Concierto
Maria del Mar Bonet, con más vigor que melancolía en el Auditori
La cantautora recorrió su álbum grabado en el Olympia, reeditado en su 50º aniversario, y presentó canciones de estreno, arropada por su nuevo quinteto de músicos, en la cita del festival Barnasants

Maria del Mar Bonet viaja a su Olympia de 1975 / FERRAN SENDRA


Jordi Bianciotto
Jordi BianciottoPeriodista
La reedición, ahora con la portada de América Sánchez en tonalidades doradas, de su álbum grabado en el Olympia, en su 50º aniversario (sale el día 25), se produce en un tiempo de cambios para Maria del Mar Bonet: nuevo grupo de músicos y algunas canciones de estreno que, este viernes, pusieron la otra cara de la moneda al viaje en el tiempo desplegado en la sala 2 del Auditori (Barnasants). Fue una “celebración”, así lo expresó la cantante mallorquina, haciendo confluir el vibrante presente con la evocación de sus compañeros de aquella aventura parisiense, como Ovidi Montllor y Toti Soler.
El repertorio del Olympia constituyó el núcleo del recital, retrocediendo hasta las tiernas ‘cançons d’Horta’, como 'Aigo' y 'Me n'aniré de casa'. El nuevo quinteto se mostró muy ensamblado y fluyó desprendiendo renovados matices, removiendo el trance psicodélico de 'Nina, ninona', una pieza que, indicó la cantautora, compuso a raíz de un sueño en el que se veía como figura maternal. Canto con filigranas e improvisaciones, sobre una rica malla instrumental sustentada en la percusión de José Llorach.
Echábamos de menos el laúd, un instrumento que en otros tiempos empuñó Javier Mas y con el que Toni Pastor subrayó sabores orientales en 'Inici de campana', la cita a Rosselló-Pòrcel (y en 'Dansa de primavera'). La guitarra de Marc Grasas, el violín de Benjamin Salom y el contrabajo de Marko Lohikari se conjuraron para dar un nuevo vigor al cancionero y a la propia Bonet, que se creció en esas 'tonades' con guiños a la dana valenciana y a la responsabilidad de los políticos.
El otro polo de atención lo pusieron tres canciones de estreno, muy distintas entre ellas. 'Cançó dels disbarats' propuso un ritmo trepidante, a juego con ese loco relato sobre los peces que se van de excursión, con elementos variopintos de la fauna acuática: "una estrella de mar, una sirena, un turista". 'L'arbre campaner' nos enredó con una serpenteante dinámica melódica a cuenta del fruto de la tierra que representa el bien y el mal. Y 'Aigua blava', canción sobre transformaciones, deslizó una acogedora cadencia de rumba, con palmas y cajón.
Una última visita al Olympia nos trajo el relato mágico de 'Cançó per una bona mort', con esa hiedra y esas flores cubriendo la figura inerte sobre la cama, y el recuerdo de José Afonso en 'Abril'. El concierto dio todavía mucho más de sí: un atómico ‘Alenar’, las cotas vocales más altas en ‘De sentir’, la frondosa revisión de ‘Què volen aquesta gent?’… Todo ello no hizo más que reforzar la imagen de una Maria del Mar Bonet rearmada para los tiempos que estén por venir.
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