Entrevista
Maria Roig debuta con una novela nacida en el socavón del Carmel: "En el barrio hay un agujero de voces y referentes"
La autora barcelonesa evoca en 'Ama de casa' el hudimiento de 2005 en el barrio barcelonés a través de la mirada de una niña que se prepara para la primera comunión
20 años del hundimiento del Carmel: cinco claves del desastre que marcó Barcelona

Maria Roig, fotografiada antes de la entrevista / Jordi Otix


David Morán
David MoránPeriodista
Periodista de la sección de cultura.
Maria Roig (Barcelona, 1995) tenía nueve años cuando el suelo del Carmel tembló y las obras de ampliación del metro dejaron en el barrio una cicatriz colosal; un socavón de 35 metros de profundidad y 20 de diámetro que obligó a desalojar a más de un millar de vecinos y devolvió a los titulares aquellas empinadas cuestas por las que el Pijoaparte de Marsé bajaba a toda velocidad en una moto robada. “El Carmelo es un niño al que van a devolverle la unión con la madre, el metro hará la función de cordón umbilical y todos los vecinos dejarán de quejarse”, escribe ahora Roig en ‘Ama de casa’ (Lumen), relato generacional con ‘esvoranc’ de fondo en el que la vida de una niña que espera con ganas el día de su primera comunión se acompasa al ritmo de un barrio que confía en que la llegada de la Línea 5 cambie su historia para siempre.
Una primera novela que no lo parece y que la barcelonesa, actriz y dramaturga antes que novelista, ha escrito en los últimos cinco años mientras encadenaba trabajos precarios, iba y venía entre Copenhague y Madrid, y ponía en marcha una campaña de micromecenazgo para comprarse algo de tiempo para poder escribir. “Me lo sugirió una amiga y yo pensé: “¿pero a mí quién me va a donar dinero?”, recuerda. 179 donativos y 5.974 euros después, ‘Ama de casa’ llega a las librerías para contar una historia de iniciación desde el fondo del agujero del passatge Calafell y explorar la relación entre La Niña y La Madre. “Momentos pequeños con una particularidad muy grande que escondían un dolor y también la historia del barrio. Porque la memoria tiene otra parte que es el olvido, y que también tienes que trabajar”, apunta Roig.

