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Manel Vidal Boix: "El precio moral que pagamos por ser de un equipo de fútbol a veces es insostenible"

El cómico y guionista, miembro fundador de 'La Sotana', debuta como escritor con 'La passada a l'espai', un libro de memorias atravesadas por el fútbol

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Manel Vidal Boix, en la plaza de la Concòrdia del barrio de Les Corts

Manel Vidal Boix, en la plaza de la Concòrdia del barrio de Les Corts / MANU MITRU / EPC

Rafael Tapounet

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Barcelona
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Manel Vidal Boix (Salt, 1989) es guionista, cómico de 'stand up', expromesa del fútbol regional y miembro fundador de 'La Sotana', el pódcast independiente más escuchado (y visto) en Catalunya. Ahora puede añadir a su largo currículum (en el que también se incluyen otros empleos con menor cotización social, como socorrista de playa, vendedor de fruta y verdura, repartidor, jardinero, paleta y oficinista industrial) la condición de escritor con libro publicado gracias a 'La passada a l’espai' (Destino), una suerte de relato autobiográfico hilvanado con el hilo de la pasión futbolera de su autor.

El motor de este libro es el mismo que mueve a 'La Sotana': utilizar el fútbol para hablar de otras cosas. ¿Por qué esa necesidad de emplear pantallas y filtros para expresar emociones o para hablar de uno mismo?

Eso es algo de lo que nosotros mismos hablamos a menudo. Quizá si estuviéramos suficientemente bien con nuestros sentimientos o nuestras emociones no necesitaríamos una excusa para hablar de ellos. Pero, no nos engañemos, ese es un recurso típico de hombre hetero. Si le buscamos la parte positiva, podemos decir que, al menos, aunque sea a través de esas capas, acabamos llegando a sitios a los que igual de otra manera no llegaríamos. El sentido del humor es otro filtro que también nos sirve para eso.

Aquí el humor está bastante contenido. El libro es más emocionante que cómico.

Cuando yo escribo por mi cuenta y no por encargo, lo hago con unas dosis reguladas y no demasiado altas de sarcasmo o ironía. Es mi manera de expresarme. Yo puedo escribir chistes y me dedico a eso, pero, a diferencia de mis compañeros de 'La Sotana', a mí, si no me fuerzo, el humor me sale menos, y ya me parece bien que sea así. No tengo la necesidad, ni el interés, de que todo sea hilarante todo el rato.

"No me desagrada que el titular de la entrevista sea 'El libro es una excusa para escribir sobre mi padre'"

El capítulo en el que hablas de la difícil relación con tu padre, ¿es el que más te costó escribir?

Sin duda, sí.

¿Podría ser que, en cierta manera, escribieras el libro para poder escribir ese capítulo?

No me lo había planteado así, pero tiene sentido. Cuando me llegó la propuesta de la editorial para escribir el libro sí vi que encajaba con unas ganas mías de explicar una serie de cosas. No en clave psicoanalítica, ¿eh?, pero sí para ordenarme. Digamos que no es que sintiera una necesidad imperiosa de vaciarme sobre este asunto, pero tampoco me desagrada que ahora el titular de la entrevista sea "el libro es una excusa para escribir sobre mi padre".

¿Cómo reaccionó él?

Pues he tenido la suerte de que le gustara y esa es una de las grandes alegrías que ya me ha dado este libro. Y tenía mucho miedo, no te voy a engañar. Yo tengo un conocido que es escritor y siempre explica que hizo imprimir unas copias de su libro sin la parte en la que habla de su padre para que esos ejemplares llegaran a su familia y su padre no supiera que había escrito sobre él. Yo no estaba ahí, pero tampoco estaba lejos. Sufría no solo porque mi padre haya sido una figura autoritaria, sino también porque toda persona tiene derecho a su intimidad, y en cierto modo yo había utilizado la intimidad de mi padre para escribir un libro. Así que cuando le dejo leer el libro, lo hago conteniendo la respiración. Y cuando me dice “me ha gustado muchísimo, lo he leído de un tirón, he reído y he llorado”, siento una liberación extraordinaria.

Barcelona 12/03/2025 Icult. Entrevista al cómico y guionista Manel Vidal Boix, uno de los miembros de La Sotana, que publica su primer libro, 'La passada a l'espai'. En el Centre Cívic Can Deu de Les Corts. AUTOR: MANU MITRU

Manel Vidal Boix, junto al Centre Cívic Can Deu, en Les Corts. / MANU MITRU / EPC

Tu padre era militante del PSC y tú mismo trabajaste durante un año como auxiliar administrativo para el PSC de Salt. No sé si eso ayuda a explicar algún episodio posterior relevante en tu trayectoria [Vidal fue despedido del programa 'Zona Franca' de TV-3 por hacer un ‘gag’ en el que aparecían el PSC y una esvástica].

No sé si lo explica, pero de alguna manera está ligado. Mi padre era militante y, si no me equivoco, secretario de organización del PSC de Salt, y además regidor de medio ambiente durante una legislatura. Y, sí, en un momento de vacío existencial y laboral por mi parte, yo trabajé en el PSC de Salt, aunque hacía mal mi trabajo porque en lugar de hacer las tareas de auxiliar administrativo que tenía encomendadas montaba cine-fórums en la biblioteca. El PSC era el partido de casa. Nosotros no éramos pujolistas sino maragallistas, por decirlo de manera muy simple. Luego, cuando tuve la edad para votar, ya se me había pasado. Y cuando bastantes años después volvimos a coincidir, yo había cambiado bastante y el PSC, también.

