Entrevista

Alba Gómez Gabriel, escritora: "El premio me ha abierto las puertas a publicar en la lengua que escribo y amo"

La ganadora del premio BBVA Sant Joan de 2024, uno de los más prestigiosos de la literatura catalana, encara su primer Sant Jordi de la mano de la novela ‘Jo soc l’última Plaça’, situada en el barrio de Gràcia

Alba Gomez Gabriel

Alba Gomez Gabriel / Marc Asensio

Eduard Palomares

Barcelona
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El Premio BBVA Sant Joan—impulsado por la entidad financiera y la Fundació Antigues Caixes Catalanes— se ha consolidado como uno de los galardones más prestigiosos de la literatura catalana, y esto es en gran medida porque ha sabido mantener durante sus ya 45 años de vida el objetivo original: reconocer la calidad narrativa en catalán de la obra ganadora y proyectarla al mundo, más allá de otros aspectos vinculados a las ventas, al márketing o la popularidad digital. La periodista Alba Gómez Gabriel ha sido la última en añadirse a una lista de autores que marcan la evolución literaria en Catalunya con su novela de debut 'Jo soc l’última Plaça' (Edicions 62).

-Está a punto de vivir su primer Sant Jordi como escritora, ¿qué sensaciones tiene?

-Lo viviré con mucha curiosidad y agradecimiento. Sant Jordi siempre me ha parecido una fiesta muy especial para la literatura, y formar parte de ella desde el otro lado es una experiencia realmente interesante. Además, es un momento en que personas que han leído tu novela comparten sus impresiones, y eso lo hace aún más especial.

-El Premio BBVA Sant Joan no solo implica un premio en metálico, sino la proyección a una escena literaria global. ¿Le ha aportado visibilidad, más aún en un contexto en el que se publica una gran cantidad de libros al año?

-El Premio BBVA Sant Joan tiene mucho prestigio, lo han ganado autores y autoras que admiro profundamente, con un jurado que respeto mucho. Al principio necesité tiempo para asimilarlo. Luego sentí que era una gran suerte poder ganar un premio de este tipo, especialmente porque no tenía contactos en el mundo literario y, en cierta manera, el premio es como una beca que te abre las puertas a publicar en la lengua que escribo y amo. Además, mi novela, por temática y estilo no es tan comercial como otras que se publican, así que agradezco mucho el riesgo que ha tomado el jurado.

Portada de la novela 'Jo soc l'última Plaça'

Portada de la novela 'Jo soc l'última Plaça' / Grup 62

-El escenario de su novela es la plaza del Sol, en Gràcia, desde donde explora las vulnerabilidades de sus vecinos. ¿Su objetivo era ejercer de cronista o tenía una intención puramente literaria?

El objetivo principal era literario, centrarme en el estilo, pero necesitaba partir de una realidad conocida. Me interesaba mucho explicar historias humanas, cercanas y cotidianas, para abordar temas universales como la vulnerabilidad y la deshumanización en la ciudad moderna. Estuve escribiendo la novela durante ocho años en mi tiempo libre, lo que me permitió ir añadiendo capas, especialmente porque Barcelona, que era el tema central, se transformaba simultáneamente. En una segunda lectura me di cuenta de que la suma de historias se había convertido en un retrato de cómo está desapareciendo la clase media, al mismo tiempo que lo hacen ciertos paisajes urbanos, como en un juego de espejos.

-La referencia a Rodoreda, aunque solo sea por la proximidad de la plaza del Diamant, es inevitable.

Eso también podría ser un juego de espejos. Me parecía divertido poder dialogar con Mercè Rodoreda a través de una plaza que también tiene muchas sombras. Lo interesante de hablar de un conjunto de personas que comparten un espacio físico es mostrar cómo mucha gente que cree estar protegida puede encontrarse repentinamente en la cuerda floja. Evidentemente, hay muchos grados de fragilidad y no los equiparo todos al mismo nivel, pero hay vidas que pueden cambiar radicalmente en un instante.

-La narradora es una persona sin techo, alguien expulsada a los márgenes. ¿Cómo ha sido el proceso de ponerse en su piel?

No quise llevar a cabo un retrato social fiel, sino más bien simbólico y metafórico. Decidí darle voz y hacer que reflexionara, convirtiéndola en una observadora con prismáticos que mira a los demás desde esos márgenes. Esto me permitía explorar su perspectiva sin intentar apropiarme de una realidad que no es la mía. También hay otro personaje sin techo, que aparece desde el principio y actúa de motor para hacer avanzar la acción, evitando que fuera solamente un retrato costumbrista.

Me interesaba mucho explicar historias humanas, cercanas y cotidianas, para abordar temas universales como la vulnerabilidad y la deshumanización en la ciudad moderna.

-Se suele decir que en la primera novela se vierte todo lo que uno lleva dentro. ¿Ha sido así? 

He volcado, sin duda, mucho de mí misma: aprendizajes personales, experiencias y referencias. Es cierto que esta novela ha sido trabajada durante mucho tiempo, y eso me ha permitido reflexionar profundamente sobre los temas que me interesan. Creo que la literatura puede ayudar a repensar la ciudad, homenajeando vidas y lugares que están desapareciendo. El objetivo es abrir conversaciones y generar reflexiones a través de las historias, y también entender que actualmente vivimos muy atomizados, lidiando con nuestros problemas a puerta cerrada, sin compartir nuestras vulnerabilidades. Creo que podríamos acompañarnos mucho más.

-Ocho años escribiendo, ganar el Premio BBVA Sant Joan de literatura catalana, su primer Sant Jordi… ¿Le queda energía para pensar en una segunda novela?

-El Premio BBVA Sant Joan me ha inyectado una energía muy positiva que me ha dado ganas de seguir escribiendo. Ahora estoy buscando las condiciones necesarias para dedicarme plenamente a este nuevo proyecto literario. De momento ya tengo la semilla de una nueva historia que me gustaría ver crecer.