QUEMAR DESPUÉS DE LEER

Simon Rich, el cómico del momento que fue a clase con Mark Zuckerberg

Que la comedia es un arma contra el absurdo contemporáneo —cualquier absurdo contemporáneo— lo sabemos, lo que no sabíamos es que por fin ha llegado a librerías una colección de relatos, un 'best of', de Simon Rich, uno de los cómicos del momento, el tipo que escribe sobre fantasmas ridículos, narcisismo masculino y sirenas muy listas

Simon Rich, de quien acaba de llegar el libro de relatos 'Ríndete' (Walden).

Simon Rich, de quien acaba de llegar el libro de relatos 'Ríndete' (Walden). / Laura Monsoriu

Laura Fernández

Laura Fernández

Barcelona
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Imagina que eres un ángel trabajas Ahí Arriba, en el Cielo, o lo que sea, y tu cometido es que se obren milagros. ¿Cuántos devotos pueden reclamar un milagro por segundo en todo el planeta? ¿Cientos de miles? Imagina cómo se acumula tu trabajo. Porque tu trabajo es precario, y estás solo, en una oficina que no parece una oficina, y obrar milagros no es fácil. Puede que la gente no pida gran cosa pero hacer que alguien encuentre las llaves cuando se las ha dejado en casa es una misión casi imposible que puede llevarte horas. Horas en las que los milagros van a acumularse sin remedio, y tú vas a estresarte hasta niveles de, literalmente, el Más Allá. No sabemos si algo parecido está ocurriendo Ahí Arriba ahora mismo, pero ocurre en la divertidísima ficción de Simon Rich.

Simon Rich es uno de los cómicos del momento. Nació en 1984, en Nueva York. Sus padres son escritores. Su hermano, Nathaniel, también. Simon fue, en su momento, una de las personas más jóvenes en unirse a las filas del 'Saturday Night Live', esa atalaya —o fuente, pues no hay un cómico bueno que no haya despuntado en primer lugar ahí— de la comedia norteamericana. Simon también ha escrito, y publicado, dos novelas y siete colecciones de relatos. Una de las novelas es 'Miracle Workers'. En ella se basa la serie —que puede verse en Movistar+, y que les recomiendo encarecidamente— de ese trabajador de Ahí Arriba hastiado por la precariedad mientras hace milagros.'Miracle Workers', la novela, no está aún traducida, pero acaba de llegar a librerías una colección de cuentos.

Se titula 'Ríndete' (Libros Walden), y es una compilación, un best of —lo mejor de lo mejor— de las siete que ha publicado en Estados Unidos, y parte del mundo. Juega, Rich, con el mundo como un espejo a deformar siempre de una manera de lo más imprevista, como, por ejemplo, cuando, el inminente padre escritor de un bebé en gestación descubre, en una ecografía corriente, que su hijo es también escritor, porque junto a él aparece una máquina de escribir. Y una vez presentado el imposible, Rich lo estira hasta volverlo una crítica contra el narcisismo del presente, porque, por supuesto, la novela del hijo aún no nacido es mejor que cualquiera que pueda llegar a escribir él. Hasta Wylie lo quiere en su catálogo y eso que todavía no existe, oficialmente.

En los relatos de Rich hay sirenas —de verdad— que viven en ciudades y que devoran a hombres estúpidos —la estupidez masculina es un poco uno de los temas de fondo en todos los relatos— que siguen cayendo bajo su embrujo aunque "a Tim se le comieron la cara" porque a ellos no les pasará; y antepasados que han permanecido al menos un siglo conservándose en salmuera —por un accidente en la fábrica— y regresan para ver qué ha hecho con su apellido —y sus sueños— su descendencia; también hay fantasmas que siguen viviendo en sus casas y leyendo el periódico de sus inquilinos e invitando a cenar a otros fantasmas, y monjes que de repente descubren que lo del martirio es una técnica de autobombo nada generosa.

Porque la cosa va de encontrar algún tipo de tesoro —como el que se encuentra en Manos, el relato del citado monje, que sufre tanto que es el que más sufre, y presume de eso, eso es, de hecho, pura vanidad, y un tipo de tóxica virilidad absurda—, y exprimirlo, llevarlo al extremo, y reírse de lo que sea que nos pasa hoy, y hacerlo a través de situaciones, en algún sentido, fantásticas, que, al permitírselo todo, resultan más efectivas (y divertidas, delirantes) en lo que se proponen: radiografiar la sociedad contemporánea, y sobre todo, al hombre, tan falible, tan imperfecto, tan repleto de elementos que transformar instantáneamente en comedia. Que se le compare con Douglas Adams es bastante lógico, en muchos sentidos.

Porque, como Adams, Rich utiliza el humor —escrito— para reírse de aquello en lo que estamos metidos —el mundo— que puede siempre contemplarse desde un punto de vista por completo catastrófico, pero que podría, igualmente, verse como una perversa ridiculez, una broma infinita, en la que no está ocurriendo exactamente aquello que Rich cuenta, pero sí, y todo el tiempo, aquello que los protagonistas de sus historias sienten, y eso que sienten es lo que genera la catástrofe, ¿y no sería una forma fabulosa de detenerla poder observar de cerca, y a la vez, de lejos, leyendo un relato fabulosamente ridículo, y poderoso —la comedia es poderosa, es un arma, es inteligencia en acción—, de un tipo que fue a clase con, y esto es cierto, y paradójico, Mark Zuckerberg? Lo sería.

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