Estreno de serie
'Infiel', en Filmin: el director de 'Déjame entrar' se atreve a reelaborar a Bergman
Hablamos con el cineasta sueco Tomas Alfredson, autor también de 'El topo', sobre la serie basada en el guion de Bergman que Liv Ullmann convirtió en película en 2000
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'Secretos de un matrimonio': renovando a Ingmar Bergman

Frida Gustavsson (la joven Marianne) y Gustav Lindh (el joven David) en 'Infiel' / Filmin / Johan Paulin


Juan Manuel Freire
Juan Manuel FreirePeriodista
Periodista y crítico cultural.
Para el cineasta Tomas Alfredson ('Déjame entrar', 'El topo'), como para muchos de sus colegas, suecos o no, Ingmar Bergman es un tótem intocable y con el que no se debe jugar a la ligera. "Nunca me plantearía rehacer 'El séptimo sello' o 'Fanny y Alexander', porque son perfectas como son y están íntimamente ligadas a su autor", explica en videollamada con EL PERIÓDICO. "Pero creo que se podía dar otra lectura de 'Infiel', un guion suyo que, en su forma filmada [lo convirtió en película hace un cuarto de siglo Liv Ullmann, compañera de Bergman entre 1965 y 1970 y rostro emblemático de su cine], tenía… algunas imperfecciones".
En su día, Alfredson quedó "muy tocado" por esta historia sobre el amor, los celos y la inevitabilidad de la pasión, "un sentimiento cien por cien verdadero que te obliga a caminar en una dirección y que anula todas tus nociones morales". Acababa de divorciarse y muchos elementos le calaron hondo. "Pero también pensé que me encantaría poder esa historia a mi manera", dice. "Escribí una carta a Bergman para pedirle permiso. Pasados unos meses, me llegó su respuesta, algo estupefacta pero intrigada. Tuve ocasión de contarle mis experiencias personales con el divorcio y mis ideas para una nueva adaptación, todas ellas de su interés. Pero, tras su muerte [en 2007], la idea cayó en el olvido. Hace dos años, la tele pública sueca me preguntó si tenía algo para ellos. Y recuperé este proyecto".
Romance y desastre
La historia de 'Infiel' (Filmin, martes, día 8), reescrita aquí por Sara Johnsen (cocreadora de '22 de julio'), se mueve entre pasado y presente, anhelo y remordimiento. En 1977, el recién divorciado cineasta David Howard (Gustav Lindh), padre de dos hijos, viaja de Londres a Estocolmo para visitar a su amigo Markus Vogler (August Wittgenstein), reconocido pianista en una banda jazz. El primero parece sentir envidia por todo lo que tiene el segundo: su éxito artístico-profesional, esa hija realmente especial llamada Isabelle (Poppy Klintenberg Hardy) y, sobre todo, esa esposa magnética llamada Marianne (Frida Gustavsson, de 'Vikingos: Valhalla'), que por su parte ofrece no pocas atenciones a David. Llegado el verano, un beso furtivo en un coche vaticina romance y desastre.
Alfredson se toma su tiempo para acercar a los amantes, en parte gracias a la libertad narrativa y temporal que ofrece hacer una serie de seis horas en lugar de una película de dos y media. "La tele es un medio interesante porque te permite hacer de todo. El cine es más crudo y estricto en sus reglas. Hacer una serie me permitía profundizar en las grandes preguntas. También cambiar de perspectiva, con lo cual podía mostrar más el punto de vista de la niña. Eso aportaba algo nuevo". Otra novedad es que el David envejecido (Jesper Christensen) ya no conversa con una joven fantasma, sino con una Marianne de 75 años todavía viva, encarnada igualmente por la actriz escandinava Lena Endre.
Oír la respiración
A la hora de buscar un estilo para la serie, Alfredson quiso ser fiel al ADN de Bergman en los colores, en los lugares y entornos que visitamos. "Pero a la vez quería adueñarme del material. No tiene sentido calcar a alguien. Has de hacer tu propia obra. Y eso fue algo que logré con la ayuda de la directora de fotografía Monika Lenczewska. Nuestra idea era ponernos tan cerca de los personajes como fuera posible. Oír los sonidos más íntimos, el latido de los corazones, la respiración… Saber cómo huelen los personajes".
En tiempos de escenas de sexo con ropa encima, Alfredson y Lenczewska devuelven los cuerpos, su lenguaje y su danza, a magnético primer plano. "Es difícil hacer buenas escenas de sexo. Creo que, como pasa en la realidad, el sexo ha de construirse poco a poco para que funcione. Además, ha de integrarse en el mundo adecuado, uno en el que, como pasa con tantas cosas especiales de la vida, la espera y el recuerdo sean tan potentes como el acto en sí".
Gozos y sombras del 'remake'
Pregunto a Alfredson si se sintió inspirado de algún modo por 'Secretos de un matrimonio', el remake marca HBO de la miniserie de Bergman de 1973. "Era una serie tan atrevida como lograda. Me pareció perfecta en más de un sentido", señala. "En Estados Unidos algunos creyeron poco creíble que fuera el marido el que ejercía como amo de casa, pero en un contexto sueco, algo así es de lo más normal".
Por otro lado, Alfredson ya había aprobado con matrícula el examen del 'remake' atrevido: su adaptación al cine de 'El topo' nos hizo olvidar que la novela de John le Carré había sido antes una gran serie de la BBC. "Recuerdo perfectamente lo que me dijo le Carré en su día: 'Thomas, por favor, haz algo nuevo. El libro existe y es magnífico; es de lo mejor que he hecho. Y la serie también es muy buena. No tiene sentido que trates de imitar ni una cosa ni la otra. Te animo a hacer algo distinto'. Fue un consejo alentador'".
Y entonces cometo el error de pedirle su opinión sobre el 'remake' estadounidense de un clásico dirigido por él mismo, 'Déjame entrar', emotivo relato iniciático-vampírico de 2008. Lo dirigió Matt Reeves solo dos años después del original. "Es una pregunta complicada. Esa película se hizo sin mi participación, no se me invitó a participar en ella. Me dijeron que no era un 'remake', sino una reinterpretación del libro, lo que sea que eso signifique. El proceso no me hizo muy feliz. Me puse muy tozudo y me negué a ver a la película. Dicen que está bien, pero no la he visto", comenta ya sin excesivo rencor, antes de preguntarme qué me parece a mí. "Es buena, pero la tuya es mejor", le digo. Y ríe. "Bien".
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