Maria Roig publica su primera novela, 'Ama de casa' / Jordi Otix
¿Cómo vivió el hundimiento del Carmel? ¿Qué recuerdos tiene?
Recuerdo una espera por parte del barrio, una gran ilusión y euforia por la llegada del metro. Era un gran acontecimiento que cambiaría nuestras vidas, las facilitaría. Es verdad que desde la mirada de la infancia no había mucha comprensión, pero sí que estaba ahí como un ruido de fondo. El hundimiento, el socavón, lo recuerdo como si fuera un tren pasando: mucho ruido, sin saber cuál es la versión oficial de lo que ha pasado. Llegan malas noticias, pero no tocan a todos los vecinos de la misma manera. En mi caso siento que lo viví un poco como una espectadora a la que la tragedia le pasó por delante. No hubo víctimas mortales, pero sí muchas familias que se quedaron sin historia, sin memoria, porque perdieron todo lo que tenían. El recuerdo es borroso, pero me ha gustado trabajar con esa idea de agujero en la memoria.
“Crecí con la sensación de tener que estar preparada en cualquier momento para escapar”, dice la narradora. ¿Cómo se crece cuando todo alrededor se desmorona, ya sea de forma tan metafórica como literal?
A base de actos de fe, entrenando la vista para percibir milagros. Cuando creces en realidades que son estrechas, entrenas la capacidad de encontrar un más allá, de querer siempre encontrar la perla. La fantasía es un gran motor, la literatura es un gran motor y, en mi caso, la llegada de la Biblioteca Juan Marsé fue una habitación propia muy importante y un espacio de refugio también y de expansión. Mi trabajo ha tenido que ver con traspasar esa fe de la infancia a la escritura.
“Juan Marsé es la nueva iglesia a la que acudo cada día”, escribe.
Quise darle a esta historia sus espacios emblemáticos: el de la madre era la iglesia, el del padre podía ser el locutorio, y para la niña, más que el colegio, la biblioteca fue como el espacio de rito, un espacio que no estaba ni en la casa ni en el trabajo.
Al escribir siempre hay un sustrato autobiográfico, también porque creo que escribimos desde el cuerpo y en el cuerpo está nuestra verdadera autobiografía"
¿Pesa la etiqueta de novela generacional?
En el proceso de escritura echaba de menos una red de compañeras, quería insertarme en la escritura y en la literatura y poder compartir este proceso más allá de mí misma. Y esta cosa de autoría novel.. Son etiquetas que encasillan mucho, y ahora estamos en un momento transgénero desde muchas perspectivas y no me gusta encasillar.
Ya que no le gusta etiquetar, ¿novela o autoficción?
Novela, novela. Al escribir siempre hay un sustrato autobiográfico, también porque creo que escribimos desde el cuerpo y en el cuerpo está nuestra verdadera autobiografía. Pero a la vez, como escritora, siento que trabajo con otros materiales, que son la imaginación, la memoria y el olvido. Y me gusta pensar como algo artesanal. No tener que pensar esto, que es mi primera novela con 29 años, como mi autobiografía, como algo tan cerrado, porque de hecho no lo es.
Con el tiempo, leemos, “rellenaron el agujero de hormigón, pero la imagen del hundimiento quedó presente como una charca en la memoria”. Y, aún así, no abundan las ficciones relacionadas con el tema.
Es que no interesa. La llegada de ese metro fue una demanda de muchos años, un levantar la mano para ser vistos que no sucedió hasta el hundimiento. Y ni siquiera entonces, por esa idea de tragedia que no es tragedia; quizá si hubiese arrasado con las vidas hubiese sido más vista. Estos 20 años son una metáfora también de cómo ese agujero no ha sido tapado, sino que se va haciendo grande. La 'plaça de l’esvoranc' hasta hace poco seguía siendo una explanada de cemento cuando habían prometido ahí espacios verdes.
Será que no tiene la épica de, pongamos, ‘El 47’.
Y, sobre todo, no tiene referentes. De Marsé a hoy en día, ¿dónde están esas referencias? Hay un agujero en cuanto a referentes y en cuanto a voces porque, ¿cómo te aproximas al Carmel? Para hacer las cosas necesitas medios. Yo pedí muchas becas que no se me dieron. Eso hace que te preguntes quién está contando las historias; quién tiene acceso a ser la voz y a participar del relato que construimos.

Maria Roig / Jordi Otix
Que haya tenido que impulsar una campaña de micromecenazgo para poder escribir ‘Ama de casa’ ya responde a la pregunta.
Claro, porque además no ha sido un proceso de 5 años de escritura. No he estado escribiendo los ensayos de Montaigne, sino que he intentado conseguir las vías para ponerme a escribir y conseguir el espacio o la manera para que suceda.
Luego está el orgullo de clase.
Y también, en un momento, mucho resentimiento, porque había tratado de trascender ese horizonte que me había sido marcado. Yo venía de trabajar 8 horas para ir a la universidad, para luego por la noche estudiar, participar de las cosas con cansancio y no con imaginación… Entonces había un resentimiento que se iba alimentando y que yo también trataba de entender, porque tampoco me gustaba vivir enfadada. Pero sí, tenía que ver con una falta de referentes también, con una falta de encontrarme con iguales allí donde iba. Pensaba, pero ¿dónde están las que trabajan?
Por cierto, ¿ganó algún concurso de redacción de Coca-Cola como al que se presenta La Niña?
No, este es mi concurso. No está mal, ¿no?
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