análisis más pormenorizado de las metáforas amorosas, por ejemplo, revelan lo contradictorio de nuestras expectativas románticas. “Todos aspiramos a tener relaciones sanas y el feminismo ha promovido una imagen de mujer empoderada y valiente que sabe poner límites, pero a la hora de la verdad todos queremos que nos amen ‘locamente’. Al final, nuestra condición es contradictoria. Por eso me interesa separar la literatura de la autoayuda. Demasiadas veces le pedimos a la literatura que sea un espacio seguro, exento de ideología, pero eso es muy difícil. Vivimos en una sociedad machista y el machismo permea todas las obras. No se le puede pedir ni a la literatura ni a las personas que sean completamente puras”, desliza. 

Cuando hablamos de metáforas, la mayoría piensa en una figura abstracta o conceptual, pero el ensayo demuestra que en el fondo son material “encarnado”, más corporal de lo que podríamos sospechar. “Por ejemplo, yo ahora estoy atravesando una racha difícil en mi vida. Solo quiero estar tumbada y a oscuras. Cuando la gente me pregunta cómo estoy, yo respondo que lo veo todo negro, que estoy de bajón o en el pozo. Cuando estás triste estás abajo; cuando estás feliz, de subidón, tocando el cielo o en las nubes. Y no solo en castellano. Nuestras reacciones corporales también definen nuestro lenguaje”, apunta García Puig. Las metáforas que usamos, por ejemplo, en el mundo del libro (‘el mercado del libro’, ‘la percha para vender una historia’) también dicen mucho de cómo la ideología acaba permeando el habla cotidiana. Mar lo vio sobre todo con sus hijos, cuando ella les decía cosas como ‘Te he dicho mil veces que te acabes el desayuno’ y ellos contestaban que tantas no. “Los niños son un frontón del lenguaje, te devuelven metáforas, imágenes y contradicciones, sobre todo cuando todavía no entienden el sentido figurativo”.

Lo espectral, lo paranormal

En ‘Esta cosa de tinieblas’ también se habla mucho de fantasmas. La autora recuerda la fascinación y el terror que le producía de niña el programa de televisión de Jiménez del Oso o las Caras de Bélmez y hoy observa con cierta “envidia” a aquellos que creen en una esfera más espectral de la existencia. “Hay una resistencia muy fuerte en mí a lo paranormal. El miedo a la muerte se me despertó al ser madre y es algo que, creo, compartimos todos. Prefiero a los fantasmas porque, al final tampoco hacen mucha cosa y, si verdaderamente existen, serían la garantía de que algo existe después de la muerte. Así que, oye, si quieren venir a casa y mover un poco la cortina, por mi encantada”, bromea. “Lo espectral no deja de ser una metáfora. Y las metáforas hablan de lo que no es y podría ser, de nuestra imaginación”. 

García Puig reconoce que la “arrogancia” y la dictadura de la razón y los datos hace que no nos dejemos llevar “por nada que no sea demostrable” y cita un popular meme que corre por internet con una foto de Mulder y Scully, los protagonistas de ‘Expendiente X’, que dice: ‘Hemos normalizado mucho, ahora toca paranormalizar un poco’. “Me encanta ese meme porque da en el clavo: hemos normalizado unas auténticas barbaridades. Llevamos vidas que nos parecen normales y que son absolutamente anormales”.