A los 22 años, ante la falta de expectativas laborales y vitales, te marchas a Lingen, una pequeña ciudad alemana sin ningún atractivo turístico, con una potente industria nuclear y un equipo de fútbol que juega en la sexta división. Parece un movimiento bastante desesperado. Si Catalunya tuviera su propio Ejército, ¿te habrías planteado apuntarte?

[Risas] No lo creo, ¿eh? Yo pertenezco a una generación de catalanes a los que nos han insuflado bastante pacifismo y eso es algo que cuesta quitárselo de encima. No me veo mucho en un ejército, creo que no sería demasiado útil.

"A veces tienes más ganas de dejar atrás una experiencia aburrida que una experiencia traumática"

En Lingen pasaste cuatro años. El hecho de que desde entonces no hayas vuelto nunca más a la ciudad ni al país, ¿explica lo que fue tu experiencia allí?

A ver, yo considero que fue una experiencia provechosa, por el momento vital en el que me encontraba, y me ayudó en muchos sentidos. Pero nunca me vi quedándome a vivir en Alemania ni echando raíces allí. Y, aunque no estoy especialmente orgulloso de eso, sí hay un momento en el que corto vínculos y ya no tengo ganas de volver a pensar en lo que pasó allá, que por otro lado tampoco fue nada traumático, ni mucho menos. A veces tienes más ganas de dejar atrás una experiencia aburrida que una experiencia traumática, porque en este último caso puedes tener necesidad de ajustar cuentas o de hacer una catarsis. No es mi caso.

Llegaste a ingresar en los Kivelinge [una asociación bastante hermética de origen medieval formada por hombres solteros de Lingen], que a ratos parece una secta protonazi y a ratos, un club de 'losers'. ¿Tanta necesidad tenías de pertenecer a algo?

[Risas] En este caso, como lo viví desde dentro, sé que es una cosa mucho más inocente que lo que puede parecer desde fuera. Es verdad que es una estructura muy cerrada y poco permeable, pero al final son una gente que se pasa mucho tiempo organizando una fiesta y se lo toman muy en serio. Es una cosa sana y hasta bonita, muy parecida a cualquiera de esas organizaciones juveniles que hay en Catalunya y de las cuales, por supuesto, nunca he formado parte.

En cualquier caso, el afán de pertenencia a veces nos hace pasar por alto cosas que en otro contexto nos pondrían en alerta, ¿no? Pasa con la adhesión a un equipo de fútbol, que a menudo es una experiencia rodeada de elementos sórdidos.

Totalmente. Y ser del Barça es un ejemplo clarísimo. Hubo un momento en el que nos tuvimos que decir a nosotros mismos que quizá teníamos que dejar de reivindicar la mandanga esa de los valores, porque en realidad lo único que queríamos era que el Barça jugara bien y ganara y que Messi marcara muchos goles. El precio moral que pagamos por ser de un equipo de fútbol a veces es insostenible, pero nos olvidamos el fin de semana siguiente cuando vuelve a haber partido.

Barcelona 12/03/2025 Icult. Entrevista al cómico y guionista Manel Vidal Boix, uno de los miembros de La Sotana, que publica su primer libro, 'La passada a l'espai'. En el Centre Cívic Can Deu de Les Corts. AUTOR: MANU MITRU

Manel Vidal Boix, en la plaza de la Concòrdia, en Les Corts / MANU MITRU / EPC

¿Por qué en un libro como este, de memorias personales atravesadas por el fútbol, no aparece 'La Sotana'?

No fue una decisión premeditada, pero me salió así. Y creo que en parte es porque no tengo ganas de hacer el libro 'La Sotana desde dentro'. Eso no me interesa nada y no le interesa a nadie que a mí me caiga bien. Creo que 'La Sotana', como está viva, ya se explica ella sola cada semana.

¿Existe una conexión entre el éxito de 'La Sotana' y la frustración que el 'procés' ha generado en un sector, especialmente joven, de la sociedad catalana?

Existe y es imposible no verla de manera física cuando hacemos el programa en directo delante de público. Cuando alguien hace un retrato robot del oyente de 'La Sotana', y nosotros mismos lo hemos hecho, y lo pinta como un tío de 20 años que no tiene nada en la cabeza en realidad es muy poco riguroso, porque el oyente de 'La Sotana' ya es muy variado. Ahora bien, el fan acérrimo, el que viene a los directos, sí se parece mucho a la persona que era yo con 22 años. No hay ningún desprecio ahí, porque hay fotos de nosotros cuando empezábamos con 'La Sotana' en las que parecemos fans de 'La Sotana' [risas]. En los primeros directos que hicimos después de la pandemia se juntaban chavales con 'frustración post-Urquinaona', por decirlo así, con chavales con frustración 'no me dejan salir de casa', y eso creaba un ambiente bastante parecido al de un partido de fútbol. Eso se ha ido atemperando y en el último directo ya había bastante más paridad de la que habíamos tenido antes.

¿Os preocupa esa identificación entre 'La Sotana' y la testosterona?

Es importante que quede clara una cosa: esta gente que son muy testosterónicos y que ocupan el espacio y gritan y que son mayoritariamente hombres han generado un total de cero problemas en la historia de 'La Sotana' y no les podemos reprochar nada. Ahora bien, cuanto más diverso el público, mejor. Nosotros no hacemos esto para acabar siendo la voz de los chavales que odian a las mujeres o que tienen miedo de no sé qué. Creo que no hemos dado ningún paso en ese sentido y, de hecho, nos gustaría no solo que 'La Sotana' lo escucharan más mujeres sino que también vinieran más mujeres a vernos. Y lo hemos hablado y hemos llegado a la conclusión de que hay cosas que sí podemos hacer, como invitar a más mujeres al programa, hacer un contenido que tenga una mirada más amplia… Tenemos que ir hacia ahí.