Crítica de clásica

Emoción y conmoción con un Beethoven inolvidable

El Balthasar Neumann Chor & Orchester dirigidos por su titular, Thomas Hengelbrock, consiguen dibujar en el Palau una 'Misa Solemnis' espectacular

Thomas Hengelbrock dirige al Balthasar Neumann Chor & Orchester este lunes en el Palau de la Música Catalana.

Thomas Hengelbrock dirige al Balthasar Neumann Chor & Orchester este lunes en el Palau de la Música Catalana. / Toni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Regresó al Palau de la Música la ‘Missa solemnis en Re mayor, Op. 123’ de Beethoven, tras la interpretación que en 2022 ofreciera en este escenario el Collegium Vocale Gent dirigido por Philippe Herreweghe. Entonces se conmemoraba el 25º aniversario de la declaración del auditorio modernista como Patrimonio Mundial de la Unesco y se hacía con esta obra cuya primera grabación mundial se realizó precisamente en el Palau barcelonés en 1927, contando con un Orfeó Català ampliado hasta las 300 voces. Por eso la ‘Missa’ del genio de Bonn está tan ligada a la institución, regresando esta vez en una versión verdaderamente inolvidable del Balthasar Neumann Chor & Orchester dirigidos por su titular, el maestro Thomas Hengelbrock.

Esta monumental obra maestra, compuesta cuando Beethoven ya estaba sumido en la sordera más absoluta –contemporánea de la popular ‘Novena Sinfonía’– es una prueba de fuego para sus intérpretes tanto por sus dimensiones como por la complejidad de su arquitectura, y en esta ocasión emocionó al público de Palau 100 con la rotundidad de la ejecución. La obra llegó a Barcelona tras haberse ofrecido el domingo en el Auditorio Nacional de Madrid dentro del ‘Universo Barroco’ del CNDM, preludio a la solemne velada que se anuncia este miércoles en el Monasterio de Montserrat como parte de los actos del Milenario de la abadía, cuando Xavier Puig dirija al coro Balthasar Neumann y al Cor de Cambra del Palau del que es titular –junto al tenor Julian Prégardien– en un programa que incluye obras de los catalanes Bernat Vivancos y Andreu Diport y que se repetirá el jueves en el Palau.

Volviendo a la ‘Missa solemnis’, el siempre inquieto Thomas Hengelbrock –que indaga en repertorios tan alejados como Gluck o Wagner– apabulló con su lectura equilibrada pero teatral, con ‘tempi’ bien planteados, sacando brillo a su espectacular coro en el que las casi 60 voces demostraron un empaste y una coordinación que le llevaron a unos unísonos impecables gracias a un fraseo especialmente contrastado. Su visión historicista cargó las tintas buscando efectos y emociones, mostró acentos románticos en unos pianísimos que casi mueven a la lágrima en el "Et incarnatus est", ello salpicado con adecuados arrebatos clasicistas pero siempre brindándole absoluta libertad a su trazo. La orquesta, con instrumentos históricos bien temperados, sonó de maravilla, en el "Sanctus" brilló el concertino, mientras que en el impresionante "Gloria" lo hizo sobre todo la masa coral. De entre los jóvenes y eficaces solistas cabe destacar la plateada voz de Regula Mühlemann, la eficacia de Eva Zaïcik así como el atractivo color de Julian Prégardien, a pesar de algún sobreagudo algo justo.

Todo funcionó, quizás también porque Barcelona era la última parada de la gira del conjunto tras su paso por diversas ciudades europeas, por lo que el ensamblaje de las partes y la acción de conjunto estaban más que rodadas, más alla de la feliz sensación de fin de fiesta de los intérpretes.

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